El ovetense Andrés Fernández Rodríguez, apasionado de la bicicleta y transportista de profesión, no andaba bien de salud últimamente. El ciclista fallecido tras despeñarse con su bicicleta cuando realizaba una ruta en el monte Naranco a última hora del jueves comentó a sus allegados que se encontraba débil y que estaba pendiente de unas pruebas médicas. Por eso, hoy sábado, había decidido acudir solamente como espectador a una prueba denominada "El infierno cántabro", en el entorno de las cuevas del Soplao, en Cantabria. A falta de lo que determinen los forenses tras analizar todos los datos de la autopsia, su entorno se agarra a esta circunstancia para explicar el accidente. Lo explicó en declaraciones a este periódico su amigo del alma, Ángel Suárez, compañero de trabajo en la cooperativa Asturcoop y también aficionado a la bicicleta. "Estaba de médicos, un poco débil, algo le tuvo que pasar porque él esos caminos los conocía como la palma de la mano", manifestó.

Ángel Suárez estuvo con el fallecido a las cinco y media de la tarde, unas horas antes del accidente. Se despidieron en su centro de trabajo y Andrés Fernández -que vivía solo en la zona del Palacio de los Deportes- le dijo que igual se animaba "a dar una vueltina" en bicicleta. Cuando la noticia saltó y Suárez leyó en LA NUEVA ESPAÑA la información sobre la muerte de un ciclista descendiendo el Naranco por una ruta, en la zona de la Fuente de los Pastores, temió lo peor. También temió que algo malo podía haberle pasado a Andrés su jefe en la cooperativa Asturcoop. Lo normal es que le avisase cada día de la ruta que iba a realizar al día siguiente, y el jueves no lo hizo.

Los dos llamaron al teléfono móvil de Andrés y fue Ángel Suárez el primero que obtuvo una respuesta, la peor de las respuestas. Tras varios intentos, una voz masculina respondió al otro lado. Él, de forma espontánea, llamó a su amigo: "Andresín, ¿cómo estás...?". Pero al otro lado del teléfono una persona que más tarde se identificaría como forense le respondió "Andresín no está". Fue un palo. "Me dio un bajón de la virgen, éramos como hermanos", dijo ayer, en conversación con este diario. "Andaba mucho con él, era una persona reservada para sus cosas, pero habíamos hecho mucha amistad. Íbamos a ir juntos al Soplao mañana (por hoy) a la marcha de montaña, pero como se encontraba débil decidió ir solo a verme", explicó.

Fue Ángel Suárez, vecino de Las Vegas (Corvera), quien introdujo a Andrés Fernández en el Club Ciclista Trasona, con el que solía salir todos los fines de semana de ruta. A parte de la bici por carretera, también le gustaba hacer rutas de montaña, como la del Naranco, una de las que más frecuentaba por la proximidad con su domicilio en Oviedo.

Padre de una hija de corta edad, Andrés Fernández estaba muy ilusionado con un viaje que había programado con ella para llevarla este verano a Eurodisney. "De la niña hablaba mucho, iba a llevarla a París durante las vacaciones el pobre, qué mala suerte", relató ayer su amigo Ángel.

Los restos mortales de Andrés Fernández Rodríguez serán incinerados esta tarde, en la intimidad, en el tanatorio, donde permanece instalada la capilla ardiente.