Son muchos los mayores que cuando ingresan en el hospital o en una residencia se desorientan y, de forma repentina, pueden llegar a sufrir alucinaciones que les lleva a imaginar la presencia de personas o animales. Esta alteración surge porque, además de sufrir los efectos de los fármacos, los ancianos tienen una menor capacidad de adaptación y resistencia al estrés. Les perjudica dejar su entorno habitual.

El profesor universitario de Psicología Evolutiva José Antonio Labra explica que "la persona ingresa en un estado de vulnerabilidad física, por lo que cualquier cambio tendrá un mayor efecto en su cognición". Por otro lado, tiene su vida diaria organiza por rutinas, automatizadas, y que, por lo tanto, no supone el procesamiento de información novedosa.

En cambio, "cuando ingresa en una residencia o en un hospital la fuente de estimulación es distinta y se rompe con sus rutinas diarias", argumenta. "Así pues, su cerebro debe procesar información muy novedosa", añade, pero "su cerebro no puede realizar ese procesamiento adecuadamente porque carece de recursos cognitivos necesarios debido a su estado de salud y al efecto de los fármacos". Importa su estado emocional y un nivel de ansiedad mayor afecta a sus procesos cognitivos.

Según el Instituto Gerontológico, las razones más frecuentes son: las infecciones -especialmente urinaria y respiratoria-, intoxicación o abstinencia a medicamentos, enfermedades que cursan con hipoxemia (falta de oxigenación de la sangre por una insuficiencia cardíaca o una enfermedad pulmonar), las intervenciones quirúrgicas y la deprivación o sobrecarga sensorial. En general, cualquier enfermedad grave puede causarlo. El delirium suele aparecer de forma abrupta y puede presentar varios síntomas, que varían de forma impredecible a lo largo del día, pues el enfermo cambia de estado constantemente. Es habitual que esté más agitado al final del día.

Afecta a la mayoría de las funciones del cerebro: la atención, la cognición, la percepción, las emociones, el lenguaje, la movilidad física o el ritmo del sueño. El paciente suele estar más distraídos, tener alucinaciones y por la noche está más descentrado, nervioso y agitado, lo que le dificulta conciliar el sueño. Tampoco es extraño que aparezcan trastornos emocionales como apatía, desinterés u otros rasgos depresivos, enfado, cólera o agresividad.

El tratamiento de este delirium es superar la enfermedad o problema que lo causa. Se estima que el cuadro confusional lo padecen entre el 11 y 24 por ciento de los mayores de 65 años en el momento del ingreso en un hospital y que aparece entre el 5 y el 35 por ciento durante el ingreso. Aparece además en el 10 al 60 por ciento de los postoperatorios de los mayores.