Dejando claro que lo hacía "por prescripción médica", el filósofo Gustavo Bueno se vio obligado a cambiar la conferencia de clausura de los XXI Encuentros de Filosofía de la fundación que lleva su nombre, que tenía previsto realizar ayer, por una mesa redonda que compartió con Atilana Guerrero e Íñigo Ongay y que versó sobre el tema que englobó las dos jornadas del encuentro: las transiciones democráticas. "Que Somos y los radicales se vendan como órganos capaces de ejercer el poder es absurdo", afirmó Bueno durante su breve intervención.

El filósofo explicó que la democracia de una sociedad política que efectivamente lo sea, "necesita una prueba de que la democracia no depende del abstracto". Por eso, destacó que hoy en día hay grupos como Podemos y sus socios "que creen que por disponer de determinadas naves o estromas políticos están ya realizados. Que puedan acceder al poder no significa que lo tengan". Bueno resaltó que no se puede "aludir al franquismo como la dictadura previa que justifica las actuaciones de hoy en día". Y resaltó que cómo se puede reivindicar el concepto de Estado español como una reivindicación de la democracia, "si fue un invento del franquismo. Se acuñó en el 36 para no utilizar ni reino ni república". Su compañero de mesa, el filósofo bilbaíno Íñigo Ongay, discípulo de Bueno, explicó cómo se podría ver el problema de la transición democrática desde el materialismo filosófico, la doctrina de Bueno. "Consideramos falso el sistema metafísico, el más utilizado, que afirma que el pueblo español recuperó la democracia que había perdido con un régimen totalitario. La idea de totalidad es metafísica, irreal, y la democracia también, porque tampoco se traduce como la libertad en manos del pueblo. Ni en el franquismo ni en la democracia gobierna el pueblo ni gobierna un autócrata". Ongay defiende que lo que hay que entender son dos situaciones que tuvieron lugar en el transcurso de la sociedad española, "y que entre ellas hay mucha más continuidad de lo que parece". Como ejemplos, el filósofo aludió a la Renfe, los sindicatos y el Boletín Oficial del Estado, heredados de la época franquista. "Y a la estructura política, las leyes, el mercado común y otro largo etcétera de cuestiones". Por lo tanto, mantiene que "la transición española no responde al concepto de ruptura. Hay que analizarla como una transformación interna, dada dentro de una continuidad, en la evolución de una sociedad política".

Por su parte, Atilana Guerrero defendió que "si la sociedad democrática se entendiese desde el punto de vista fundamentalista, viendo a todos los seres humanos como iguales y relacionados simétricamente, instituciones como la familia o la escuela sobrarían". La filósofa mantiene que este planteamiento "absurdo" es lo que ha quitado poder a los profesores en los centros y ha atentado contra las relaciones de padres e hijos, en las que se debe presuponer una prevalencia de unos sobre otros basada en el saber. "La ignorancia es un déficit de la democracia", sentencia.