Sonia Puente Landázuri (Gijón, 1971), es la nueva decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Casada y sin hijos, lleva un apellido leonés y otro navarro. Tras la elecciones del pasado martes, Sonia Puente encabezará una junta directiva colegial de nueve miembros.
-¿Autobiografía exprés?
-Viví en Gijón hasta los 18 años y me fui a estudiar la carrera a La Coruña. Después trabajé dos años en Gijón en la empresa Norcontrol y a continuación me incorporé a Sogepsa (Sociedad Sociedad Mixta de Gestión y Promoción del Suelo de Asturias). De 2002 a 2009 trabajé en Madrid, en dos empresas inmobiliarias y al volver recuperé la plaza de Sogepsa, en el área técnica de urbanismo.
-Defínase con una obra arquitectónica de Asturias.
-El edificio de Vaquero Palacios de Hidrocantábrico, actual EDP, en la plaza de la Gesta de Oviedo. Es de 1964, y en su día fue transgresor, pero hoy sigue siendo muy contemporáneo. Vaquero, un arquitecto que integró las Bellas Artes con la arquitectura, le incorporó todas las tendencias modernas de EE UU. Además, es un edificio representativo del modelo de región y de la economía de la época, concretamente de la producción eléctrica.
-Primera decana en la historia colegial. ¿Existe machismo arquitectónico?
-El machismo todavía existe en general. Sólo el hecho de ser noticia que sea la primera mujer decana es sintomático.
-¿Hay feminismo arquitectónico?
-Hay corrientes que reivindican el papel femenino en la arquitectura, y me parecen bien siempre que no excluyan lo masculino. El problema es que a veces nos vamos al radicalismo y a un feminismo extremo.
-Con ojos de arquitecta, ¿Gijón u Oviedo?
-En la postguerra las dos responden a los planes del urbanista Gamazo, pero Gijón tuvo que recibir el aluvión de habitantes que llegó a trabajar con la industrialización. Es muy difícil compararlas. Más bien son opuestas: una, rodeada de montes, burguesa y de servicios; y la otra, costera e industrial.
-Usted fue vocal de Urbanismo y Medio Ambiente en la directiva de Alfonso Toribio, el decano saliente, pero el pasado enero presentó su renuncia. ¿Por qué?
-En mi despedida lo conté: me había producido un desgaste el trabajar en una dirección y que determinadas cosas no saliesen adelante.
-Situación de la arquitectura y del urbanismo en Asturias.
-Hay ausencia de modelo de región, de hacia dónde nos queremos dirigir y eso provoca dar tumbos.
-Explique lo de "modelo".
-Entre los años 50 y 70, Asturias tenía un modelo industrial, había dinero y, por ejemplo, la producción hidráulica permite que el citado Vaquero Palacios trabaje en una determinada línea. En esas décadas también se hacen estudios sobre el área central de Asturias y uno de los resultados es la autopista "Y", que une las tres ciudades. Son ejemplos de la existencia de un modelo, que hoy no está claro y eso afecta al resultado económico de la región y, por supuesto, a la arquitectura y al urbanismo.
-El Principado ha reactivado sus planes para el área central.
-Hay que trabajar en esa línea y en el Colegio tenemos un grupo de trabajo sobre ello. Ahora vamos a ver el cómo de ése área central.
-¿Cómo están los arquitectos en Asturias?
-Intentando buscarse la vida, utilizando los recursos que tenemos por nuestra formación técnica y humanística y utilizando la capacidad creativa para buscar nuevas vías de trabajo.
-Ponga ejemplos.
-Arquitectos que trabajan en diseño industrial o de objetos de consumo, otros en la formación, otros en talleres infantiles sobre arquitectura... Conozco también a quien ha unido sus conocimientos propios con la informática y diseña aplicaciones relacionadas con la arquitectura o escenarios para videojuegos, que en general son muy planos, pero si se incorpora un arquitecto mejora el producto.
-A mediado del siglo XX había sólo 10 arquitectos en Gijón y otros tantos en Oviedo. En el presente hay colegidos 878 en Asturias y en estos tiempos adversos. ¿Han pasado de príncipes a currantes con dificultades?
-Es real y ahora mismo somos una clase obrera como cualquiera otra. Hoy no se puede asociar arquitecto a un estatus privilegiado o a que gana muchísimo dinero.
-¿Ha modificado eso la forma de ser de los arquitectos?
-Creo que hay una mayor cercanía con el resto de la sociedad.
-Se afirma que se están tirando los precios en la construcción por competencia muy fuerte.
-No se están consignado los presupuestos reales de ejecución de las obras y eso repercute incluso en que haya obras paradas. Esto sucede tanto en proyectos para la Administración, como en empresas privadas. Se adjudican obras con unas bajas temerarias y ya al iniciarse empiezan los reformados de obra y si no se sacan adelante, la obra se para. La Administración cree que adjudicar muy barato es hacer un buen uso de los recursos públicos, pero eso es cortoplacismo. En el Colegio queremos trabajar en ello y tomar varios casos de a qué precio se adjudicó una obra y qué precio tuvo al final, después de cuatro o cinco años.
-Volviendo al urbanismo en Asturias, varios Planes Generales de Ordenación han sido anulados. ¿Qué está pasando?
-No es un caso particular de Asturias. Tenemos demasiada legislación y leyes superpuestas unas a otras y a veces hasta contradictorias. Se puede decir que los medios (las leyes) se están convirtiendo en un fin. Por otra parte, de los 78 municipios asturianos, unos 35 están en proceso de revisión del plan y ese proceso tiene una media de duración de unos diez años.
-¿Consecuencias?
-La sociedad tiene que saber que un planeamiento supone productividad y competitividad para un municipio. De un plan depende que una determinada empresa se implante porque haya suelo suficiente para instalarse. Son cosas que afectan a tu vida diaria y que van más allá de lo que puedas construir en tu parcela. Afecta a que puedas o no trabajar porque se implanten o no empresas.
-Cada vez se insiste más en la participación ciudadana en el planeamiento.
-Estamos pasando de un extremo a otro. Antes no se hacía prácticamente nada, salvo la información pública, y ahora se ha pasado a afirmar que los ciudadanos tienen que tomar las decisiones. No creo en ese extremo, porque quienes tienen que tomarlas son nuestros representantes públicos, que para eso los elegimos cada cuatro años. Pero, sin duda, a los ciudadanos se les tiene que tener en cuenta. El problema es que estamos en pañales y hay que crear todavía los métodos más adecuados para esa participación.
