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XIX Jornadas Motiva de Diseño y Comunicación Visual | MANU BRABO | Fotoperiodista, imparte un taller hoy en la Escuela de Arte de Oviedo

"Si la gente pasara sólo una hora en Alepo, las cosas cambiarían mucho"

"El miedo es algo habitual trabajando en conflictos si no eres un loco; es lo que te marca los límites estando en el terreno"

Manu Brabo, en una imagen tomada en Avilés el año pasado. RICARDO SOLÍS

Es uno de los alumnos más especiales de la Escuela de Arte de Oviedo. Por eso, Manu Brabo (Zaragoza, 1981) afirma que "nunca les puedo decir que no". El fotoperiodista, ganador del premio "Pulitzer" de Fotografía en 2013, dirigirá hoy y mañana un taller sobre fotoperiodismo en el centro en el que se formó, dentro de la XIX edición de las Jornadas Motiva de Diseño y Comunicación Visual. "Si puedo colaborar para que la gente tenga un poco más de cultura visual, bienvenido sea", explica recién llegado desde Turín, ciudad en la que reside y sede de la agencia ME-MO, de la que es socio fundador.

-Vuelve a sus orígenes para impartir un taller de fotoperiodismo.

-Voy a enseñar cómo trabajo y contar mis experiencias, a ver si de eso alguien puede sacar algo.

-¿Cómo es su trabajo?

-Es muy difícil de definir, por eso el taller dura dos días (risas). Trataré de que los chavales aprendan las contradicciones que existen en el día a día, algunas cosas técnicas, cómo moverse en el terreno...

-¿Qué cualidades debe tener un fotoperiodista?

-Perseverancia, no hay atajos. Importa el "curro" y la motivación. Si alguno piensa en hacer esto por la pasta, por la imagen o el reconocimiento se equivoca, mejor que se meta a Gran Hermano. Para conseguir algo en fotoperiodismo hay que echarle paciencia y cojones.

-¿Alguna vez se ha arrepentido de tomar este camino?

-Nunca, para qué.

-Ni siquiera un: "quién me ha mandado a mí"...

-Eso sí, pero de ahí al arrepentimiento hay un paso largo. No cambiaría nada de lo que he hecho. Cada día que trabajo estoy haciendo lo que me gusta y lo que sé hacer. Eso me confirma que estoy en donde tengo que estar. Es una necesidad vital.

-Ha vivido de cerca el conflicto sirio, ¿cree que en Occidente conoce la realidad?

-Si la gente tuviese la oportunidad de pasar una hora en Alepo, cambiarían muchas cosas. Es una guerra de la que estamos muy desinformados. Lo que nos llega a Europa es una parte residual, se ve como un daño colateral.

-Usted trabaja para cambiar eso.

-Sí, mi trabajo es ir y contar las cosas que veo. Y la parte más interesante es cuando ese trabajo produce reacción en la gente.

-¿Se siente decepcionado con algo?

-Con que tantos compañeros estemos yendo allí desde 2011, que rueden cabezas, que haya secuestros, y que la gente solo se quede con el miedo al terrorismo islámico.

-¿Cómo ve las campañas de islamofobia?

-Es la salida fácil para mentes mediocres. Es una excusa para desviar el foco, y una forma de culpar a otros de ser la amenaza para su patético bienestar.

-Sus últimos trabajos se ha centrado en los campamentos de refugiados. ¿Cómo valora las políticas que se están realizando?

-Muchas veces son políticas sin acción. Se pueden hacer mucho mejor las cosas, y no dejar a miles de personas viviendo en tiendas de campaña en Europa.

-¿Cómo es su situación?

-La gran mayoría son personas que hace seis años no pensaban que iban a acabar así. Y esto nos puede pasar a cualquiera. No hace falta irse muy atrás, le pasó a nuestros abuelos. Solo que a ellos les tiran bombas de barril sobre sus casas o tienen a tíos esperándoles en la puerta dispuestos a matarles.

-¿Se conoce de verdad a Daesh o el ISIS?

-Daesh no ha existido hasta que llegaron a las puertas de Bagdad. Antes no se hablaba de ellos en los servicios de información. Es una cosa bastante oculta. No creo que no haya afán de informar, pero es difícil hacerlo. El acceso a la información puede ser un suicidio.

-No ha vuelto a Siria desde 2013, ¿por qué?

-Los medios ya no quieren enviar allí a sus trabajadores. Es normal viendo el número de compañeros secuestrados o muertos. Una cosa es que te den un "pepinazo" cubriendo algo, pero si tú eres el objetivo, las cosas cambian mucho. Nos hemos transformado en un saco de dólares con patas para ellos.

-¿Cuál ha sido el mejor momento de estos años?

-Hay muchos divertidos e intensos. Me siento un testigo privilegiado de la historia de los últimos cinco años. He vivido golpes de estado, muertes de dictadores, revoluciones, la mayor migración de la historia desde la segunda Guerra Mundial... el mayor sentimiento es la satisfacción que te produce ser un testigo directo.

-¿Y los peores?

-Desde pasar por la cárcel, hasta ver a tu amigo ejecutado por Youtube. Cosas malas hay bastantes. Un campo de refugiados no es muy agradable, ni estar en Alepo. Uno especialmente complicado fue el desalojo del campamento de los hermanos musulmanes; salir de allí fue bastante difícil.

-¿Ha tenido miedo?

-El miedo es algo habitual trabajando en los conflictos, si no lo tienes eres un loco. Es lo que te marca los límites estando en el terreno,

-¿Consigue desconectar en algún momento?

-Procuro estar pendiente de la actualidad, pero hay momentos en los que desconecto mogollón y solo abro el periódico para ver como quedó el Sporting. La cabeza tiene sus propios mecanismos. Es mi trabajo, y siempre llevo una parte encima, pero cuando llego a casa me apetece estar con mi chica, pasear y estar tranquilo.

-¿Qué supuso ganar el "Pulitzer"?

-Que me hacéis más entrevistas (risas). Es una responsabilidad, pero el premio fue en 2013. Lo que me mantiene ahí es currar todos los años, que mi trabajo se publique y esté bien hecho.

-¿Cuál será su próximo destino?

-Estoy pendiente de un viaje a Colombia, a ver cómo va el asunto. Y si pasa algo importante con los kurdos en Irak, pediré ir.

-¿No volverá a los campos de refugiados?

-Hay situaciones apoteósicas en las que somos mas fotógrafos que refugiados. Puedo aportar poco más sobre ese tema.

-¿Qué tema sueña con fotografiar?

-Me encantaría irme dos meses a vivir con los indios sioux.

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