Nervios, emoción y miradas al cielo. No solo para hacer más trascendental el momento de la oración, sino para controlar que la lluvia no impidiera la celebración del momento en el que los 260 integrantes de la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, y sus vecinos, llevaban todo el año esperando. Y así fue. A las 11.00 en punto de la mañana, la Borriquilla salía del interior de la iglesia de San Pedro de los Arcos, en Ciudad Naranco, para reunirse con centenares de fieles y curiosos que la esperaban a las puertas del templo. Entre ellos muchas caras jóvenes, sobre todo niños, ataviados con sus mejores galas y palmas de todos los tipos entre sus manos.

Cumpliendo la tradición del Domingo de Ramos, el párroco, Jorge Fernández Cortés, inició la cita con la bendición de los Ramos, aunque muchos de los asistentes tenían la mirada puesta en "su imagen". "Es uno de los momentos más emotivos. Verla salir de la iglesia, ver cómo la han preparado, y poder mirarla a los ojos un año más", afirma Marién Losa. Ella sabe bien de lo que habla porque su marido, Luis García, diputado mayor, y sus hijos, forman parte de los 70 cofrades que ayer salieron en procesión. "Esta mañana todo eran nervios en casa. Los únicos comentarios eran que les dejasen salir en hora y que hubiese mucha gente acompañándolos". Y sus plegarias se cumplieron. Pasadas las 11.15, los 36 braceros de la cofradía se colocaron debajo de las varas para iniciar el recorrido.

En primer lugar, los portadores de los estandartes, vestidos con la sobria túnica azul y el cordón dorado a la cintura, vestimenta habitual de la cofradía. Tras ellos, los niños de la parroquia y los cofrades más pequeños. Ana García, de 14 años, es la encarga de dirigirlos. "Es mi tercera procesión y me encanta la familiaridad que tenemos. Da igual que llueva, hoy (por ayer) se aguanta todo", asegura. Tras ellos, la Borriquilla, el párroco y la hermana mayor, Noelia San Millán, los representantes del resto de cofradías y hermandades de Oviedo y la Banda del Santísimo Cristo de la Piedad. "Qué viene, qué viene Jesús", gritaba una niña desde los hombros de su padre cuando la imagen empezaba a dar sus primeros pasos por la avenida de San Pedro de los Arcos. Mientras, otra niña a su lado se tapaba los oídos. "No me gustan los tambores", balbuceó tímida. Los más pequeños aprovechaban para hacer preguntas. "Papá, ¿por qué huele a quemado?", dijo un pequeño. "Es incienso", le aclaró su progenitor. Y es que la curiosidad de los niños fue el motor para que varias familias asistieran ayer a la cita. "Mi hijo mayo estudia en el colegio Auseva, y a veces vienen a visitar la iglesia. Este año dijo que quería ver la procesión de Semana Santa y vinimos con él. Es la primera vez", explicaba Diego Martín mientras miraba junto a su mujer y sus dos hijos cómo la Borriquilla realizaba su primer giro para tomar la calle Peña Santa de Enol. Allí, los braceros se toman su primer minuto de descanso y empiezan a caer las primeras gotas. Zarza Casado, una de las braceras, aprovecha para comentar algo con sus compañeros y mirar a su hijo, que va dos puestos más atrás en la vara. "Llevo viniendo desde que fundamos la cofradía, hace cinco años. Lo que se siente durante la procesión es algo muy especial. Siempre pides alguna cosa, pero hay algo que te anima a hacerlo más allá de eso", explica. De hecho, suele salir también con el Nazareno y el Santo Entierro. Suena el toque de campana y se acaba la conversación. Casado vuelve a su lugar y continúa el camino junto a sus compañeros.

La Borriquilla es una procesión de júbilo, de celebración, por eso, a pesar de la lluvia, el ambiente es festivo en todos los lugares por los que pasa, muchos de ellos adornados con banderas de la cofradía en ventanas y escaparates. "Es entrañable. Vamos a todas las procesiones que podemos porque es la educación que recibimos desde pequeñas, pero esta es especial porque somos del barrio. Da igual que truene, aquí estamos con nuestra Borriquilla, aseguran Fili Reguera y Encarnita de la Iglesia.

Son las 12.20 y la procesión llega de nuevo a San Pedro de Los Arcos. La lluvia se intensifica y obliga a los cofrades a meter la imagen dentro de la parroquia. Suena la "Marcha real" y la Borriquilla mira por última vez a sus fieles, hasta el año que viene, cuando vuelva a salir con su mejor cara entre palmas, ramos y un fervoroso ambiente.