Damián Arienza sintió una gran explosión y, de forma instintiva, dio un salto hacia atrás, protegiéndose, como si le fuera a caer algo encima. Arienza es fotógrafo "free-lance" y había subido a la azotea del edificio de enfrente para tener otra perspectiva del suceso. Eran las 16.20 horas y parecía que estaba todo controlado.

Pero no. De pronto, mientras él buscaba el mejor ángulo para darle al clic en su cámara, una fuerte explosión le echó para atrás. "Fue todo muy rápido. Vi cómo el edificio se derrumbó y se tragó al bombero. Lo vi perfectamente", afirma. La estructura interna se había desplomado con dos bomberos trabajando en su interior.

Damián Arienza aguantó unos segundos antes de reponerse y volver la mirada al inmueble. Lo que vio entonces fue una inmensa cortina de humo negro que prácticamente tapaba toda la fachada. Y un fuerte olor. Y gritos. Y desconcierto. "La explosión llenó todo de humo y después todo había desaparecido", explica.

Arienza fue testigo del derrumbe desde arriba. Conchi Jombrino, de 26 años, lo fue desde abajo, desde la calle, donde a esa hora se amontonaban decenas de curiosos. "Se veían llamas por todo el edificio, toda la calle llena de humo", explica la mujer, que llegó al trabajo a la una de la tarde procedente de Gijón, donde reside. Entonces ya habían ido cerrando las tiendas de la céntrica calle, una tras otra. "El humo se veía desde la entrada de Oviedo. Al principio vino un camión pequeño y echaban un poco de agua, luego fue todo a más", señala.

El estruendoso derrumbe dejó un reguero de ladrillos y escombros desperdigados por la acera y multitud de caras pálidas: la de los bomberos, que se gritaban unos a otros el nombre de los afectados; la de los policías, que daban órdenes como podían; la de los curiosos, que insistían con sus móviles para capturar el momento, y también la del Alcalde, los concejales y otros dirigentes políticos, conscientes de que lo que se había evitado hasta ese momento, la tragedia humana, dejaba de ser una pesadilla para convertirse en realidad: "No me lo creo, no me lo creo", lamentaba, muy afectada, la concejala socialista Ana Rivas.

Mientras reinaba el desconcierto y el personal se ponía a resguardo ante posibles nuevos desprendimientos, un vecino que prefirió ocultar su identidad ocultaba su indignación tras un rostro desencajado. "Esto fue de menos a más. Estaba claro que se les iba a ir de las manos", señaló, y contó que incluso llegó a llamar a La Morgal él por su cuenta para pedir refuerzos. "Que se podía derrumbar el edificio era algo que estaba presente. Fueron cinco horas de fuego", remató.