Son las 19.00 horas y, a pesar de que ha caído el sol hace ya un rato, en el teatro Campoamor la actividad empieza a dispararse. Quedan pocos días para el estreno de la primera zarzuela de la temporada (martes, 20 horas), "El rey que rabió"; los preparativos y los ensayos para que todo salga perfecto son un auténtico derroche de energía. Los más de 45 trabajadores que componen esta producción dan lo mejor de sí para conseguir durante las tres funciones que van a realizar que el público se ría, se emocione y disfrute al máximo. Para conocer todos los detalles, LA NUEVA ESPAÑA se ha colado entre bambalinas para ver la cocina de este espectáculo.

El que presencia este periódico es tercer ensayo. El último será pasado mañana, veinticuatro horas antes de la gran noche. Para la dirección, cantantes y técnicos todo el tiempo es poco. La escena más habitual es ver al equipo de regiduría corriendo con la partitura en la mano por todo el teatro. Beatriz Cabrero, la regidora, y su ayudante, Iván Román, son la espina dorsal de todo lo que ocurre sobre el escenario y detrás de él. Marcan la entrada de las luces, su intensidad y sus cambios; la entrada de elementos y su salida del escenario; previenen a los cantantes, al coro, al grupo de ballet; marcan los tiempos para los cambios de vestuario, de peluquería... todo el mundo los reclama y sin ellos nada puede empezar. Acaban de hacer un descanso, pero aún así Cabrero tiene que atender a las peticiones del director musical Marzio Conti y del director de escena Emilio Sagi. "Bea, necesito cambiar la ubicación, desde el foso el coro no ve mis indicaciones", le explica Conti. "Bea, esa luna no puede bajar tanto. Casi toca la cabeza, por favor, que no se baje más de la marca. Mucho cuidado con eso", le advierte Sagi. Aunque van de un lado para otro y casi no pueden posar para la foto, nadie les quita la sonrisa de la cara.