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José Luis Lambert Rodríguez | Cardiólogo

"Tenemos trasplantados de corazón que suben cimas de 5.000 metros en América"

"Lo que cuesta mucho dinero en la atención a la insuficiencia cardiaca no son los fármacos, sino las hospitalizaciones; hay que tratar de evitarlas"

José Luis Lambert Rodríguez, en Oviedo. luisma murias

José Luis Lambert Rodríguez nació en México D. F., en 1956, pero vive en Asturias desde los diez años. Estudió en Oviedo, en el colegio de los Dominicos y en la Facultad de Medicina. Se formó como cardiólogo en la Residencia Sanitaria Nuestra Señora Covadonga. En la actualidad es responsable de la unidad de insuficiencia cardiaca avanzada del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Además, preside la sección de insuficiencia cardiaca y trasplante de la Sociedad Española de Cardiología, que celebrará en Oviedo su congreso nacional del jueves al sábado de esta próxima semana. A la reunión asistirán entre 350 y 400 especialistas.

-Usted ha dicho en alguna ocasión que la atención a la insuficiencia cardiaca es un desafío de primera magnitud para la sanidad pública.

-No sólo lo digo yo, lo dice todo el mundo. Es la enfermedad más prevalente y la que más está creciendo, y la única enfermedad cardiaca en la que los ingresos hospitalarios siguen aumentando.

-¿Y eso es bueno o malo?

-Es bueno, porque la insuficiencia cardiaca es la situación final a la que llegan todas las enfermedades del corazón si les damos tiempo, es decir, si conseguimos que no causen la muerte del paciente. Dado que los síndromes agudos, como los problemas coronarios, el infarto, las arritmias o las valvulopatías, se tratan mejor y es posible operar a gente más mayor, los pacientes no se mueren de estos problemas. Pero, pasado un tiempo, terminan haciendo insuficiencia cardiaca.

-Con lo cual...

-El hecho de que aumente la insuficiencia cardiaca, que en sí mismo es una mala noticia, nos está indicando la eficacia del sistema sanitario, porque es la consecuencia del mejor tratamiento de las enfermedades del corazón. Cada vez habrá más gente que sufra insuficiencia cardiaca y que utilizará los recursos sanitarios.

-¿A qué ritmo está creciendo la prevalencia?

-La insuficiencia cardiaca sigue aumentando casi exponencialmente. Hay distintos grados de gravedad. Para hacernos una idea bastante precisa, podemos extrapolar datos de Estados Unidos, y lo que tenemos es lo siguiente a nivel nacional. En riesgo de padecerla, porque presentan factores de riesgo, estaríamos hablando de 9 millones de personas; que ya tengan la función cardiaca disminuida, aunque estén todavía asintomáticos, serían 1,5 millones; ya sintomáticos, que empiezan a requerir asistencia sanitaria, unos 750.000; y los que sufren ya insuficiencia cardiaca avanzada y requerirán tratamientos más agresivos y costosos, y múltiples ingresos hospitalarios, son más de 30.000 en España. Nuestra unidad se dedica a este último grupo. Estas cifras que he dado, altísimas, van a más.

-¿Usted ve en riesgo la viabilidad del sistema sanitario público?

-El riesgo no se debe sólo a la insuficiencia cardiaca, pero tendremos que hacer cambios funcionales y estructurales en el manejo de estos enfermos para conseguir que el tratamiento sea lo más eficiente posible.

-¿En qué línea irían esos cambios?

-Muy frecuentemente se habla del gasto en medicamentos como gran problema de la sanidad. Cuando se analiza lo que cuesta un enfermo que ingresa por insuficiencia cardiaca, y hay que tener en cuenta que cuando están en un estadio avanzado pueden ingresar en un año cuatro o cinco veces por descompensaciones, el gasto farmacéutico supone aproximadamente el 7 por ciento de lo que cuesta globalmente ese paciente. Lo que cuesta realmente son las hospitalizaciones.

