Indiana Jones no sólo recuperó el arca perdida. También el uso del látigo. Esta cuerda cayó progresivamente en el olvido cuando cada vez menos ganaderos la escogían para conducir los rebaños. Así, pasó a ser identificada como instrumento fundamental de los domadores de circo o como pesadilla de los esclavos romanos, y su fabricación -casi siempre artesanal- se redujo drásticamente. Pero entonces, llegó Harrison Ford en 1981 y dio un golpe de efecto con chasquido incluido en la gran pantalla. Los cinéfilos curiosos descubrieron que el látigo es más que un arma y puede convertirse en una espectacular modalidad deportiva. Eso hacen los miembros de la AFIJ (Asociación de la Comunidad Fan Española de Indiana Jones). Además de organizar convenciones sobre las cuatro películas de Jones, imparten clases gratuitas de manejo de látigo. Y ayer tuvieron decenas de alumnos en Oviedo que se inscribieron a un taller en el Calatrava como parte del programa oficial de la Cometcon'16.

"Les enseñamos a manejar la cuerda de forma acrobática para lograr chasquidos, tener puntería o hacer amarres en la muñeca, en el cuello, en los pies....". Daniel Vidal, de 27 años, es el profesor de látigo que ayer enseñó sus técnicas a los ovetenses e hizo una demostración en la primera planta del Palacio de Congresos de Buenavista. Caracterizado al más puro estilo de "Indi", generó expectación y tuvo éxito.

La mayor parte de los aprendices se apuntaron por simple curiosidad o para pasar un buen rato. Pero no siempre es así. "Tenemos gente que quiere aplicar nuestras técnicas a sus fantasías eróticas. En concreto, en Madrid una persona vino porque hace BDSM (prácticas sexuales alternativas que van desde la dominación a la sumisión). La aceptamos porque no tenemos prejuicios", explica el monitor, que viajó a Asturias desde la capital española junto a varios miembros de la AFIJ para mostrar los movimientos básicos de, entre otros, el "Cattleman's Crack" (Chasquido del ganadero).

Vidal es paleontólogo y está preparando una tesis doctoral sobre dinosaurios. Indiana Jones le influyó a la hora de escoger la carrera universitaria, aunque le gusta matizar que el personaje de cine es arqueólogo. "Él estudia el pasado del hombre a través de sus objetos o reliquias y yo me centro en la fauna del pasado. En cualquier caso, los dos hacemos excavaciones y nuestro trabajo es una aventura romántica".

El doctorando forma parte de la junta directiva de la asociación de fans de Indiana Jones que se creó en 2012 en Madrid, tiene más de 300 socios repartidos entre España, Suiza, Alemania, Argentina y Chile, y es la única de estas características que existe en el mundo. "Nos juntamos un grupo de aficionados que teníamos un foro en internet para charlar y ponernos al día. Uno de ellos practicaba con látigo y ahí empezó todo". Vidal y sus amigos creyeron que era buena idea dar clases de látigo deportivo porque "existen talleres de esgrima, de artes marciales y hasta de espadas láser de Star Wars".

Para no ser menos, el paleontólogo se compró su látigo propio (los precios oscilan desde los 20 hasta los 2.000 euros en función de la calidad) y se puso a practicar chasquidos y amarres en la calle. Sí, en la vía pública. Para ser exactos, los socios de la AFIJ imparten sus clases gratuitas en el parque Tierno Galván, en Madrid. "Es una zona muy amplia para dar latigazos y no molestamos", comenta Vidal, que añade que "al principio algunas personas se asustaron y llamaron a la Policía porque creían que estábamos haciendo algo malo". Al parecer, los agentes llegaron, se cercioraron de que no hacían daño a nadie y de que el mobiliario urbano estaba intacto, y se fueron. "Pasó una cuantas veces hasta que los ciudadanos se acostumbraron a vernos allí y se dieron cuenta de que somos normales. Incluso un policía preguntó cómo se manejaba el látigo".