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El último culín de un singular maestro

Severino Cuevas, maestro en Tazones, discotequero y hostelero de la sidra en Villaviciosa y en Oviedo, se jubila de la calle Gascona

En primer término, Severino Cuevas, a la derecha, con Alí Irga escanciando; tras la barra, por la izquierda, Alberto Roces, Javier Rodríguez y Daniel Álvarez, ayer, al mediodía, en la sidrería Villaviciosa, en la calle Gascona. LUISMA MURIAS

Después de la última comida de ayer, la sidrería Villaviciosa cerró sus puertas tras veinte años de buena sidra e igual condumio en la calle Gascona. Su propietario, Severino Cuevas Suárez (Pañeda Nueva, Siero, 1946), se jubila. Lo deja un histórico de la hostelería asturiana, aunque a su sidrería ya la cortejan varios hosteleros.

"Veinte años en Gascona. Cuando llegué, de casualidad, los coches aparcaban sobre la acera; nada parecido a la calle peatonal de ahora", recordaba ayer al mediodía poco antes de cerrar las puertas de su emblemático establecimiento.

Más recuerdos comenzaron entonces a aparecer en la memoria de Severino Cuevas, que llegó a la calle Gascona sin proponérselo. "Un día, junto con unos amigos, vinimos desde Villaviciosa a comer a Oviedo. Uno de ellos era llagarero y nos comentó que quería ver una taberna gallega que traspasaban en Gascona, A Muñeira. Fuimos con él y el local me gustó para una sidrería, porque la calle me parecía buena para el negocio".

Entonces en la calle Gascona sólo había tres sidrerías: El Ferroviario, Asturias y Pigüeña, pero poco después se fueron sumando otras hasta que la zona se convirtió en un referente turístico de Oviedo. "Después de llegar yo la calle se puso de moda, y tiempo después los sidreros nos asociamos y logramos algo que entonces era difícil de imaginar. El Bulevar de la Sidra fue un éxito total y, pese a la crisis, logramos capear el temporal".

Y de malos tiempos Severino Cuevas sabe algo, sobre todo en la mar. De joven, después de terminar Magisterio, fue maestro en Tazones, y fue entonces cuando le empezó a tirar el mundo de la pesca. De madrugada los marineros lo avisaban para salir a faenar llamándolo a voces en la fonda donde se alojaba, de nombre piratesco, La Tortuga.

Empresario inconformista

Después llegaron los cantos de sirena que hicieron cambiar de rumbo al maestro de pueblo. "No fue una decisión fácil, pero de joven tenía muchas inquietudes". Con su hermano René abrió en Villaviciosa una de las discotecas más famosas de Asturias en los años ochenta, Scorpio, donde triunfaron "Los Pekenikes" y "Los 3 Sudamericanos".

Pero como a Severino y a su hermano les podía el espíritu emprendedor y el mundo de la sidra les atraía, se embarcaron en una nueva aventura y fundaron, también en Villaviciosa, el restaurante Amandi. Fue todo un referente de bodas y banquetes.

"Pero la Villa tiene un invierno largo y un verano corto, por eso cuando me apareció la oportunidad de venir a Oviedo no lo pensé dos veces. Ahora no sé si fue una decisión acertada lo de la hostelería, porque si hubiera seguido en la enseñanza hubiera tenido una vida más cómoda", comentó nostálgico.

"Pero lo hecho hecho está y ahora ya no merece la pena volver la vista atrás. Lo único cierto es que el paisano cansó y quiero disfrutar de mi familia", sentenció el popular sidrero.

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