-¿Por lo tanto?

-Es necesario optimizar los tratamientos y evitar las hospitalizaciones en la medida de lo posible. Hay que hacer tratamientos preventivos, tratamientos ambulatorios, visitas precoces después del alta, cuidados en el propio domicilio, mejor utilización de los recursos que tenemos...

-¿Por ejemplo?

-Es fundamental una buena coordinación entre la atención primaria y los hospitales, y también intensificar la participación de la enfermería en los cuidados de estos enfermos. Ahora que está tan de moda el decreto que restringe el papel de las enfermeras, hay que aclarar que no se trata de que la enfermera prescriba tratamientos nuevos, pero sí que adquiera un mayor protagonismo en algunas acciones como el cambio de la dosificación de medicamentos.

-¿Es de los que piensa que hay que dar más protagonismo a la enfermería?

-En España nos parece rarísimo, pero en otros países, como los escandinavos o Inglaterra, llevan muchos años haciéndolo, con supervisión y protocolos médicos. De este modo, han conseguido reducir la mortalidad de la insuficiencia cardiaca de una manera muy significativa. Hace unos días se presentaron las nuevas guías de la Sociedad Europea de Cardiología, que reconocen el papel de la enfermería en este tipo de cuidados y en la educación sanitaria, que incluye el manejo de determinados medicamentos, como son los diuréticos, los betabloqueantes, los vasodilatadores, con el objeto de ir ajustando las dosis de tratamientos.

-Hacen falta cambios organizativos.

-Es imprescindible constituir en los hospitales unidades de insuficiencia cardiaca de carácter multidisciplinar: es una de las prioridades que se expondrán esta próxima semana en el congreso que se celebrará en Oviedo.

-¿Cómo está Asturias en este campo?

-La clave ahora es establecer una red coordinada entre hospitales. Hemos empezado a organizarnos los tres grandes hospitales: HUCA, Cabueñes y San Agustín. El déficit principal es el personal de enfermería. Y sería fundamental que en los centros de salud hubiera expertos, entre comillas, tanto médicos como enfermeras, centradas en la educación del enfermo crónico. Cuando el paciente conoce bien su patología, su tratamiento, aumenta la cantidad y la calidad de vida, y disminuyen la hospitalización y el gasto sanitario.

-Puede parecer que la atención de la insuficiencia cardiaca es un poco desagradecida, que no es posible más que aplazar los problemas.

-Todo lo contrario. Es un campo tremendamente agradecido. Son enfermos que mejoran mucho y que no sufren descompensaciones, y que ingresan con mucha menor frecuencia. Antes, con simple catarro tenían que acudir a urgencias casi ahogados, y ahora tienen una calidad de vida mucho mejor.

-Ustedes atienden a los trasplantados de corazón. ¿Cuántos pacientes han recibido un nuevo corazón en el HUCA?

-Llevamos hechos 286 trasplantes, últimamente unos 12 ó 15 al año.

-Hay quien piensa que son muy pocos para mantener abierta una unidad de trasplante.

-Son menos de los que se necesitan, pero son los que hay. Hay menos donantes, debido a que ha disminuido el número de accidentes de tráfico. Hay pacientes que están en el límite, que necesitan un seguimiento desde el mismo hospital en el que van a ser trasplantados, y que no serían trasplantados si las intervenciones no se hicieran aquí. Además, la espera en casos no urgentes es de 12 a 20 semanas, y estos enfermos tienen que estar viviendo donde se les vaya a trasplantar, con lo cual el trastorno para las familias y para el propio paciente sería tremendo.

-¿Qué es lo más llamativo que ha visto en un paciente trasplantado?

-Por ejemplo, tenemos trasplantados de corazón que suben a cumbres de 5.000 metros en América. Es un caso, pero ahí está. Hay otros casos sorprendentes que demuestran que la mejoría puede ser espectacular.

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