María Ángeles Rodríguez Esteban trabaja desde 1999 en la uvi del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) dedicada a enfermos del corazón. Por esta unidad pasaron casi un millar de pacientes en 2015. Nacida en Granda (Siero), casada y madre de dos hijas, estudió medicina en Oviedo y se especializó en cuidados intensivos en el Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander.

-¿Medicina intensiva significa medicina estresante?

-Hay momentos para el estrés y momentos más tranquilos. Si estás bien formado, sabes qué hay que hacer y en qué momento hacerlo, y eso contribuye a descargar mucho estrés. No se trata de estar corriendo a lo loco de un sitio para otro. A veces lo mejor es sentarse a pensar, y en ocasiones eso es lo más difícil.

-¿Sentarse a pensar?

-Sí, a pensar lo que vas a hacer, cuál es la mejor estrategia con un paciente. Todo lleva su tiempo.

-¿Puede llegar el médico a un estado de revolución mental que le impida adoptar decisiones racionales?

-No, no tanto. Ojo, no estoy hablando de situaciones diarias. Sucede en ocasiones, y lo que tienes que hacer, ya digo, es pararte un poco y, por supuesto, apoyarte en el equipo que te rodea y en otros profesionales para tomar decisiones. En este tipo de situaciones, tu palabra no es la única.

-Pero lo que pase, para bien o para mal...

-Lo que pase es responsabilidad del médico intensivista. Y tienes que dar las explicaciones pertinentes a la familia o al paciente. Y eso a veces requiere valentía.

-¿Qué criterios aplica en la comunicación con los familiares?

-Sobre todo intento ser honesta. Les digo las cosas como las veo, en un lenguaje sencillo, que lo entiendan, que pregunten... Tampoco me importa que venga un compañero que les explique un aspecto concreto de una cirugía o de una prueba.

-¿Cómo suele ser la respuesta de la familia?

-A la uvi siempre viene gente en situaciones complicadas, y sus familias tienen asumido que hay problemas. En ese aspecto es mucho más fácil, porque parte del camino ya está recorrido. En general, explicando las cosas con palabras sencillas, sin tecnicismos, todo se simplifica.

-¿Su experiencia es positiva?

-La experiencia es buena. Hombre, siempre hay algún caso que no se acepta... Las situaciones negativas son muy pocas. Recuerdo un chaval al que le dije que su padre se iba a morir. No lo aceptaba, pero así sucedió. Luego ingresó su abuelo con un problema parecido y me lo recordó: "No se equivocó usted". Sentí muchísimo haber acertado, la verdad. Entra dentro de tu obligación, pero es duro.

-¿Da alegrías trabajar en una uvi?

-Satisfacciones hay muchas. Sobre todo de pacientes en situaciones muy límite, en fallo cardiaco, refractario a todo tipo de tratamiento, a los que ponemos la máquina de circulación extracorpórea. Poco a poco van recuperando, y unos llegan al trasplante cardiaco, otros se curan...

-¿Y después?

-Cuando esos pacientes con los que has trabajado veinte o treinta días, con cuyas familias tienes una relación mucho más fluida, vienen a verte porque han mejorado y ya caminan, la satisfacción es muy grande. Es la satisfacción del deber cumplido. Es cuando piensas: he estudiado para esto, me he formado, mi objetivo es salvar vidas y esta vida está salvada. Hace poco, uno de esos pacientes vino para contarnos que había tenido un hijo. Eso significa que lo que haces tiene resultados tangibles.

-¿Es fácil establecer una relación de cierto afecto con un paciente de la uvi?

-El afecto que tienes a tus amigos no, por supuesto. En la uvi, los pacientes están muy malitos, intubados, sedados... Quizá esa relación se mantiene más con la familia. El paciente, en cuanto empieza a encontrarse un poco mejor, se va a la planta. En ese aspecto, nos perdemos lo mejor, su recuperación, sus planes de futuro. Te da un poco de pena.

