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MANUEL RICO | Ganador del IX Premio "Logroño" de novela por su libro "Un extraño viajero"

"La derecha se opone a la memoria, prefiere olvidar"

"Como escritor tengo que hacer literatura pero, si se puede, debo contar lo que está oculto"

Los escritores Manuel Rico y Tania Padilla, ayer, en Oviedo. LUISMA MURIAS

Manuel Rico (Madrid, 1952) es un hombre de sabiduría, pero de la que da la experiencia. Y si es emocional, mejor. "Mis libros siempre se basan en algo que me produce emoción. Trato de retener ese instante para permitir que lo vivan los lectores", explica. Y es precisamente eso, el recuerdo y la experiencia personal, lo que llevó a escribir a este crítico literario, con más de 20 años de profesión; periodista, aunque no lo ejerce actualmente, no puede ocultar esa mirada intrépida y esa sed documental; como escritor acaba de ganar el premio "Logroño" de novela con "Un extraño viajero".

-Su texto arranca con una historia de amor, pero esconde un asunto de fondo.

-La novela se inicia con una historia de amor muy corta en el tiempo que se prolonga por una investigación que lleva a cabo la protagonista. Todo empieza en el hotel de montaña que ella regenta, cuando llega un viajero extraño, con acento extranjero y sin documentación, con el que acaba iniciando una relación de unos días. Él desaparece y se deja en el hotel un resguardo para recoger unas fotografías. Ella inicia la investigación para encontrar a la persona de la que se enamoró, y ahí aparecen las imágenes de un campo de trabajo que hubo cerca del pueblo de su hotel en los años 40, en la frontera de Madrid y Segovia, y en el que se vivieron auténticas miserias.

-Un campo de trabajo que existió en España.

-Sí, aunque esa realidad se intente olvidar. Los vecinos de ese pueblo, que en la novela se llama Brezo, y en la realidad es Buitrago de Lozoya, ignoran o mantienen en silencio la situación de esclavitud que vivieron muchos presos políticos allí, durante la construcción del embalse.

-¿Por qué ese silencio?

-Creo que los pueblos de alrededor tienen miedo a contar, miedo a recordar las situaciones tan dramáticas que sufrieron los que vivieron allí la guerra y la posguerra. No quisieron contar su historia a sus descendientes para intentar olvidar. El franquismo tuvo más 120 campos de trabajo en España, pero ha tenido tiempo para hacerlos desaparecer y por eso no conocemos muchos. Sabemos mucho más de los campos nazis o los italianos porque allí había escritores e intelectuales. Pero en España, en los años 40, los escritores no estaban presos pero sí exiliados. Por eso no hubo quien contara la historia del día a día en estos lugares.

-Ahora, usted, gracias a un testimonio directo, puede contarlo.

-Descubrí, gracias a su hijo, que había un hombre de 80 años en el pueblo que había estado de niño en el campo como asalariado. Su relato me hizo ver con otros ojos una zona a la que iba con mis hijos cuando eran pequeños. Disfrutábamos de ese entorno sin saber nada de lo que allí había ocurrido. Como les pasará a todos los cientos de personas que siguen yendo a día de hoy.

-¿Cómo le describió la vida en el campo?

-Vivían en barracones, no tenían servicios sanitarios, tenían que hacer sus necesidades en el campo. Tampoco tenían duchas y la comida era miserable. El único médico con el que contaban era un preso que había sido detenido por intentar curar a los "Maquis" en Almería. Y trabajaban en condiciones deplorables, sobre todo los presos republicanos.

-¿Hay una intención periodística?

-Hay una intención de contar lo que está oculto. Mi obligación como escritor es hacer literatura, una obra de arte, pero si se puede, es esencial dar a conocer algo nuevo. Además siempre busco reivindicar la memoria de mis padres y de la generación de mis abuelos que fue enterrada.

-¿Por qué en España no se ha afrontado la historia como el resto de Europa?

-En Alemania o Francia sería impensable que en un lugar como este no haya una placa señalándolo o un panel con los nombres de los que pasaron por el campo. Aquí la izquierda mantiene una pugna por la memoria y la derecha se opone a ella, prefieren que se olvide.

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