Con el apoyo naranja de Ciudadanos, una alianza en Oviedo entre el PP y los de Albert Rivera dominaría el Ayuntamiento en ese siempre inexacto traslado de resultados de las elecciones generales a unas hipotéticas votaciones locales. Los populares se fueron el domingo pasado hasta los 50.000 votos en la capital asturiana y la sonrisa visitó a un partido que había llegado torcido al domingo electoral. Como en los viejos tiempos, venció el PP en todos los barrios -así lo contaban en Manuel Pedregal- y los gestos sordos de otras veces mutaron en sentidas celebraciones. En la zona de Agustín Iglesias Caunedo, un "selfie" multitudinario fue la expresión de la felicidad. Lucían el triunfo de las siglas y sacaban pecho por su aportación a la victoria de Rajoy. Ellos, como hacen siempre que hay elecciones, presumieron de estructura al llenar de interventores los colegios electorales. A otro lado, pero bajo los mismos colores, Mercedes Fernández, la presidenta regional celebraba la victoria en Asturias de su lista, la que ella había elaborado, la que llevaba en el número uno a Susana López Ares, la mujer a la que sacó de la Universidad para acabar poniéndola a la cabeza de la lista al Congreso. El paso de los días ha disparado los análisis y deja en el PP la papeleta de una difícil gestión de la victoria. ¿En quién pensaban los votantes del Partido Popular en la capital? ¿Lo hacían en Mercedes Fernández y en Susana López Ares y las elegían para castigar a Caunedo? ¿Votaban a Rajoy? ¿Votaban contra Podemos y sus tentáculos dentro del tripartito que gobierna el Ayuntamiento? Son las respuestas que busca el PP mientras su cúpula regional aguarda a ver qué sucede con el líder local.

Acorralado en Pokémon, el exalcalde espera a la declaración del interventor municipal, que ya le exculpó ante la jueza Pilar de Lara y asumió responsabilidades que le llevaron a pasar de testigo a investigado (imputado). Dijo que solo él decidió devolver el dinero de una garantía a la concesionaria del agua tras perder esta el contrato. Y que nada tuvo que ver el exalcalde en esa decisión, ni tampoco que Joaquín Fernández -ligado a la citada empresa y señalado como conseguidor de la trama de las concesiones del agua-, abonase dos viajes de vacaciones en los que participó con el exalcalde

Caunedo está convencido de que saldrá limpio de este proceso, pero en clave interna, el PP ya le ha juzgado. Mercedes Fernández ya ha dicho todo lo que tenía que decir y solo le ha faltado pronunciar con todas las letras la palabra dimisión. Dentro del PP ya no queda nadie que no esté al tanto de esa lucha sorda, de la que algunos tratan de ponerse a una distancia prudencial para cuanto el conflicto salte por los aires.

Los socios dejan de hablarse

Pasado el fragor del periodo electoral, las aguas en el tripartido que gobierna Oviedo vuelven a su cauce. Eso significa que tienen que bajar revueltas, el estado natural de la alianza a tres en la ciudad. Sin estar en las cotas más altas de enfrentamiento, la luna de miel electoral ha terminado. Habrá que revisar el estado del matrimonio Podemos-IU y chequear su influencia en el tripartito, en la relación entre Somos y la coalición. De momento, lo que ha sucedido es que la comunicacion entre los tres ha vuelto a desaparecer, que la coordinación política brilla por su ausencia y que hacen cada uno la lucha por su lado.