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JORGE SALVADOR GALINDO | Editor

"Todos los españoles quieren o han querido ser asturianos en algún momento de su vida"

"Edito lo que me gusta, novela y narrativa breve española de hoy, más difícil de vender que cualquier traducción mala"

Jorge Salvador Galindo, rodeado de letras, en Oviedo. LUISMA MURIAS

Jorge Salvador Galindo (Oviedo, 1978) abrió su editorial, Pez de Plata, hace 6 años, cuando empezó la crisis económica, que se sumaba a la de la edición. Publica entre cuatro y seis títulos anuales. Vive en un piso del centro de Oviedo con su novia, profesora.

-Estoy en una etapa profesional productiva buena. Personalmente siempre estoy bien porque no he tenido grandes dificultades y sólo necesitaba el aliciente profesional. Estoy en un mundo especialmente cabrón, de pequeños sueños y una maza gigante que los va aplastando uno a uno. Cuando sobrevives, aunque sea a pequeña escala, la vida te sonríe.

-Diga qué pequeños sueños.

-El mío de editor, el de los escritores en que confías, las obras por las que apuestas tu dinero y tu trabajo y los de la gente que aporta para que sea realidad.

-¿Y la gran maza?

-Cuando entras en la plataforma digital de la distribuidora y ves que te han devuelto treinta libros. Al día siguiente vendes uno y recibes la gran satisfacción.

-¿Es adicto a seguir las ventas?

-Entro varias veces al día, aunque no es necesario, para ver quién ha mostrado interés por mis libros. Voy con cierta angustia porque de eso depende la viabilidad, pero soy optimista.

Empezó Derecho y acabó Criminología y Filología Hispánica. Hizo un máster de editor de la Universidad de Salamanca que le sirvió, sobre todo, para conocer a Eva Díaz, su socia en Pez de Plata, una alicantina que es profesora de español y trabaja en un servicio de publicaciones de la Universidad en Berlín.

Dio clases de natación, puso copas, montó escenarios, fue portero de inmueble. Empezó a colaborar en editoriales a los 25 años y se independizó de sus padres a los 29. Escribe corto y secreto, pero el lector temprano que fue tuvo antes el impulso de editar que el de escribir. Ha logrado que le paguen por leer, vive de ello.

-He conseguido mi objetivo. Trabajo por la mañana de redactor en Ediciones Nobel y el resto del día en su editorial y como colaborador externo de otras editoriales haciendo correcciones e informes de lectura.

-¿Puede trabajar para sí y para otros?

-Sí. Cuando lees un original informas en función del catálogo de esa editorial. He publicado una novela que me había llegado para otra editorial y cuya publicación recomendé. Dejé pasar año y medio, la rechazaron y la edité.

-¿Cuál es?

-"El ojo vago", de Sandro Fernández. Me encantó.

-¿Qué hace su editorial?

-Publicamos novela y narrativa breve, española y contemporánea. Tenemos una colección de primeras novelas. Vender cualquier traducción, por mala que sea, sería más fácil. Lo que hago es difícil, pero es lo que me gusta. Nos han llamado "la editorial del humor y la extravagancia", de "literatura a la contra".

-¿Y se reconoce?

-Sí.

-¿Qué lector fue?

-Enseguida leí "La isla del tesoro" y, luego, lo que veía en la biblioteca de mi padre, un médico con libros de espionaje, humor y novela negra. Leí a Robert Ludlum y a John Le Carré sin entenderlos pero encantado, y disfruté con Wodehouse y Clarasó en la colección "El Monigote de Papel". Mis primeros gustos personales fueron la patafísica de Alfred Jarry y Raymond Queneau, que se sumaron a la pasión por la novela de género: humor, ciencia ficción, terror, novela negra. Doy a todos los palos.

-¿Fue ratón de biblioteca?

-Leí mucho, pero jugué al fútbol desde alevín, infantil y cadete, de medio centro. A partir de un momento tuve gol y fui delantero en el Estadio, en el Centro Asturiano, en la Juventud asturiana, en el Tuilla, el Rosal, todos entre Primera regional y Regional Preferente. Jugué hasta los 30 años. Ahora ya engordé.

-No vería leer mucho en ese ambiente...

-De joven, leer era mi vicio secreto. Leía en casa, cuando nadie me veía. De los 13 a los 17 años pensaba "si les digo que me ventilo cinco novelas a la semana, igual me rechazan"... No era un futbolista raro porque no compartía esa afición. Ni en el fútbol ni en general, desgraciadamente. Eché mucho de menos en mi adolescencia un interlocutor para debatir sobre lo que leía.

-¿Cuántos manuscritos lee?

-Entre 120 y 150 anuales para Pez de Plata. En general disfruto. En diez páginas sé si es un libro para mí. Cuando trabajo para otro, lo leo entero porque debo razonar el informe. En algunos libros se ve enseguida que no hay un escritor detrás.

-¿Cuántas veces le han dicho que para ser editor hay que estar en Barcelona o Madrid?

-Muchas, pero me encanta Asturias y no soporto la gran ciudad, donde me siento como Paco Martínez Soria. Edité "El túnel", de David Barreiro, novela que habla de la incapacidad del asturiano que ama la tierra y está a gusto en ella para cruzar el Negrón.

-¿Por qué le gusta tanto?

-Me gusta la comida, la gente. Mi padre es gallego y mi madre segoviana, pero yo tuve la suerte de nacer aquí. Todos los españoles quieren o han querido ser asturianos en algún momento de su vida.

-¿Su editorial es rentable?

-Hemos logrado que pierda poco, pero sé hasta dónde puedo llegar y quiero progresar y, si es posible, llegar a vivir de ello. Quiero ganar más, pero me conformo con tener para un chuletón y para comprar libros.

-Es verano, recomiende tres lecturas.

-"Papillon", de Henri Charrière, una autobiografía de aventuras. Toda la obra de Javier Tomeo. Y dos asturianos, Gonzalo Suárez me encanta. Desde los relatos sesenteros a sus últimas novelas. Estoy desesperado por editar algo suyo. Alejandro M. Gallo cuando mezcla el genero histórico reivindicativo y la novela negra: "Morir bajo dos banderas" y "Operación exterminio".

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