-¿Hay diálogo?

-Aquí viene la gente con mucho miedo. Van a operarles del corazón, algo que de por sí es un acontecimiento vital importantísimo. En todo caso, todo lo que sucede te permite ver que lo que haces tiene trascendencia en la vida de las personas.

-¿Están entrenados los médicos en materia de comunicación con pacientes y familiares?

-Ahora empieza a darse ese tipo de enseñanza, incluso en la Facultad. En la época de residente tienes contigo al médico de plantilla, que te va dando unas pautas, pero depende mucho del estilo y del carácter de cada persona.

-¿De quién ha aprendido usted?

-De mi época de residente en Valdecilla recuerdo a Pablo Ugarte, un buen comunicador. De los residentes mayores aprendes mucho, aunque luego tiras del médico adjunto. En el HUCA he aprendido del equipo en general, aunque debo destacar a Carlos Ponte, el anterior jefe de la uvi cardiaca, que me enseñó muchas cosas de los que podríamos llamar oficio: habilidades de comunicación, saber hacer... Aunque vienes aprendido, incorporas destrezas que sólo te las da la práctica. En el ejercicio de la medicina puedes aprender algo nuevo casi todos los días. Si no estás dispuesto, casi mejor que abandones.

-¿Se hacen largas las guardias en una uvi?

-Tú trabajas al ritmo de lo que el paciente va requiriendo, y en la uvi el trabajo es integral: tienes que cuidar los pulmones, el corazón, los riñones... A veces haces cosas cuyos efectos puedes ver de forma inmediata, pero otras las ves al cabo de unas horas, o incluso de días. En general, puede decirse que los frutos de una guardia bien hecha se ven al día siguiente, y los recoge el compañero que viene detrás.

-¿Termina la jornada y la mente sigue pedaleando?

-Hay pacientes que te llevas a casa, pero no todos, claro, porque entonces estaríamos ingresados en psiquiatría. Y al llegar al día siguiente preguntas, te interesas...

-¿Se ha topado con recuperaciones casi milagrosas?

-Alguna vez sí.

-¿Por ejemplo?

-Hace poco tuvimos un paciente que había sufrido un infarto. Se le rompió el tabique interventricular, le pusimos una ECMO, un sistema de circulación extracorpórea que apoya al corazón y al pulmón, y logró aguantar hasta que llegó el corazón de un donante.

-¿Usted lo daba por perdido?

-Yo y todos mis compañeros, porque era una situación muy catastrófica.

-¿Cómo está ahora?

-Trasplantado, vivo y estupendo. Si esto hubiera sucedido antes de que tuviéramos este tipo de dispositivos tendría que haberse intentado una cirugía a la heroica, en la que el resultado siempre es muy malo, o se moriría. Ahora sacamos adelante pacientes que antes no llegaban al trasplante o llegaban muy deteriorados.

-¿Qué avances destacaría?

-Los sistemas de monitorización cada vez son más sofisticados, nos dan más información. Han avanzado mucho los procedimientos diagnósticos, y por eso cada vez tienes más datos para juzgar lo que está pasándole al paciente y para que los imprevistos sean los mínimos.

-¿Por destacar uno?

-Quizá el progreso más decisivo hayan sido, como he dicho, las asistencias mecánicas para el corazón que no funciona a causa de un gran infarto. Nos dan tiempo para llegar al trasplante, por ejemplo. Y hay un paso más, que son las asistencias circulatorias de largo plazo. Ahora tenemos resuelto el medio y el corto plazo, pero necesitamos eso mismo para pacientes que no pueden recibir un nuevo corazón porque no hay órganos para todo el mundo, de manera que puedan irse a su casa con este tipo de máquinas.

-¿Algún sueño?

-Crear un corazón artificial, individualizado para cada paciente. Creo que se dan pasos, pero está lejos. El organismo humano es una máquina muy perfecta. El corazón es a la vez sencillo y complejo, y construir algo similar es muy complicado.