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La realidad que el ojo no quiere mirar

El asturiano Kiko Miyares, sensación de la Feria de Arte de Oviedo y de Art Madrid 2016, da un paso más en su "representación deformada" en su nueva exposición

La realidad que el ojo no quiere mirar

Al entrar en la galería ovetense de Arancha Osoro, aparecen ante el espectador siete imponentes esculturas de madera. Una mujer y un hombre, dos personajes fácilmente reconocibles, que se van desestructurando hasta fusionarse en un mismo plano en la última pieza. Una figuración que se deforma y que juega con el receptor para activar su imaginación, su capacidad de mirar y sus ganas de ir más allá.

Para entender mejor estas frases, puede mirar las esculturas de la derecha. No es un error de ajuste de la imagen, es la realidad a través de una mirada diferente. El autor de esta sugerente experiencia artística es Kiko Miyares, el creador que causó sensación en la última edición de la Feria de Arte de Oviedo y que conquistó al público madrileño en la feria Art Madrid 2016 con sus piezas de madera tridimensionales. Ahora, el artista da un paso más con "Ver mirar", la primera muestra individual que realiza en una galería en los más de doce años que lleva trabajando este material.

Nació en Oviedo en 1977, aunque se siente llanisco, lugar en el que pasó toda su vida hasta que se marchó a estudiar Bellas Artes a Bilbao, y en el que se ha vuelto a instalar hace siete años. Con el ansiado reconocimiento en sus manos, Miyares da un paso más en su trabajo de distorsión de representaciones. "Cada vez busco llevar esa idea de la percepción externa hacia algo más complejo, con más deformaciones y efectos. Busco el impacto en el espectador". Así, partiendo de dos personas estereotipadas, "que pueden ser cualquiera que conozcamos", inicia su juego de piezas, dimensiones y relaciones. Piezas de madera de pino trabajadas artesanalmente pero con un aspecto completamente tecnológico. "Trabajo mucho con ordenador. Tengo un archivo de personas reales que voy deformando con un programa de 3D hasta que consigo lo que busco. Luego llega la parte primitiva con el trabajo del material y la pintura". De hecho, en estas últimas piezas, que ha realizado en los últimos dos meses y medio, hay más color y pintura que nunca. "Hice hincapié en el color para acentuar esa asociación de los personajes, pero dejando ver el material. Si se tapan las vetas, ¿para qué trabajar en madera?". Así, en la pieza en la que ambos personajes se unen, consigue poner ante el receptor a dos personalidades que están en el mismo espacio, que se ven y que se miran, a la vez que miran al espectador. Algo poco habitual. "No es uno frente a otro, cambia esa perspectiva tradicional. Todos tenemos una capacidad innata para ver cosas y no la tenemos muy explotada. Cuando se rompe el esquema habitual nos cuesta verlas, así que hay que entrenar".

Es un firme defensor de que se puede hacer arte contemporáneo "sin tener que escapar de la figuración o la representación". Además, no intenta lanzar mensajes directos o con intencionalidad. "Al ver otros seres, el espectador completa su historia, sus pensamientos y sus sentimientos. Eso es lo que me interesa. Trabajo con representaciones neutras, abiertas, que dejen libertad para completar al que las mira". Un trabajo completo, impactante y atractivo al que ha llegado después de un largo camino.

Siempre le atrajo el dibujo, desde niño, por eso en la universidad se especializó en este campo, aunque ya empezó a coquetear con la escultura. "Primero trabajé con piedra y luego me pasé a la madera". Unas disciplinas que compaginaba con trabajos "de lo que fuera" para poder subsistir. Trabajó en el Guggenheim, expuso en diferentes espacios pequeños, públicos y privados, en Bilbao y en Asturias, y con la crisis decidió instalarse definitivamente en su pueblo. Así llegó su oportunidad, la de que sus piezas vieran la luz. Y con ella el éxito que buscaba: poder dedicarse solo a la creación y sobrevivir con ello. Una nueva etapa que no ha hecho más que empezar.

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