Según un acuerdo de 1804 había entonces en Oviedo 27 caños entre fuentes públicas, dotación de establecimientos y concesiones a particulares. De sus propiedades nos proporciona don Fermín Canella la siguiente descripción: "La del Prado y la de las Dueñas son las de mejor calidad, mientras que las de Fozaneldi y Fontica que se tienen por buenas, distan de serlo, aunque esta última de Santo Domingo, por contener magnesia, tiene la calidad de purgante. Por el contrario, había una cierta preocupación contra las de Fitoria y Granda, que son mejores, siendo causa de ello la adulteración que sufrían por las quiebras de la antigua cañería, mezcla con otras aguas, contacto con ciertos terrenos, vegetación que en ella se desarrollaba por otros censurables abandonos, etc., que las aproximaba a ser insalubres en ocasiones".

En 1875, siendo Alcalde el Sr. Longoria, se inauguró la nueva traída de aguas desde el depósito de Pérez de la Sala, desde entonces fueron desapareciendo las antiguas fuentes de sillería, hasta quedar solo las de San Roque, Prado, Pando, Fozaneldi y Regla. Renovadas completamente Dueñas y Fontán, y se emplazaron fuentes de vecindad en la Puerta Nueva Alta, Santo Domingo, Libertad, Postigo bajo, Trascorrales, Campo de los Patos, Jovellanos, Santa Clara, Catedral, San Bernabé, Pontón de la Galera, Fontán, Riego y Santa Susana, otras en los Mercados, diferentes surtidores en el Campo de San Francisco, y muy especialmente se dotó de aguas a muchas casas de la ciudad.

Don José Caveda y Nava, en la "Historia de Oviedo" (1844), cita las siguientes fuentes:

I- "La de la Plaza Mayor, construida en 178?. Es un pedestal corintio con resaltos y cartelas en los ángulos que bajan hasta el zócalo levantado a la misma altura del pilón. Corona el todo un león de mármol blanco, cuya escultura carece de expresión y verdad".

Constaba de cuatro caños y, según Madoz, no era demasiado atractiva. Fue eliminada a mediados del XIX. El sonriente león que la presidía fue rebajado de categoría al reconvertirlo en un simple guardián a la puerta del Ayuntamiento. Eso sí, sin perder de por vida su alegre expresión.

II- "La de la Plazuela del Obispo, hoy casi seca, se reduce a un pedestal octágono de forma caprichosa sobre el cual descansa un jarrón de mármol, obra sencilla no de esmerada ejecución y algún tanto falta de esbeltez y soltura".

Según Tolivar Faes, en las inmediaciones se encontraba la famosa Fuente del Baptisterio, llamada también del Paraíso. En el siglo XIV, cerca de la puerta de entrada de las casas del Obispo, en el lugar llamado "Sansón", manaban unos caños que existieron, al menos, hasta el XVII.

III- "La de la calle de la Picota, reducida a un cuerpo arquitectónico mal entendido, demasiado pesado, de irregulares proporciones y sin relación con el objeto a que se destina. Parece construcción de últimos del XVII, y tanto más duras se presentan sus formas, cuanto más desnudas aparecen de todo ornato".

IV- "La de la Puerta Nueva, ejecutada por planos de don Manuel Reguera González. Representa esta fábrica un templete de planta oval, con pilastras corintias y cornisamento resaltado que sostiene frontones de segmentos de círculo, rematando con un sencillo suplemento que se ve coronado de una bola sobre un plinto cuadrangular". La calle de la Puerta Nueva debe este nombre a un arco y puerta colocado al final de Magdalena: a causa de su crecimiento la ciudad se prolongó hacia el sur, siendo esta una puerta nueva con relación a la vieja o primitiva, que se encontraba bajo el arco de Cimadevilla en la Plaza Mayor. Allí había un Cristo llamado de la Puerta Nueva.

Dicha fuente, es también conocida como el Caño de la Capitana, debido a que los gastos de construcción fueron sufragados por una vecina del barrio, viuda de un capitán de los Tercios de Flandes, que la levantó en su honor. Si Oviedo ostenta en su escudo el título de "Benemérita" es consecuencia de la batalla que, en 1836, libró el general carlista Sanz en las cercanías de este lugar. Entre los fallecidos figuraba un ilustre ovetense, don Antonio Canella, capitán de granaderos.

