Si hay algo que le gusta hacer a Jorge Edwards es oír historias de aquí y de allá. Y si la trama le engancha, lo más probable es que la investigue y termine escribiendo un libro. Eso hizo con su reciente novela, "La última hermana", que trata de la ayuda que una mujer chilena les prestó a los judíos en el París de los años cuarenta. El escritor, crítico literario, periodista y diplomático explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el proceso que le llevó a narrar la vida de la protagonista, una mujer de la que oyó hablar hace unos años. De paso, desveló otra de sus investigaciones más recientes fruto también de una historia. "He descubierto que mi nombre materno, Valdés, proviene de Asturias", comentó emocionado ante una sala abarrotada.

El antepasado del galardonado con el Premio Cervantes y el Nacional de Literatura de Chile, se marcho a Perú en el siglo XVIII y posteriormente le enviaron a Chile para combatir en la Guerra de Arauco. Lo que no dijo Edwards es que hará con esa historia. Prefirió hacer un punto y aparte para centrarse en su último libro y en por qué se convirtió en escritor o contador de historias.

Le acompañaron en la mesa Eduardo San José, profesor de Literatura Española e Iberoamericana en la Universidad de Oviedo, y Javier Gámez, representante de Tribuna Ciudadana (entidad organizadora del acto). Ambos alabaron la trayectoria literaria de más de seis décadas del ponente. Así, para San José "no es necesario presentar a alguien como Ewards porque lo normal es que le conozca todo el mundo y el que no, no tardará en interesarse por él". Y Gámez definió la charla del chileno como un broche de oro para la última actividad del curso de Tribuna Ciudadana.

"Mi padre me pidió que fuese escritor sólo los fines de semana y abogado de lunes a viernes". Edwards contó que se crió en una casa vieja y grande de Santiago de Chile llena de tíos, abuelos, primos y hermanos en la que nada indicaba que él llegase a convertirse en escritor. De hecho, su padre pensaba que dedicarse a la poesía o la literatura era una extravagancia. Sin embargo, pronto cayeron en sus manos decenas de libros que le enamoraron. "Descubrí la belleza de la poesía española cuando tenía doce años leyendo a Federico García Lorca, entre otros", comentó.

Con el paso del tiempo, cambió "las poesías de imitación que hacía" por la narración de las historias que oía y le contaban en casa, en la calle o en el trayecto al colegio. Para Edwards, "la novela es un género que no se ha definido, que cambia cada rato y que admite la intromisión de la historia". Por eso, asegura que su obra está a medio camino entre la ficción y la crónica.

Uno de sus primeros relatos sobre el apretón de un estudiante de los jesuitas en un examen de matemáticas que finalmente pudo defecar en un baño y atascó las tuberías al tirar al water hasta el calzoncillo con sus iniciales bordadas, arrancó las risas del público del Club Prensa Asturiana, "No se rían, hubo quien calificó la historia de maloliente", remató el autor chileno, que acabó la charla analizando parte de su novela, "La última hermana".

El escritor investigó la vida de la protagonista cuando trabajó como diplomático en la embajada de Chile en París y logró hilar toda su historia hasta, años más tarde, convertirla en una novela. A sus 84 años, Edwards ya tiene en el cajón otro libro que verá la luz en poco tiempo.