La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un parque en abandono perpetuo

La zona verde sufre desde hace décadas un importante deterioro en sus viales interiores y plazas

Un parque en abandono perpetuo

La historia del ovetense parque del Campillín es la de un abandono que se prolonga desde hace décadas y que se comprueba con un breve paseo. Parece que este jardín, en otros tiempos prado o solar, no ha logrado quitarse el estigma de haber crecido extramuros, al otro lado de la Puerta Nueva que daba entrada al Oviedo redondo por Magdalena desde el entronque de las calles Campomanes y Marqués de Gastañaga, justo en la entrada principal al parque. Parece haber sido siempre el patio trasero.

Allí recalaron hace décadas las prostitutas de la calle Magdalena o los toxicómanos y chamarileros del Fontán. El antiguo rastro ha derivado en un mercadillo de objetos de desecho. Y lo de la prostitución no es nuevo, ya se daba en la zona en el siglo XIX, como consta en los archivos municipales. Ahora ya apenas quedan prostitutas. El lunes noche tan sólo una mujer ofrecía sus servicios en la calle Padre Suárez. Y los toxicómanos son un grupín que toma el sol en los bancos de la plaza principal del Campillín sin apenas fuerzas para molestar al viandante o a los alumnos de los Dominicos que cruzan el parque.

El rastro dominical, que sirvió para "limpiar" el Fontán, tiene poco de la isla del tesoro en la que encontrar joyas a precios reducidos como ocurrió en otros tiempos. Tiene su público, pero cada vez son menos los objetos de valor y más los desechos.

Un paseo por el interior del Campillín revela un abandono que viene de años. Hay zonas en las que los caminos ni siquiera están asfaltados. La idea rústica de arena y madera se convierte en barro y charcos con una tímida llovizna. Las zonas verdes son un "sembrado" de cacas de perros.

Los viales que sí están pavimentados han sufrido el paso de los años y están llenos de baches que son charcos en días de lluvia ya que el alcantarillado presenta un aspecto decimonónico que, se antoja, no traga con todo.

El ejemplo más claro del abandono y la permisividad es la fuente de la plaza. Los toxicómanos lavaban allí antaño sus jeringuillas, así que la quitaron dejando el pedestal.

El Campillín nunca ha tenido usos "para la ciudadanía". El Ayuntamiento de Oviedo nunca ha organizado nada en el Campillín. Tan sólo un tablao flamenco en las fiestas de San Mateo en los años 90 y poco más. La plaza, a menos de cinco minutos andando y un solo semáforo de la Catedral, sería un lugar excelente para instalar carpas de actividades y evitar así agujerear el artístico paseo de los Álamos.

Nadie le ha prestado atención al parque más que para convertirlo en una despensa social. Ahora el Ayuntamiento quiere buscar soluciones cuando de lo que se trata no es de echar a las personas, sino de llenarlo aún más, de que sea un espacio sin estigmas y de que se pueda pasear sin miedo a dejarse el tobillo en un esguince o salir con los zapatos llenos de barro. El Campillín, por desgracia, sí es lo que era, un espacio abandonado.

Compartir el artículo

stats