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Por los caminos de Asturias

Walter Starkie, el irlandés que fue a Santiago

La peculiar peregrinación del hispanista a Compostela y su paso por Oviedo, donde se dejó seducir por la Catedral y la sidra

El hispanista Walter Starkie, en un retrato perteneciente a Caja Segovia.

El camino de Santiago fue una ruta santa que conectó las cuatro de la Europa occidental por las que miles de peregrinos se lanzaron a andar para postrarse ante el sepulcro del apóstol, el santo que según la leyenda peregrinó hasta su propia tumba. Decapitado en_Jerusalén por orden de Herodes Agripa I, sin que debamos confundirle con el Herodes Antipas que en medio de una bacanal ordenó decapitar a Juan el_Bautista tras emocionarse con la danza de los siete velos, ejecutada por la lasciva Salomé a instancias de su madre, que tenía graves cuentas para saldar con el Bautista.

Algunas personas no perdonan ninguna ofensa, y Herodes pertenecía a esa estirpe. La ofensa, por lo demás, era de cuidado, y la personalidad de Santiago, poderosa. Santiago vivió una segunda vida después de muerto, en la que prácticamente abandona, en su viaje a Occidente, los rasgos judaicos que le caracterizaban. De apóstol principal de Jesús pasa a ser un santo guerrero de los de espada en mano y moro pisoteado bajo los cascos del caballo, el famoso caballo blanco de Santiago.Y de ser judío muy característico, casi se convierte en un santo celta, que, como Tristán, emprende el viaje de las tierra de Occidente, más allá de las columnas de Hércules, como Tristán, que hace su viaje en una lancha de piedra sin nauta ni timón. La característica principal de Santiago era que ocupaba una lancha de piedra decapitado; mas la lancha llegó a su destino.

Y en bosques de magias y de luces misteriosas, empieza una nueva vida que tiene más de céltica que de judaica. Una misteriosa reina Lupa acaba dándole cobijo a sus restos. Allí aparecen luces misteriosas en la noche hasta que un pastor repara en ellas y es avisado un piadoso rey cristiano. Alfonso II el_Casto fue el primer peregrino a las tierras de los confines de la tierra, donde se suponía que yacían los restos del santo.

Todo el esplendor de la aparición milagrosa vendrá después e inundará la Europa occidental de fervor, de devoción, de cánticos, de comercio, de trueques y de negocios, de iglesias, de monasterios, de hostelería. Por donde avanzaban los peregrinos de la tumba del santo avanzaba la civilización._Se intercambiaban lenguas y mercaderías, se levantaban villas y ciudades, se edificaban grandes catedrales, el suelo europeo se llenaba de factorías, de monasterios y de actividad.

Casi parece una historia oriental desarrollada en el brumoso occidente. Crearán el comercio y el intercambio cultural. Europa, que arremetía hacia el este contra el sarraceno, hacia oriente, hacia occidente, traía las órdenes religiosas, los monasterios, las grades catedrales, que, como joyas, salpican el camino. Podría ser un cuento extraordinario, digno de que lo narrara un celta enamorado de Santiago, el irlandés Walter Starkie.

"Todo lo que se sabe acerca de Santiago nos lo cuentan los evangelios y los Hechos de los Apóstoles. Era el mayor de los dos hijos de Zebedeo, un pescador que vivía a orillas de lago de Galilea y su madre se llamaba_Salomé", escribe el comienzo de su libro "El camino de Santiago". Su familia procedía de Jaffa y se supone que Jesús era primo de los hijos de Zebedeo. De hecho, su ascendiente sobre Jesús era muy notable, lo que da una idea de la intimidad de las familias. Según_San_Jerónimo, era de familia de procedencia noble, y así se explica, acaso, que fuera tan decidido desenvainando la espada contra el moro. Era socio en el negocio de la pesca con_Simón, luego llamado Pedro, y con Andrés, ambos hijos de Jonás. Unos nombres muy vinculados al mar.