V- "La de Encima de Villa, con tres fuentes que corresponden a otras tantas avenidas de las calles que allí concurren. Es un pedestal sencillo de orden jónico, el cual sirve de asiento a un obelisco triangular, en cuya cúspide se ve una estrella dorada. Fábrica de buenas proporciones, ejecutada con conocimiento y circuida de un pilón circular. Se compone de dos clases de mármoles y la inscripción que tiene grabada en uno de los entrepaños del lado del pedestal manifiesta el año de su construcción".

Hasta finales del siglo XIX Cimadevilla no era una calle más, se trataba de la arteria principal de Oviedo. Lugar de paso obligado para todos los viajeros procedentes o con dirección Castilla; comerciantes y peregrinos principalmente. En ella se encontraban los principales comercios y a ella era obligado ir a pasear y chismorrear cada día. En la diminuta plazoleta que existe a la altura de Altamirano estaba, a finales del XVI, el "Caño de los Hierros". A finales del XVIII fue reconstruida y, ya en el XIX, la trasladaron a la plazuela de la Balesquida.

VI- "La de la Galera, en extremo deteriorada, más antigua que las otras y de escaso caudal. Figura una mujer sentada sobre un peñasco, oprimiendo un cuélebre que arroja el agua por la boca. Esta escultura es de poco mérito y se encuentra hoy tan mutilada que desaparecieron sus principales formas".

Para vislumbrar la plaza de la Escandalera como un poblado bosque, los ovetenses debemos realizar un considerable esfuerzo imaginativo. A finales del XVIII en aquel espacio tan solo existía el convento de San Francisco y la capilla de la Magdalena, el resto poco más era que arbolado y huertas. Allí se encontraba La Mariblanca, fuente que, con el paso de los años pasaría a conocerse como "Cañu de la Galera". Se encontraba en el Campo de la Lana, delante de la prisión para mujeres que allí hubo hasta finales del primer cuarto del XX, conocida como Cárcel-Galera.

VII- "La del Fontán, arrimada a uno de los lienzos de la Casa de Armas y en su ángulo occidental; nada ofrece de notable".

Cierto es que la belleza del Cañu del Fontán brilla por su ausencia. Pues, a pesar de ello, por mérito propio, se ha convertido en uno de los iconos de Oviedo. Todos, sin excepción, conocemos su historia que, sin duda, merece crónica aparte.

VIII- "La del Arco de la Noceda. Con mal acuerdo, la empotró el arquitecto en la muralla de la ciudad, muy próxima a esta puerta. Tiene un solo caño, carece de gusto en su forma caprichosa y amanerada y parece obra de Don Manuel Reguera González o de su escuela". Desapareció a mediados del XIX.

IX- "La del Águila, fuera de la población, en una plazuela de la carretera de Castilla, reducida simplemente a un pedestal con un solo frente, coronado por un romanato". Aunque en sucias y precarias condiciones todavía subsiste.

X- "La de Santo Domingo, que es una especie de estanque humilde, en el perímetro que por todas partes la domina".

Más escueto no pudo ser el Sr. Caveda y, sin embargo, fue la única fontana que alimentó una maravillosa leyenda; por ello es mi preferida. No, no fue una "xana" la que, a su vera, trenzaba con peine de oro su rubia y hermosa melena los amaneceres de San Juan. Se trataba de un maligno cuélebre que, durante años, atemorizó la vecindad. Según la tradición, tenía la cueva en el monte Santo Domingo y desde allí, como en una nebulosa, se trasladaba a la "Fontica", en donde, con esporádicas apariciones, se solazaba aterrorizando a niños y mayores. Al final, ¡qué pena!, descubrieron que se trataba de un reptil que uno de los dominicos del convento había traído de América.

XI- La de la Plazuela de la Catedral, máquina ridícula y pesada cuya monstruosa arquitectura contrasta singularmente, por su fealdad, con el suntuoso y bello edificio gótico que tiene a su frente.

XII- "La de Foncalada, situada fuera de la ciudad y muy próxima a los arrabales de la calle de la Vega. Corre en un terreno inculto y, sin embargo de que sus aguas puras y delgadas son las mejores y más abundantes de Oviedo, nada hizo el arte para recogerlas y embellecer este sitio?". Don José Caveda, al igual que en la actualidad, ya clamaba por embellecer su alrededor. De nada vale el título de Patrimonio de la Humanidad si no se han respetado las menores reglas de convivencia entre edificio y entorno.

Nos quedan por citar la de Pando, de aguas saludables y excelente sabor, distante de la ciudad y muy abandonada; la de Maricuchilla, en el camino real que conduce a Las Caldas; la de la Plata, silvestre y apartada, invita a gozar de los placeres del campo; y la de Teatinos, colocada en un lugar solitario y sombrío, lleno de frondosidad y poesía.