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Jesús Suárez Tamargo | Empresario hostelero

"Quiero mucho a Oviedo, la ciudad que me lo ha dado todo en la vida"

"Empecé con un hermano en el restaurante de un tío nuestro; no sabía nada del negocio hostelero, más bien aprendí a base de broncas"

Jesús Suárez Tamargo es lo que suele denominarse un hombre hecho a si mismo, un empresario hostelero de éxito que desde joven supo lo que era el trabajo duro. Aunque nació en El Llovio, una pequeña aldea del concejo de Grado, allá por 1957, su trayectoria, desde la adolescencia, se desarrolló en Oviedo, la ciudad que en sus propias palabras, le ha dado todo lo que tiene. Jesús Suárez se siente orgulloso de lo que ha construido y también de formar parte de la urbe a la que ha visto cambiar y evoluciona.

De una aldea de Grado al Oviedo de los años setenta. "Nací y me crié en El LLovio, en el concejo de Grado. Crecí en una familia amplia, con siete hermanos, seis chicos y una sola niña. Terminé la escuela y vi que en casa, con tantos hermanos como éramos, mi trabajo no era estrictamente necesario. Así que, también motivado por el deseo de ganar algo de dinero, me puse a trabajar en una empresa de maderas que estaba cerca de mi pueblo. Mi primer destino fue un gran monte de eucaliptos. Estuve seis meses. En aquella época se necesitaba mucha madera para las minas".

El trabajo en Pravia. "Unos vecinos que trabajaban en Pravia, también en el sector de la madera, hablaron de mí a los propietarios de la empresa. Yo trabajaba muy bien y vinieron a buscarme. Con dieciséis años era de complexión fuerte, muy adecuada para ese tipo de actividad. Me llevaban y traían a casa todos los días. Salía a las seis de la mañana y volvía por la tarde. Más adelante me pagaron la pensión. Todo fue a causa de un enfado que tuve un día con la persona que me traía a casa. El encargado me vio llorando muy triste. Le causó impresión, yo era casi un niño. Se fue al muelle y le dijo al jefe que si yo me marchaba él también. Entonces me buscaron una pensión en Agones. Avisé en casa de que me quedaría allí y empezó otra nueva etapa en mi vida".

El encuentro definitivo con Oviedo. "Yo seguía trabajando en Pravia cuando un tío que tenía un local en el Cristo, nos llamó a mi hermano y a mi para trabajar con él en el bar restaurante Navarón, que había montado. Mi hermano ya estaba en la Viuda de Basilio, en la Calle San Francisco, donde ganaba muy buenas propias, siguiendo el sistema de la época, cuando se trabajaba casi sin sueldo. El bar restaurante Navarón se llamaba así en recuerdo de la denominación que recibía la casa de mi abuela y también por la famosa película 'Los cañones de Navarone', con Gregory Peck, David Niven, Richard Harris y Anthony Quinn, entre otros famosos actores. Con 17 años me vine para Oviedo sin saber nada del oficio hostelero. Aprendí a base de broncas".

Aquel primer piso que albergó a los hermanos. "Hice la mili en Gerona. Cuando regresé, uno de mis hermanos había hecho la reserva de un coche. Para entonces ya estábamos cuatro en Oviedo. Yo pensé que aquel vehículo sólo iba a servir para problemas entre nosotros y le quité la idea de la cabeza. A cambio dimos aquel dinero para la entrada de un piso que costaba tres millones de las antiguas pesetas, una cantidad importante en aquel año 1977. Se demoró la obra y nos lo entregaron más tarde de lo previsto, pero al final, tuvimos el piso. Los hermanos se iban quedando con nosotros y llegamos a vivir cinco en aquella casa que era nuestra, de la que estábamos tan orgullosos. Hoy pienso que hicimos muy bien en realizar esa inversión. Desde luego, el coche no nos habría dado tanto juego. También tengo que decir que para mí la mili la fue toda una experiencia. Hice muchos amigos. Muchos de ellos entre los mandos, con los que conservo un estupendo trato".

Los hermanos como una piña. "Han pasado los años y los seis hermanos seguimos juntos. Regentamos tres locales en Oviedo. La única hermana se casó en Belmonte y de su casería vienen muchos productos para nuestros locales. Esa excelente relación que tenemos es una de las cosas más maravillosas de mi vida. Sabemos que siempre estamos ahí para ayudar en lo que haga falta y también para turnarnos en la atención a los negocios, claro, que es importante".

Cuando los menús eran a 90 pesetas. "La vida en el Oviedo de mi juventud era muy distinta. Para empezar, había menos bares. Un menú del día costaba 90 pesetas, menos de un euro. Se anunciaban en la hoja deportiva. Los cafés se cobraban a cinco pesetas. Si algún cliente pedía un vino un poco especial lo mirábamos como si fuese un ser especial. Si alguien solicitaba un whisky Chivas la barra entera se quedaba mirando. Ahora nos quejamos pero la evolución en el nivel de vida ha sido tremenda. Ahora, con crisis y todo, se accede a la mayoría de los productos cualquier día de la semana. Nosotros bajábamos por Oviedo a pasear y mirábamos los menús y las cartas de los restaurantes. Muchas veces no nos convencían".

El secreto es el esfuerzo. "El éxito en los negocios no viene por casualidad, es cuestión de esfuerzo y de no venirte abajo en cuatro días. La política de la casa es dar buen trato a los clientes y tener un horario amplio. Si quieres tener éxito en la vida algo lo tiene que fomentar. Me considero un hombre afortunado. Quiero mucho a mis sobrinos y a mis padres, que todavía viven. También a Oviedo, la ciudad que me lo ha dado todo. Tal vez, lo único que echo de menos es un poco más de tiempo libre".

Fútbol en el corazón. "No soporto que se hable mal de ningún equipo asturiano. Deseo que el Oviedo vuelva a Primera División y me gustan los colores del Barcelona, tal vez porque Quini era y es uno de mis ídolos. Bueno... dicen que de joven me parecía a él".

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