La permanencia del Sporting en Primera División se coló ayer en una de las más tradicionales celebraciones ovetenses: la Jira al Cristo del Naranco. Los capellanes del equipo gijonés ascendieron por el monte hasta llegar a los pies del Sagrado Corazón de Jesús, "para dar las gracias por el éxito deportivo". No fueron del todo puntuales, lo cual retrasó veinte minutos el inicio de la misa que anualmente se celebra en la cima, pero tal era el clima de concordia que esta circunstancia no llegó a reavivar la rivalidad entre las dos ciudades.

El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, introdujo en la celebración religiosa este y otros ingredientes -unos anecdóticos y otros no tanto-, caso de la presencia de Lucía, de sólo 20 meses, a quien el prelado atribuyó sólo 2; del Jesús que subía a las montañas "aunque no era montañero"; de los países con regímenes injustos que castigan a sus habitantes, y del "derecho a la libertad" que ejercitaron los concejales del Partido Popular para asistir al acto celebrado en lo alto del Pico Paisano.

Pero el mensaje que transmitió durante su homilía Sanz Montes se centró en la fe y la misericordia, que es lo que toca en un año que el Papa Francisco ha declarado de jubileo de la misericordia. "Misericordia es el nombre que Dios tiene", precisó el Arzobispo. Acto seguido, un recordatorio a los fieles: "Nuestro corazón no siempre late según los deseos del Señor", advirtió Sanz Montes, quien pidió a Dios "que jamás cierre sus ojos al contemplarnos".

Quince minutos antes de las doce del mediodía, que era la hora prevista para el inicio de la misa, ya era difícil encontrar espacio para sentarse en la explanada que preside el monumento al Sagrado Corazón. Y es que cada año es mayor el número de personas que asisten a este acto religioso, cuyos orígenes se remontan a la década de los sesenta del pasado siglo. Ayer llamaban especialmente la atención los grupos de jóvenes que asistieron a la eucaristía, muchos de los cuales participaron en ella, al igual que la Agrupación Musical San Salvador.