Tradicionalmente se ha dicho que los 40 son la edad madura de la juventud y la frontera al envejecimiento. Son casi el ecuador de la vida, de ahí que puedan surgir crisis existenciales en el ámbito psicológico. Pero eso se ha acabado. Cada vez se convierte más en una etapa de plenitud para muchos, hombres y mujeres, si logran alcanzar un buen estado físico y mental, pues además la madurez que brinda la experiencia les permite disfrutar de una de las mejores etapas de la vida.

Han dejado de ser cuarentones para convertirse en cuarentañeros. Sólo hay que ver que los gimnasios están llenos de personas de esta edad que se preocupan por su alimentación y físico. Es la llamada "revolución de los cuarenta" -los famosos, cantantes, actores, son los principales abanderados- que se extiende progresivamente.

No obstante, no hay que olvidarse que el paso del tiempo no perdona a nadie y empiezan a producirse una serie de cambios en el cuerpo imposibles de detener, aunque uno se empeñe.

La masa corporal aumenta, así como el riesgo de sufrir diabetes o hipertensión arterial. La densidad y la calidad ósea disminuyen con la edad, al mismo tiempo que hay que ser más escrupulosos con el cuidado dental. Y qué decir de lo que cuesta recuperarse de los excesos del alcohol tras una noche de juerga. También es recomendable cuidar más la piel y dejar de fumar, porque los expertos aseguran que la probabilidad de muerte prematura baja así un 90%. En lo positivo es que el sexo se disfruta con mayor plenitud, destacan.

José Antonio Labra es profesor universitario de Psicología Evolutiva. "Envejecer es un proceso que dura toda la vida", señala. Sin embargo, hay momentos o etapas del ciclo vital en los que los cambios se hacen más patentes y adquieren un mayor significado. "A partir de los 40 años se empieza visibilizar el paso de los años: aparecen las primeras arrugas, la caída del cabello en los varones, los cambios en la constitución física en las mujeres que finaliza con la menopausia, menor agilidad para determinadas actividades...", explica. Estos cambios afectan a la esfera psicoemocional provocando ciertos pensamientos o "rumiaciones" que no habían aparecido hasta ese momento y que son fruto, en gran medida, de las presiones sociales y familiares al cumplir dicha edad. Pone como ejemplo el no haberse casado, no tener hijos o seguir sin conseguir un buen empleo. Ahora se asume que estar soltero o no tener descendencia son opciones tan válidas como el resto. "Por el contrario, hace 40 ó 50 años estos estilos de vida no existían o muchos de ellos eran considerados estereotipos negativos en ese entorno social".

Labra confirma que quienes cumplen ahora 40 años tienen una visión completamente distinta de esta etapa de la vida frente a las personas de la década de los 50, 60 ó 70. Lo achaca a que actualmente "se da más importancia a la prevención de la salud", además participan más activamente en la sociedad y tienen mayor conexión con el mundo gracias a la nuevas tecnologías. La idea de vejez como declive de la vida se relega a edades muy avanzadas y los cuarenta son la edad madura de la juventud.