Si el afecto que se profesa a una persona recién fallecida se mide por las flores que envían a su familia, cabe deducir que tiene razón José Antonio Blanco, párroco de la iglesia ovetense del Corazón de María: Emilia Álvarez Rodríguez, directora médica de la mutua Sanitas en Asturias, "ha dejado huella y ha sembrado buen ejemplo a lo largo de su vida".

El funeral por la médica y bióloga se celebró en la tarde de ayer en un templo abarrotado y con el frontal del presbiterio prácticamente cubierto de coronas, ramos y centros de flores. "Era una mujer joven, muy activa, muy volcada en su trabajo y en su familia", subrayó Alejandro Braña, presidente del Colegio de Médicos de Asturias y buen amigo suyo y de su marido, Javier Álvarez Fernández, jefe de cirugía vascular del Hospital de Cabueñes, de Gijón, y presidente de la Sociedad Española de Cirugía Vascular. Fallecida a los 58 años a causa de una enfermedad rápida e implacable, Emilia Álvarez deja dos hijos y, además, muy buenos amigos. "Es una pérdida muy grande para mucha gente", apostilló el doctor Braña, quien evocó los veraneos en Luanco con el matrimonio.

También asistió al oficio religioso José Antonio Flórez Lozano, catedrático de ciencias de la conducta de la Universidad de Oviedo. "Emilia era una persona llena de luz y de vida, que tenía un sentido de la amistad muy profundo", destacó.

En el funeral se congregó una numerosa representación del colectivo médico, tanto de Oviedo como de Gijón. Antes de trasladarse a Cabueñes para instalar el servicio de cirugía vascular, Javier Álvarez trabajó durante un largo periodo en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). No faltaron varios compañeros del marido de la fallecida pertenecientes a la promoción 1973-79 de la Facultad de Medicina de Oviedo. Entre ellos, Mercedes González, concejala de Educación y Deportes del Ayuntamiento de Oviedo, Rosa María Hevia y Manuel Cueto, quienes definieron a Emilia Álvarez como "una mujer afable y cariñosa".

El Coro Manín, que con sus estrofas netas y contundentes es capaz de transformar la estética de un acto funerario, cerró el funeral con una doble invocación mariana: la Salve marinera y el himno a la Virgen de Covadonga.