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De vendedor ambulante a jurista

Domingo Gabarri Jiménez, propietario de un puesto en el Fontán, se gradúa en Derecho a sus 51 años: "El esfuerzo merece la pena"

Domingo Gabarri, en su puesto en el mercadillo del Fontán. Irma Collín

Domingo Gabarri Jiménez lleva más de 20 años regentando un puesto de ropa en el mercadillo ovetense del Fontán, en la esquina del edificio de la biblioteca "Ramón Pérez de Ayala". Siendo adolescente abandonó sus estudios para trabajar y nunca decidió retomarlos hasta hace 7 años, cuando comenzó su particular "odisea" universitaria que acabó con su graduación en Derecho a sus 51 años. Lo que empezó como un "hobby" en 2009 se acabó convirtiendo en una de las experiencias más "enriquecedoras y satisfactorias" de su vida.

Uno de sus sobrinos, del que siempre "iba detrás", insistiéndole en que estudiara, le tocó la fibra sensible. "Estudia tú, tío", le espetó el joven. En ese momento, despertó en Domingo Gabarri el remordimiento de no haber seguido con sus estudios. "Como no es lo mismo predicar que dar trigo", dice, se informó sobre el acceso a la universidad para mayores de 25 años. "En casa me decían que estaba majareta", comenta entre risas, "pero era mi ilusión, y mi mujer y mis dos hijos lo entendieron". Domingo desoyó los consejos de apuntarse a una academia para preparar el examen de acceso y estudió por su cuenta durante varios meses. "Si quería entrar, tenía que contar con mis fuerzas", comenta con orgullo. Tras aprobar, escogió el grado de Derecho porque considera que la ley está presente "desde la cuna hasta la tumba".

Entonces comenzó su "odisea". Domingo se vio en la universidad después de haber estado 30 años "sin tocar un libro de texto". Al llegar a clase, su sorpresa fue encontrarse con más gente de su edad, con quienes formó un grupo "maravilloso y excepcional". Esa sería la primera sorpresa de muchas, ya que la labor del profesorado que le atendió, "magnífico y muy cercano", caló hondo en él. Domingo también se deshace en elogios hacia los estudiantes de la facultad con los que convivió durante 5 años y medio. "He conocido a una juventud asturiana tolerante y solidaria", añade.

Su "odisea" no fue precisamente un camino de rosas. Para Gabarri, la edad ofrece ciertas limitaciones, pero su verdadero problema era compaginar el estudio con su trabajo. Su disciplina diaria consistía en levantarse a las 6 de la mañana para estudiar dos horas antes de ir a montar su puesto en el Fontán. Después, salía a toda velocidad para llegar a la universidad y enfrentarse a una jornada de clases 3 a 8 de la tarde. Un itinerario duro, pero tremendamente satisfactorio. "El esfuerzo finalmente merece la pena", explica.

Como miembro de la comunidad gitana, se siente muy orgulloso de que Bernabé Montoya, de El Entrego, Irene Montoya, de Oviedo, y Cristina Gabarri, de Mieres, también vayan a consiguir el graduado. Los datos que arrojaba hace un par de años un estudio de la Fundación Secretariado Gitano hablaban de un 65% de abandono escolar en los jóvenes gitanos en España, a los que Domingo Gabarri quiere mandar un mensaje. "Desde los 14 años a los 22, las decisiones que uno toma van a repercutir en el resto de su vida", señala. Haciendo referencia al "mens sana in corpore sano", anima a los jóvenes a "respetar su cuerpo" y a cultivar su mente por igual. "Sin estudio hay una carencia, te conviertes en una veleta arrastrada por tu comunidad, por la tradición", analiza Gabarri. Ve necesario que los jóvenes gitanos adquieran su propia "libertad de decisión" estudiando, para evitar vivir marcados por una costumbre. "Casarse joven es el mayor atraso, no se puede intentar ser hombre antes de tiempo", dice a los jóvenes, que, según sus palabras, necesitan "evolución y progreso".

De esta manera, Domingo cree que es el momento de tomar una importante decisión. "¿Vivimos la ´película´ de nuestros abuelos y nuestros padres o pasamos a ser los actores de nuestra propia vida?", se pregunta. Él ve dos salidas: mirar hacia atrás y acogerse a la costumbre o mirar hacia el futuro. "La sociedad nos empuja a un cambio y debemos ser optimistas y progresistas", piensa. Por ello, cree que el mejor legado que le puede dejar a sus hijos es "su amor por los libros", algo que les motive a formarse y a crecer "libres y con criterio".

Este nuevo graduado ve en su experiencia el comienzo de un cambio. Y lo tiene claro: "Los gitanos debemos buscar nuevos horizontes, y el estudio es la base".

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