Cada día vemos niños y niñas practicando deportes con los que ríen, lloran, juegan y disfrutan. Pero a su vez también vemos la otra cara de la moneda, ésa en la que observamos a padres y madres gritando en las gradas y ejerciendo una presión sobre entrenadores, árbitros y, sobre todo, sobre sus propios hijos que lo único que hace es frustrarlos. ¿De verdad creen que actúan bien?

Mañanas de sábados y domingos lloviendo o haciendo sol, jóvenes y niños saliendo a practicar ese deporte que tanto adoran, o simplemente el que sus padres llevan queriendo que ejerzan desde que nacieron. Sea cual sea la causa de que lo practiquen, jamás podemos creer que quieren hacerlo mal. Pero a pesar de ello, muchos de esos padres y madres que se sitúan en las gradas les gritan toda clase de barbaridades, y no sólo a ellos, también a sus rivales, niños de la misma edad cuyo único objetivo, al igual que el de sus hijos, es ganar y divertirse, o a sus entrenadores, dudando de su trabajo y opinando sobre cómo deben realizarlo, como si fuera tan fácil y ellos pudieran hacerlo mejor. Si eso es lo que creen, ¿por qué no lo hacen ellos?

Al ver desde fuera estas actitudes nos damos cuenta de que, en muchas ocasiones, se deben a frustraciones pasadas por no lograr llegar a lo más alto y querer que sus hijos lo hagan por ellos, o simplemente por el hecho de decir mi hijo será como este o aquel deportista sin ver que cada uno es como es y que no pueden forzarse este tipo de cosas.

Hasta tal punto están llegando estos problemas en la actualidad que muchos equipos deciden prohibir la entrada de padres y madres con estas características a sus instalaciones deportivas.

Si de verdad se vieran y se diesen cuenta del daño que hacen, ¿seguirían haciéndolo?