Starkie vivió parte de su vida en España, donde desempeñó diversas funciones culturales y tal vez de espionaje. Como decía Hugh Thomas, un inglés en el extranjero casi siempre acaba vinculado al espionaje;_mas en la época que le tocó a Starkie en España, en plena guerra mundial, cuando el espionaje era una profesión muy bien vista. Por aquel entonces, España y Portugal eran lugares muy suculentos para el espía que no arriesgara demasiado. Concluida la guerra Starkie, el trotamundos perfecto, continuó residiendo en España y dedicándose a escribir libros de viajes y erudición, como las conocidas "Aventuras de un irlandés en España". De excelente presencia y muy bien relacionado,_Starkie hizo varios viajes a Santiago, unos truncados y otros a medio terminar.

Aunque dividió los viajes en varias etapas, hizo su libro completo aunque con la salvedad de que el propio autor reconoció que no se comportó al realizarlos como un peregrino auténtico, ya que algunos itinerarios los pasó de largo (como_Cela en "Del Miño al Bidasoa) o aprovechó en demasiadas ocasiones la oportunidad que le ofrecían automovilistas amigos para evitar los trozos más abruptos del camino ¡Y el bueno de Walter tenía muchos amigos automovilistas! En lugar de llenarse los pies de polvo, prefería ir en coche cómodamente en el asiento del copiloto.

El viajero entró en_Asturias desde León para visitar al Señor ya que él se dirigía a visitar la tumba del criado, y en este aspecto, peregrino más ortodoxo no puede darse, así que, atravesando montañas fue desde la Pulchra Leonina a la Sancta Ovetensis.

En Oviedo entra en la Cámara Santa y encuentra el recuerdo del paso del viajero inglés George Borrow y se deja ganar por leyendas del más variado tipo, por cuentos de sirenas y xanas y por los encantos de la sidra. Hace una disquisición entre las xanas y las sirenas, las vilas, las valkirias, las barddhsees y "demás seres sobrenaturales del folklore".

Sale de Oviedo en dirección a los confines y en el camino de Muros de Nalón a Cudillero encontró a un viejo amigo con el que hace viaje en una furgoneta del reparto de leche, con lo que adelanta un trecho sin necesidad de ir llenando de polvo las botas. Cudillero le da oportunidad para referir historias de vaqueiros, de los que toma historias procedentes de Jovellanos y confundiéndoles con los "agotes", encuentra por el camino otro vaqueiro que le cuenta algunas historias de ese pueblo errante y maldito. En realidad los vaqueiros no son un pueblo maldito, sino que su aislamiento se debe al tipo de vida que hacen, apartado de los aldeanos del valle.

En Somado se detiene para denominarlo "balcón de Asturias", afirmando que es "uno de los lugares más bellos que he visto durante mis peregrinajes". Desciende a Cudillero, "la ciudad oculta", pues no se ve ni desde tierra ni desde el mar. No es disparatado que haya sido un refugio vikingo. Allí le previenen contra lo que le puede suceder si ve a la Santa Compaña, por lo que más parece que se encuentra en una ruta que en una ruta piadosa. Le auguran que quien la ve muere dentro de un año, pero un individuo tan vitalista no parece dispuesto a dejarse atrapar por tales patrañas. De todos modos, le hacen algunas recomendaciones que le dieron buen resultado, pues Starkie sobrevivió a aquel viaje y aún realizó otros dos.

Y aquí terminan las andanzas del irlandés por Asturias bien regado de sidra y nutrido por los embutidos locales. Abandonará la región para volver a León donde en 1954 se celebró el año santo. El peregrino, más bien viajero y gastrónomo, no parece interesarse demasiado en la tierra que fue la del rey Alfonso II, el primer peregrino. Starkie, más que un peregrino, es un "bon vivant" entregado a la aventura. Viaja decidido a comer bien y a beber mejor (hubo de retrasar un viaje en Chinon por quedarse a celebrar el centenario de Rebelais). De todo hay en esos caminos, de todo hay en la viña del Señor.

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