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MIGUEL DEL ARCO | Director, dramaturgo y actor, presenta su primera zarzuela, "¡Cómo está Madriz!", el viernes 24 de junio, en el teatro Campoamor

" '¡Cómo está Madriz!' es una sátira, el problema es que en este país falta humor"

"El espectador es soberano, pero no dictador; puede abuchear al final o pedir el libro de reclamaciones, pero no interrumpir para imponerse"

Miguel del Arco, director de la zarzuela "¡Cómo está Madriz!", ayer, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

A cualquier amante de la escena contemporánea, al escuchar el nombre de Miguel del Arco (Madrid, 1965), le vendrán a la mente sus inolvidables títulos como "La función por hacer" o "Veraneantes". Producciones que le lanzaron, a él y a su productora, Kamikaze, de presentar sus creaciones en un pequeño local en la calle San Roque de Madrid a tener a todos los grandes teatros del país llamando a su puerta. "Pero con la crisis, ni teniéndolos llenos podemos cobrar salarios dignos", asegura. Pero es un hombre de riesgos, que hace honor al nombre de su empresa. Además de estar a punto de embarcarse en la aventura de abrir un teatro propio (se hará cargo del teatro Pavón de Madrid junto al actor Israel Elejalde y el productor Jordi Buxó) acaba de estrenar su primera zarzuela, "¡Cómo está Madriz!", en la que fusiona dos clásicos de Federico Chueca y Joaquín Valverde: "La Gran Vía" y "El año pasado por agua"; y las adapta a su inimitable óptica contemporánea. Un título al que le ha acompañado la polémica desde el principio, al incluir en ella referencias a los políticos actuales y sus corrruptelas, y que ya se está ensayando en el teatro Campoamor, donde se podrá ver los próximos 24, 25 y 27 de junio.

-Es su primera vez en Oviedo. Bienvenido.

-Estoy encantado. Ayer, cuando entré en el Campoamor y miré su patio de butacas, me quedé impactado con su belleza. En ese momento me di cuenta de que nunca había estado en él, porque esa imagen no se me olvidaría.

-¿Primeras impresiones?

-Oviedo es una ciudad con una larga tradición en lírica. Ayer me quedé estupefacto al escuchar al coro de la zarzuela. Son muy jóvenes, pero con un sentido musical genial y una energía escénica desbordante. Parece que llevamos un mes ensayando. Dominan perfectamente todo lo que tienen que hacer.

-Llega con su primera zarzuela. ¿Qué le animó a meterse en este género?

-Tengo un sentido musical muy grande. Estudié canto y cuando era actor hice musicales. La zarzuela es particular por el protagonismo de la música, pero en todas mis creaciones tiene una presencia fuerte. Por eso, cuando me propusieron "La Gran Vía" no lo dudé. Era perfecta. Tenía algo de respeto a mi primera incursión en la lírica pero contar con José María Moreno en la dirección musical, con ese sentido de la teatralidad que tiene, me ha hecho el camino muy bonito y fácil.

-¿Por qué decidió unir las dos zarzuelas de Chueca?

-"La Gran Vía" se estrenó en 1886, con un éxito tremendo. Y "El año pasado por agua" en 1889, como una secuela. Ambas tienen la misma premisa argumental, un viaje satírico por Madrid y la sociedad del momento. De hecho las llamaron revistas. Yo, que siempre toco los clásicos o lanzo sobre ellos la mirada contemporánea, me alucina su habilidad para hacer textos tan pegados a la actualidad con esa sátira y esa mordacidad. Eran especialmente valientes, porque a finales del XIX no había tanta libertad para contar según qué cosas.

-Precisamente por contar cosas de ahora en su versión, le han abucheado en el teatro de la Zarzuela de Madrid.

-Mucha gente piensa que las cosas que se dicen en el texto son mías, y casi todas, hasta la deuda pública que aparece en un balde a la deriva en "El año pasado por agua", son del texto original. Hay que pensar que estas obras se escriben en un momento en el que Cánovas y Sagasta se turnaban el poder con un sistema totalmente caciquil, y justo coincide con la llegada de Pablo Iglesias. La historia se repite, el hombre choca con la misma piedra seis veces.

-Pero, hay referencias directas a Bárcenas, Esperanza Aguirre, Pujol...

-Es una revista, una sátira de la situación actual. El problema es que falta sentido del humor en este país y es algo necesario. Hay determinadas cuestiones que horrorizan a un sector de la población y ni se paran a escuchar lo que se está diciendo. Aparece Pablo Iglesias y eso hace que la gente brame. Molesta su aparición y ya no escuchan. "¡Cómo está Madriz!" reparte estopa, pero entre todo el mundo, como el original.

-¿No hay intencionalidad política en el texto?

-La intención de unir el presente y el pasado es para permitir que miremos cómo estábamos entonces y así casi poder comprender cómo estamos y somos ahora. Ese es el punto de vista del teatro.

-¿Qué sintió el día de los abucheos?

-Asombro, pero afortunadamente es una parte minoritaria, porque en las 18 funciones de la Zarzuela tuvimos casi 20.000 espectadores. Al final de cada función, la mayoría del público aplaudía y se ponía en pie bailando con la compañía. Pero si hay tres energúmenos o maleducados, hacen mucho ruido. El espectador es soberano, pero no dictador. Puede abuchear al final o exigir el libro de reclamaciones, pero no intentar callar a alguien o interrumpir un espectáculo para imponer su criterio u opinión. Tenemos libertad de expresión.

-¿Qué le pide al próximo gobierno de España?

-Que no nos ponga más palos en las ruedas. Que sean valientes y se atrevan a hablar de cultura y de educación, que es lo que hace a un país libre, y no solo de lo que la gente quiere oír y así rascar los últimos votos. Y la bajada del IVA cultural, que parece que está pasado de moda pero es una barbaridad, nos está ahogando.

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