Recién llegada en tren y con los compañeros de profesión haciendo cola para entrevistarla, la reportera Rosa María Calaf sacó tiempo para hablar un rato con LA NUEVA ESPAÑA de mujeres, medios de comunicación y algún que otro asunto de actualidad. Cuenta que viaja más ahora, para dar conferencias y seminarios, que cuando cubría la información internacional para TVE, algo que hizo durante treinta años con un estilo muy personal. Ayer, en Oviedo, participó en las jornadas "Medios de comunicación y mujer", organizadas por la Asociación Empresa Mujer.
-¿Abanderada de los derechos de la mujer?
-Es que con Carmen Sarmiento fui de las primeras reporteras en televisión. Mi obsesión fue poner a la mujer en el centro de atención, no como víctima sino como protagonista. Vayas por donde vayas, si en algo hay igualdad, es en la desigualdad: la mujer está discriminada, reprimida y oprimida, aunque obviamente la intensidad es diferente. Otra cosa de la que te das cuenta viajando es de que en todas partes ella es la columna vertebral de la construcción social.
-Pero pervive la visión paternalista de la mujer.
-Totalmente, y aquí el peligro está en que nos hemos creído que ya está todo hecho. Y cuando tratas de defender el mensaje feminista tienes que justificarte porque ha sido desacreditado, se banaliza y se ignora, se es displicente, se ridiculiza y se va a por él. En países donde no hay un estado de derecho se mata...
-Hay métodos más sutiles.
-El mejor es hacer creer que se logró la igualdad, así se deja de pelear por ella. Lo mismo pasa con la información: en una dictadura se busca, con unos supuestos medios libres se da por sentada y la manipulación es más fácil.
-¿Tuvo que batallar mucho en la profesión por ser mujer?
-Cuando yo empecé en "El diario de Barcelona" no había baño de chicas. Yo quería ser Oriana Fallaci y lo primero que me encargan es un desfile de modelos. Tuve que batallar, como todas las mujeres, porque la capacidad no se nos supone y no podemos bajar la guardia.
-Otra forma de dominio es la masculinización de la mujer.
-Te hacen creer que si no aceptas el modelo masculino no va a funcionar: las reuniones a las once de la noche, el compadreo... Cuando yo empecé en internacional me decían dos cosas: que no iba a encajar en la tribu porque ni bebía ni fumaba y que me arreglaba demasiado.
-Dos apuntes rápidos sobre la actualidad: las negociaciones para constituir Gobierno y la crisis de los refugiados.
-Yo de política nacional no se nada, soy una ciudadana más. Pienso que lo que está pasando en España es un ejemplo de la escasa cultura de consenso que tenemos y la falta de capacidad del país para consolidar los logros. Avanzamos tres pasos y retrocedemos dos. ¿Cómo es posible que vuelva a salir ahora el tema de las dos Españas y la Guerra Civil?
-¿Y los refugiados?
-No es más que un reflejo del mecanismo extremadamente hipócrita de las relaciones internacionales y de cómo se considera el dolor y la tragedia personal como algo coyuntural.