Juan Vázquez, trabajaba en el último piso del edificio de Uría 58, en la sede española de la Asociación de Comarcas Mineras (ACOM) que acabó comido por las llamas. Fue el último en abandonar el inmueble, a toda prisa, en medio de un espeso humo, guiado por un Policía y dejando atrás los papeles, documentos, y discos duros que resumían doce años de trabajo y esfuerzo. Todos fueron pasto del fuego. El susto del incendio dio paso al intento de muchos de los trabajadores de la zona por intentar hacer inventario entre las cenizas. Para algunos, como Vázquez fue imposible ya que su lugar de trabajo había desaparecido. "Estaba poniendo en orden las facturas del trimestre cuando empece a oler algo raro, cuando ya fuera vi que el edificio se caía por dentro yo también me derrumbé, el trabajo de doce años era ceniza", rememora.

Aún así, y pese a vivir fuera de la capital, este trabajador de Acom acudió ayer a Oviedo, y se reunió con su jefa en una cafetería, cerca de su antigua oficina. "Hicimos algo de inventario de las cosas que debíamos recuperar y en las que debemos de ponernos a trabajar el lunes", asegura, "pero la verdad es que me he levantado con una tremenda sensación de vacío e impotencia". No era el único. Un día antes, había seguido con especial atención cómo las llamas se iban extendiendo poco a poco por el edificio hasta llegar a su despacho. Arriba del todo, en el altillo.

Afortunadamente, Adrián Barbón, presidente de Acom, asegura que él mismo guarda una copia de la documentación de los proyectos que se habían presentado para optar a los fondos mineros. "El resto desapareció todo, eso es un fastidio porque supone empezar de cero, pero no es nada comparado con la muerte del bombero, Eloy Palacio", aseguró el líder de la asociación.

Igual suerte corrió la documentación que, dos plantas más abajo, tenía la Federación Asturiana de Concejos (FAC). Aunque en su caso, tenían una copia externa de parte de la documentación y discos duros que habían hecho un par de semanas. Pero, los originales de muchos proyectos que habían sido subvencionados por la Unión Europea (UE) acabaron reducidos a cenizas.

"Teníamos guardados los originales de resoluciones europeas, de subvenciones de algunos proyectos, ahora todo ha quedado en escombros", señala su presidente Ignacio García Palacios, "para nosotros ha sido un desastre completo". Ahora la asociación va a pedir que un acta notarial, para poder justificar el incidente ante Bruselas si, llegado el caso, les piden alguno de los papeles que han desaparecido entre las llamas. La FAC ya ha encontrado un nuevo acomodo en la sede de la antigua procuraduría general, en la plaza de Riego.

Mientras tanto, en los edificios colindantes plagados de despachos abogados, asesores o constructores, muchos de estos profesionales intentaban recuperar los documentos que tenían guardados en sus oficinas. En el edificio adyacente, el 56 de Uría, el letrado Juan Casero Lambás, aseguraba que "hemos podido entrar a coger los ordenadores y documentos imprescindibles". Y señalaba: "El edificio está bien, como lo dejamos. Fue vaciado en su día para una reforma y toda su estructura es de hormigón". En el mismo portal trabaja el constructor Julián Bravo, que ratifica la tesis. "El inmueble no está afectado. Es cierto que el fuego anduvo por el tejado pero acabo de entrar y está como me esperaba, no hay daños. La reforma se hizo a conciencia, solo mantuvimos la fachada", aseguró.

Al otro lado de Uría, en el primer piso del edificio incendiado de Melquiades Álvarez, tiene su despacho el abogado José Manuel Fernández González. "Empezamos a oler a quemado y vimos que del edificio de enfrente salían llamas", recuerda. El letrado ya ha solicitado en los juzgados la demora de algunos de sus procedimientos hasta que pueda recuperar su actividad. El lunes, aseguró, "me trasladaré a un despacho de Uría 36-38 para seguir atendiendo a mis clientes".

También en Uría, Covadonga Luengo, trabaja en una asesoría del número 60. "A nosotros nos pilla en el peor momento posible, porque empezamos ahora con las declaraciones trimestrales. Ayer pudimos sacar alguna cosa, pero no lo suficiente. Es una faena". En el mismo portal el abogado Joaquín de la Riva, señaló que "nos dicen que dentro todo está bien, pero que hasta que apaguen el fuego por completo y lo apuntalen no podremos acceder".

Algunos de los comercios más cercanos a Uría 58 tuvieron que echar estos dos últimos días la persiana. "Esto va a ser un castigo, económicamente hablando, para muchos. Un duro golpe", reconocía uno de los comerciantes de la zona. A unos metros en una esquina del campo San Francisco un grupo espontáneo de vecinos, vinculados al grupo de Facebook "Adictos a Oviedo", montó un pequeño altar en homenaje a Eloy Palacio, el bombero que murió luchando contra el fuego.