La capital asturiana respondió ayer en la lucha contra el cáncer por encima de las expectativas. Dos mil personas participaron en la primera carrera solidaria contra la enfermedad, organizada por la Junta Provincial en Asturias de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). No había premio para los ganadores, ni tampoco palmarés, porque no era una competición. Se trataba de apoyar a los enfermos y a su entorno "para decirles que no están solos", tal y como explicó Margarita Fuente Noriega, presidenta de la asociación en Asturias.

Familias enteras, grupos de amigos, y algún que otro rostro conocido salieron a las diez y media de la mañana de la plaza de la Catedral para recorrer cinco kilómetros por las calles del centro de la ciudad. Dieron la salida Luis Olay, jefe del servicio de oncología radioterapia del HUCA; Germán Juan, jefe de Radioterapia y Oncología del HUCA; Emilio Esteban, jefe del Servicio de Oncología del HUCA; los concejales Diego Valiño y Fernando Villacampa; el director de Salud Pública, Antonio Molejón; el director de Turismo, Julio Zapico; y la montañera y vocal de la AECC en Asturias, Rosa Fernández, entre otros.

La espera se hizo amena porque los que no corrieron disfrutaron bailando zumba a los pies de la Catedral, realizando coreografías dirigidas por monitores con mucho ritmo. Finalmente, los primeros participantes cruzaron la línea de meta, en el mismo emplazamiento, unos veinte minutos después del pistoletazo de salida. El tiempo también acompañó y la lluvia respetó la duración de la carrera.

"Estamos muy satisfechos, era la primera vez que la organizábamos algo así y no sabíamos lo que iba a pasar. La cifra de dos mil personas superó las expectativas, además la gente lo pasó muy bien, así que habrá que ir pensando en la segunda", aseguró Margarita Fuente tras la carrera.

A la llegada del pelotón -muchos participantes lo hicieron caminando, o a su ritmo- se vivieron escenas emotivas, cuando los que corrían y los que esperaban se fundían en un abrazo. Porque algunos eran enfermos de cáncer que decidieron darse un empujón de autoestima, o familiares de enfermos que les brindaron el esfuerzo. No obstante, la mayoría de los participantes eran ciudadanos anónimos quienes, con el pago de la inscripción, pretendían contribuir a financiar proyectos de investigación emprendidos en distintos ámbitos para luchar contra la enfermedad. La marcha verde contra el cáncer -todos llevaban una camiseta del color de la esperanza- se desarrolló sin ningún incidente.