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"El fuego nos dejó en la calle sin nada"

La familia que ocupaba el tercer piso del número 25 de Melquíades Álvarez vive de las ayudas de amigos y familiares y critica la "nula" atención de Servicios Sociales

Ramón Junco mira hacia el tercer piso del número 25 de la calle Melquíades Álvarez, donde sólo quedan las ventanas de lo que fue su casa. LUISMA MURIAS

Ramón Junco tiene que esforzarse para contener las lágrimas cuando hace cuentas de todo lo que le arrebató el fuego durante el incendio del pasado 7 de abril, que se inició en la calle Uría y se llevó por delante dos edificios en pleno centro de Oviedo. En el tercer piso de uno de ellos -el situado en el número 25 de Melquíades Álvarez- las llamas consumieron parte de su vida y la de su familia mientras miraba impotente cómo los bomberos no podían hacer nada por evitarlo. Fotografías del bautizo de su hija, de la boda con su mujer, sus ropas, los objetos de valor... Y, sobre todo, los sentimientos que guardaban en una vivienda en la que llevaban residiendo desde hace muchos años. Ahora, una vez que todo se ha reducido a cenizas, no les queda absolutamente nada. "El fuego nos ha dejado en la calle y desesperados", explica Junco con una frase que resume lo que está pasando.

Si se mira hacia lo que fue su casa desde la calle sólo se ve el cielo a través del hueco de las ventanas. "Las partes que no se quemaron tuvieron que derribarlas", señala Junco, que en el momento en el que se inició el fuego no estaba en casa. "Estaba mi mujer. Sobre las doce de la mañana me llamó al móvil y me contó que salía humo del edificio de la calle Uría, pero no creíamos que la cosa iba a ser tan grave", afirma. Cuando llegó a las inmediaciones del portal ya estaban por allí los bomberos. "Eso me dejó más tranquilo", recuerda.

Su mujer había bajado a la calle y estuvieron un rato atentos a las labores de extinción, como otros muchos ovetenses, pero la cosa iba a más. "Decidimos subir a por nuestra perra, 'Kora', y cuando estábamos volviendo a bajar ya venían los bomberos para desalojar el edificio", explica el afectado. En el trayecto hasta la calle, por las ventanas de la escalera, ya vieron que la situación se estaba complicando. "El humo que salía del edificio de Uría, que está pegado al nuestro, ya era impresionante", señala. No les dio tiempo "ni a coger ropa" de abrigo. "Después pasó lo que todos sabemos. El fuego llegó a nuestro edificio. Empezó por el desván, pero poco a poco las llamas fueron avanzando. Se veían salir por las ventanas, sobre todo por las de la habitación de la niña".

Ahora, el matrimonio y su hija, que tiene trece años, han tenido que trasladarse a vivir a casa de la madre de Ramón Junco, que reside en La Estrecha. Ambos están en el paro y por el momento no han recibido ni compensaciones económicas por parte de los seguros ni ayudas de manos de las instituciones. "El trato que estamos recibiendo por parte del área de Servicios Sociales es nulo a pesar de que lo nuestro es una emergencia social. La concejal -por Marisa Ponga- ni siquiera asistió a la reunión que mantuvimos ayer -por el jueves- en el Ayuntamiento", señala Ramón Junco, que por el contrario agradece la atención que están recibiendo "por parte del arquitecto y el aparejador municipal". La familia también recibe ayuda por parte de amigos, familiares y del colegio al que asiste su hija. "Las monjas de La Milagrosa y la asociación de padres se están portando fenomenal con nosotros", asegura Junco.

La familia de Ramón Junco -que se ha puesto en manos de la abogada Alejandra Gutiérrez García- sólo pide que todo se resuelva lo antes posible para recuperar la normalidad. "Lo primero que queremos es tener un techo para volver a empezar", subraya Junco.

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