La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Oviedo escondido de la Vega, al descubierto

Un total de 135 personas participan en una visita sorprendente a la Fábrica de Armas, un lugar tan grande como "17 Carlos Tartiere"

El Oviedo escondido de la Vega, al descubierto IRMA COLLÍN

La Fábrica de Armas de la Vega es un Oviedo escondido. Una ciudad dentro de la ciudad. Esa es la impresión que ayer 135 personas se llevaron de los más de 118.000 metros cuadrados en desuso que el Ministerio de Defensa posee en la Tenderina alta. La visita formó parte del programa de las Jornadas de Patrimonio Industrial que organizó a lo largo de la semana el Ayuntamiento carbayón en colaboración con el de Mieres y el de Langreo.

La historiadora María Fernanda Fernández guió a los participantes durante dos horas por viales arbolados, calles secundarias, naves y talleres con vistas a San Julián de los Prados y a Ventanielles mientras hablaba del pasado. Uno lejano, del siglo XIX, cuando las hermanas benedictinas de la Vega tuvieron que abandonar sus posesiones para dar paso a una factoría armamentística. Y otro mucho más cercano, de 2013, cuando la fábrica cerró sus puertas definitivamente. El relato de lo que sucedió entre ambos períodos atrapó desde el minuto uno a los presentes, que admiraron el edificio de dirección y la capilla Santa Bárbara, y entraron en el claustro, el taller de lima mecánica, la Escuela de Aprendices, la nave de ametralladoras y la de cañones. Es decir, una pequeña parte de un terreno que equivale, según la guía, "a 17 campos de fútbol como el Carlos Tartiere".

El reloj del cuartel que en su día albergó las oficinas y los despachos de los altos cargos está parado en las diez menos cuarto. Quizás esa fue la hora en la que la Vega cesó su actividad el 5 de febrero de 2013. Al igual que el reloj, miles objetos parecen estar congelados en el tiempo dentro de las naves, en las que aún hay restos de grasa y aceites industriales en el suelo.

No hace falta entrar en los talleres para apreciar esos detalles. A través de las ventanas de los edificios -la mayoría rotas- se ven muebles destartalados, lámparas de acero y máquinas de otro siglo. "Por favor, no se detengan ni se desvíen del camino". La historiadora estuvo muy pendiente de los visitantes y del entorno sin alterar su discurso, en el que combinó datos históricos con curiosidades artísticas y populares. Además, a pocos metros de ella, el comandante Jorge Luis Santiago, jefe del área de Patrimonio de la delegación del Ministerio de Defensa en Asturias, veló por la seguridad de todos y de todo.

"Aquí se puede habilitar desde un recinto ferial hasta un salón del automóvil", dijo Fernando de la Hoz, un ovetense impresionado por la "enormidad" del lugar al poco de comenzar el tour. La primera parada fue ante la portada de la capilla, parcialmente románica y que sufrió una intervención a mediados del siglo XX por el arquitecto Luis Menéndez Pidal. "Si se dan la vuelta verán un busto de Isabel II que fue fundido en Trubia". Los visitantes giraron sobre sí mismos mecánicamente obedeciendo la orden. En la base de la escultura leyeron: "Se inauguraron los trabajos de armería el 10 de junio de 1857".

La segunda parada, el claustro, huele a moho. El vestigio benedictino está integrado en un edificio de techo metálico que sirvió de almacén de armamento. Ahora los charcos salpican el suelo y han adquirido un color verduzco que se huele antes que se vea. En los laterales de la sala hay decenas de máquinas arrinconadas y placas de calles desperdigadas con el nombre de "Comandante Boado y Castro" o "Coronel Fernández Ladreda".

A Belén Álvarez, que fue a la Vega con una amiga, el espacio le fascina. "Siempre he sentido curiosidad por saber qué había detrás del muro de la Tenderina y por fin lo he conseguido".

La nave de limas mecánicas o la de ametralladoras hicieron que los presentes se sintiesen muy pequeños. Y es que hay dimensiones que asustan, como los 6.250 metros cuadrados del taller de fabricación de cañones de armas. Son espacios vacíos que conservan las marcas de la maquinaria en el piso. Pero si hubo una parada que logró que el más perezoso sacase el móvil o la cámara de fotos del fondo de su mochila fue la Escuela de Aprendices. Las frases de las paredes se llevaron la mayor parte de los flashes. "El trabajo y la honradez dignifican al hombre", "No estudies para la escuela sino para la vida" o "Nadie nace enseñado" son algunas de las máximas que vieron a diario miles de aprendices que estudiaban allí de enero a diciembre y sólo descansaban diez días en verano y siete en Navidad.

La pareja formada por Ignacio Rico y Beatriz Valle reflexionó al final de la visita. Ella "hubiese hecho la visita pagando porque el lugar es impresionante". Él, cree que la Vega "tiene un potencial turístico enorme y de primer orden tal y como está".

Compartir el artículo

stats