No tienen nada que ver. Ni en forma de ser, ni en estilo pictórico, ni en intereses particulares, ni en el camino que les ha traído hasta aquí. Pero los pintores Carlos Muro, Carmen Mansilla y Francisco Roa, los tres protagonistas de "Exposición a tres", la muestra que inauguró ayer la galería Murillo, conectan gracias a la pasión que mueve los hilos de su vida: la pintura. Y la figuración, en su sentido más amplio. Es la primera vez que comparten exposición y para Roa, esta es la primera vez que expone fuera de Madrid; pero al mirar sus obras dentro del mismo espacio el puzzle se completa. A un lado la pulcritud, la técnica y la delicadeza de los dibujos arquitectónicos de Roa; al otro, la personalidad, los juegos de luces y sombras, los claroscuros y la pincelada inconfundible de Muro; y en el centro, el carisma, la belleza, la pereza y el manejo del color de Carmen Mansilla. Tres pretendientes para una misma doncella, la pintura en mayúsculas.

Francisco Roa estudió Bellas Artes en Madrid y, aunque se especializó en escultura, siempre se sintió atraído por el dibujo y la pintura. Por eso, desde hace 30 años, les dedica todo su tiempo. Hace bodegones, retratos, paisajes y arquitecturas, el tema principal de los ocho dibujos que presenta en Oviedo. "No concibo los lugares sin intervención humana, pero me interesan las construcciones viejas, con materiales rústicos que se integran en el espacio natural", afirma. Sus paisajes, algunos de ellos inventados y todos modificados del natural, pertenecen a su tierra natal, Guadalajara, o a Madrid, "pero podrían ser de Asturias, porque me centro en los que tienen mucho verde. Dibujo lo que me gusta ver en la realidad". Carmen Mansilla también pinta desde siempre, "pero tuve que reconducir mi camino profesional porque a mi familia no le hacía mucha gracia que me dedicase a esto". De esa forma llegó al campo de la ilustración aplicada al diseño, hasta que hace siete años decidió cambiar de rumbo y dedicarse a su vocación. "Me fui a estudiar a Florencia, para trabajar la pintura de la manera clásica". Abandonó el ordenador y se pasó al óleo realizado al natural, siempre que sea posible. Sus retratos de jóvenes sin ornamentaciones hablan de ese amor que siente por la técnica y de esa habilidad para retratar personalidades y sentimientos. "Me interesa hacer pintura sincera".

Eso mismo le ocurre a Carlos Muro, y parece que esa sinceridad es lo que le ha llevado a encontrar lo que buscaba, su estilo definitivo. El artista madrileño dejó su puesto en la dirección de una empresa automovilística para centrarse en el dibujo, algo que siempre había ocupado un segundo plano en su vida. "Me hice unos guantes con un portaminas en cada dedo y empecé a dibujar en mi estudio con ellos durante tres meses". Los primeros dibujos que realizó tras esa experiencia le llevaron a ganar el premio "Penagos" de dibujo y a empezar a interesarse por artistas como Morandi. Pero entró en la galería Santiago Echeberría de Madrid, y sus carismáticos retratos, en los que fusiona la técnica del hiperrealismo fotográfico con la pintura tradicional, con el blanco y el negro (y sus fusiones) como única opción, ocuparon todo su tiempo. Hasta ahora. "Estoy empezando a experimentar con los bodegones, con los juegos de luces y sombras, en los que no me importa el material ni el color, solo las formas y la luz".