La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Relato de un escabroso caso de agresión sexual continuada a una menor

"Soy una superviviente de los 'juegos' de papá", afirma una ovetense violada por su padre desde pequeña

Una joven a la que su padre violó de niña durante diez años comparte su historia: "Todo empieza muy sutil, como un secreto, no sabes si está bien o mal, pero es raro"

Lola, el pasado viernes, en el salón de su vivienda en Oviedo. IRMA COLLÍN

A Lola su padre le destrozó la vida. Abusó de ella durante una década, desde los diez a los dieciocho años. También le pegaba, pero las hostias dolían menos que lo otro, los "juegos" de papá. Paró cuando se dio cuenta de que la que tenía enfrente era una mujer con más fortaleza que él, a pesar de todo. A Lola su padre le arrebató la inocencia y las ganas de vivir. Pero luchó por salir adelante. Con veintiún años se fue de casa y ya no miró atrás. Tuvieron que pasar aún unos años más hasta reunir el valor suficiente para ir a por él. Lo denunció y detrás de un biombo relató al tribunal los abusos. Fue condenado a quince años, la pena máxima para estos casos. Esta es la primera vez que Lola, nombre ficticio, se abre ante un medio de comunicación. Lo hace sólo por un motivo: está tratando de crear en Oviedo una asociación de asistencia a víctimas. Aunque no quiere que la vean así nunca más, ni dar pena: "No soy una víctima, soy una superviviente. La mayoría de las personas que pasan por algo así terminan suicidándose".

Cuando habla, Lola se sujeta las manos, una con la otra, para evitar que tiemblen. Tiene 35 años, está casada y tiene una hija de corta edad. Explica que de unos hechos tan terribles es imposible recuperarse del todo pero que se sobrelleva con los mecanismos adecuados. "Es algo que no puedes borrar, porque es tu vida y siempre va a estar ahí. Cuando llega un recuerdo tienes que tener una herramienta para no sufrir una crisis de ansiedad o no tirarte por la ventana", relata desde el conocimiento.

En ocasiones se imagina como un muñeco de barro al que su padre fue moldeando a su antojo. "La gente piensa que es un aquí te pilló y aquí te mato. Pero todo es mucho más sutil. Empieza como un juego, un secreto que no puedes contar. Un día es una caricia, otro día un 'qué guapa estás' hasta que otro día se acerca, te toca y te dice 'cómo te han crecido las tetitas'", relata la joven. "Eres una niña. Desde el primer momento te asustas, notas algo raro, aunque te digan que es un juego... No sabes si está bien o está mal, sólo que es algo raro", analiza Lola. "Cuando creces vas siendo más consciente de lo que está pasando. Porque siempre va a más", señala.

Hasta que un buen día el menor agredido se arma de valor y decide pedir ayuda. Lola lo hizo a los 15 años y fuera del entorno familiar. "No lo cuentas a alguien conocido. Haces cosas fuera de lo común para llamar la atención, a ver si alguien se acerca a preguntarte y te ayuda; pero nunca sucede, es sólo una ilusión", explica la joven, que asegura que en su caso su madre y su hermano eran también víctimas del "cabeza de familia" y vivían "sometidos y atemorizados" por su carácter violento y agresivo. "Mi madre estaba anulada antes de que yo naciese. 'Aquí mando yo', era su lema. Si se te rompía un plato cuando estabas fregando ya había lío", rememora. Así que Lola "explotó" en el instituto, con unas compañeras de clase. "Su intención era buena. Se lo contaron todo a la tutora, pero esta persona no supo gestionarlo bien. Lo que hizo fue llamar a mi casa y cuando volví mi padre me dio una paliza. Al día siguiente, cuando regresé al instituto, tuve que decir que me lo había inventado todo por miedo a suspender. No era mentira, pero te obligan a vivir en una mentira", señala.

Asegura que en otra ocasión, poco después y aún siendo menor de edad, se presentó en la Comisaría de la Policía para poner una denuncia. "Me dieron una palmadita en la espalda y me dijeron 'hala nenina, vete para casa'. No podía presentar una denuncia porque era menor y necesitaba la firma de un tutor; quiero creer que las cosas ya no funcionan así, que hay otros protocolos y más sensibilidad", explica la joven. "Así que volví a casa, porque no tenía dónde ir. Nací con una personalidad muy fuerte y eso me ayudó", añade. A veces, con cierta rabia, se acuerda de esas dos ocasiones en las que pidió ayuda y confesó lo que le estaba pasando. "Si en el instituto me hubieran hecho caso me habría librado de tres años de abusos. Y fueron los más duros, porque cuando eres adolescente te das cuenta de todo", señala.

Después de dar el portazo empezó de cero. Tardó cinco años más en recomponerse, con varios tratamientos de salud mental de por medio, así como visitas periódicas al centro de asistencia de víctimas y agresiones sexuales y malos tratos de Asturias. "Fuera de los ambientes de expertos, que sí saben cómo tratar con nosotros, más de una persona me ha preguntado cómo, después de lo que pasé, he sido capaz de mantener relaciones sexuales. Esa gente lo que busca es el morbo", censura Lola.

"Sólo con mirar a un niño, por cómo se comporta, creo que soy capaz de saber si le pasa algo. Por eso quiero ayudar", analiza la joven. En los últimos meses ha llamado a muchas puertas en la ciudad, públicas y privadas, pidiendo ayuda. El tema es incómodo, sólo imaginarlo duele. "No considero que sea algo que haya que ocultar, pero la sociedad te rechaza. Con los niños es aún más tabú que con las niñas", advierte. "Cada día salen nuevos casos en los medios de comunicación, pero son sólo unos pocos; lo más habitual es que nunca se denuncie. Un niño no tiene herramientas, se hace muchas preguntas y no sabe gestionar la situación. Es escandaloso que no exista un teléfono público de atención al menor, como el 016 para la mujer", explica. "El único que hay en España es privado, el 116111 de la Fundación Anar; póngalo, por favor", reclama. No sabe el tiempo que tardará en montar su asociación. Quiere hacer las cosas bien, que sea un recurso de fácil acceso y que tenga un nombre bonito, que genere confianza a esos niños en los que cada día se ve reflejada.

Compartir el artículo

stats