No es que fuese un gran chef, pero se defendía muy bien en los fogones. Desde pequeño había sentido una gran curiosidad por la cocina. Casi aprendió antes a cocinar que a montar en bicicleta. Tenia claro a lo que quería dedicarse. Sus cuatro hermanas, todas mayores que él, habían ido a estudiar y trabajar fuera, una vivía en Italia, otra en México y dos en España. Algo que siempre había deseado era viajar y conocer mundo, Caracas, su ciudad natal se le quedaba pequeña, así que aprovechando que sus hermanas estaban cada una en un sitio comenzó su aventura.
Su primera parada fue México, allí trabajo unos meses de cocinero, juntó dinero y dio el salto a España. Aquí paso un par de años hasta que se fue a Italia. Su plan estaba bien pensado: trabajar un poco y con lo ahorrado viajar a otro lugar y vivir una temporada, y así poco a poco recorrer el mundo. La última vez que nos vimos, de esto ya hace casi cuatro meses, se dirigía a Asia y creo que allí sigue porque hace unos días me envió unas fotos de un afamado lago en China plagadito de nenúfares.
De nombre científico Nymphaea, los nenúfares, como estamos más familiarizados a llamarlos, son originarios de Asia y África. En el antiguo Egipto, se veneraba, debido a que sus flores se abrían al aparecer sol y permanecían así hasta el ocaso. Hoy podemos encontrarlo prácticamente en casi cualquier lago o charca del planeta, ya que su cultivo no es complicado y el adaptarse a temperaturas frías hace que sean indispensables. Si queremos tener un nenúfar lo primero es buscar un lugar donde el agua no circule demasiado, estancada esta bien o con un ligero movimiento, un estanque, un lago, y para los que no tienen jardín, un recipiente amplio puede ser suficiente.
Otro dato a tener en cuenta es que el nenúfar necesita profundidad, de veinticinco centímetros a unos sesenta, aunque depende un poco de la variedad. De no encontrarse sumergido mas o menos a ese fondo es posible que no florezca bien. Al menos debe de tener unas seis horas de sol directo, es lo ideal, de esta manera la floración será espectacular. Lo habitual para los nenúfares son unos recipientes de plástico perforados, en ellos colocaremos con cuidado la planta, intentando en la medida de lo posible dañar lo mínimo la raíz, rellenando con una mezcla de sustrato con arena, que irá bien compactado, porque así a la hora de colocarlo en el agua evitaremos ensuciarla. Las hojas y las flores irán creciendo hasta alcanzar la superficie, donde se mantienen flotando, habiéndolas de infinidad de colores que van desde el blanco al rojo, pasando por amarillos y rosas.
Es la flor acuática mas popular. En cuanto al mantenimiento es importante eliminar las flores secas y las hojas que van amarilleando, pero no es una tarea ardua.
Las plagas y enfermedades son algo poco común. Sí nos podemos encontrar pulgones. Puede sonar raro pero ni los nenúfares se libran de ellos. Cuidado con las manchas en las hojas por que pueden ser hongos, y más cuidado todavía con los que pudren la raíz. En este caso hay que limpiar el estanque en la medida de lo posible y renovar los sustratos.
Pasados unos años, y cuando veamos que las hojas ya crecen muy juntas será necesario dividir la raíz. Para ello sacaremos el cepellón con cuidado, lavaremos las raíces e iremos desmenuzando esa maraña, para poder cortar el rizoma por la parte mas fina y que tenga raíces. De esta manera ya tendremos una nueva planta, cubriremos con tierra, y dejaremos al descubierto la zona por donde brotaran las hojas. Este método es el más rápido y efectivo. Las semillas también son una opción pero no es muy habitual.
Esta flor es conocida por sus propiedades afrodisíacas, pero tiene muchos mas usos que quizás no sean tan populares. Entre ellos figura el tratamiento de problemas en la piel, úlceras y diarreas. También es un sedante infalible en casos de insomnio; para los que somos nerviosos y nos cuesta conciliar el suelo, este puede ser un gran remedio.
