"El derecho humano a la paz es un concepto que se desarrolló en torno a la Declaración de Luarca en el año 2006". Así comenzó ayer su intervención el ovetense Carlos Villán Durán, presidente de la Asociación por la Defensa de los Derechos Humanos (AEDIDH), en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, foro en el que pronunció la conferencia: "Refugio, migraciones y derecho humano a la paz".

Jurista de formación académica, trabajó durante más de veinte años como investigador de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, y en el Instituto Internacional de DD HH de Estrasburgo. En 2008, fundó la Asociación Española para el Derecho Internacional de los DD HH y fue promotor de la Declaración de Luarca sobre el Derecho Humano a la Paz.

Carlos Villán, a lo largo de su intervención, hizo un recorrido por la evolución de los derechos humanos y realizó afirmaciones que animan a la reflexión. "La paz es más que ausencia de guerra, es también la ausencia de violencia estructural que se deriva de las desigualdades económicas y sociales".

En este contexto, recordó que "los países del Norte son cada vez más ricos, y los del Sur, cada vez más pobres". Diferencias que, a su juicio, "generan una fractura social y causan la violencia terrorista. Esto es así, aunque yo no lo justifique", advirtió al público, entre el que se encontraba la diputada del PSOE Adriana Lastra.

Siguiendo el hilo conductor de este argumento afirmó que "hay una relación estrecha entre la pobreza y la guerra civil; lo que ocurre sistemáticamente en todas las partes del mundo".

El conferenciante abogó por "el derecho a la desobediencia civil y a la objeción de conciencia, porque son fundamentales para evitar conflictos bélicos". A renglón seguido confesó que aún cree que el desarme en el mundo es posible, aunque de momento suene a utopía. "No podemos renunciar a él, pero la realidad es que muchos estados se oponen al desarme, empezando por las armas nucleares que son fruto de la Guerra Fría".

En este punto recuperó de nuevo la Declaración de Luarca", que recuerda a los estados sus obligaciones para solucionar las diferencias con otros países de forma pacífica, al tiempo que pide un nuevo orden económico que no genere diferencias.