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Karla, un viaje sin retorno

La ovetense de origen ecuatoriano asesinada por su expareja acudió a Melilla para que su bebé no perdiese el contacto con la familia paterna y acabó estrangulada

Abdelwahid Aghbalou, en el Juzgado. LNE

Guapa, muy guapa, positiva ante las adversidades y completamente enamorada de su hijo de once meses. Así recuerdan a Karla Belén Pérez sus amigas de Oviedo. Esa es la imagen que ha dejado en la ciudad la joven de origen ecuatoriano que falleció el pasado 10 de julio en Melilla a manos de su expareja. Tenía 22 años y el marroquí Abdelwahid Aghbalou, que le sacaba doce, la estranguló hasta matarla en el aparcamiento de la playa de La Hípica. Luego la dejó tirada junto a unas casetas y se entregó en una comisaría de la ciudad autónoma con el hijo de ambos en sus brazos.

Allí lo confesó todo. Dijo que había quedado con Karla en la ciudad autónoma a pesar de que desde abril pesaba sobre él una orden de expulsión de España y otra de alejamiento por haberla maltratado mientras convivían en el barrio de Ciudad Naranco. Relató con detalle como lo había hecho, como en mitad de una acalorada discusión perdió la cabeza y convirtió a Karla en la tercera mujer asturiana que pierde la vida a consecuencia de la violencia machista en lo que va de año. El niño, según sospechan los investigadores, estaba presente cuando cometió el asesinato.

"No vuelvas con él, no parará hasta que te quite al niño o hasta que te mate", le había advertido una semana antes una de sus amigas de Oviedo, pero la joven no le hizo caso. Sabía que los días previos al asesinato Karla había estado en contacto con su expareja a través de las redes sociales, que Abdelwahid Aghbalou le había pedido que viajase a Melilla para que parte de su familia pudiese conocer a hijo de ambos. La joven ovetense había repetido por activa y por pasiva que lo suyo con Abdelwahid Aghbalou se había terminado para siempre y que, de hecho, tenía previsto marcharse con el pequeño a Ecuador al menos un par de años, hasta que el bebé tuviese edad para empezar al colegio en Oviedo. Pero al final accedió a concertar una cita.

Lo hizo, según les dijo a sus compañeras de clase en el Auseva, porque quería que su hijo no perdiese el contacto con la familia paterna. Les decía a sus amigas que el asesino confeso "se portaba bien" con el pequeño y que sus familiares también lo querían. De hecho, la joven permitía que el niño pasara tiempo "con los hermanos" de Abdelwahid Aghbalou -que también viven en Oviedo- aunque el marroquí ya había sido expulsado de España por golpearla. "Decía que los problemas de ella con el padre no tenían por qué influir en el niño", asegura una amiga. Ella estaba tramitando los papeles del pequeño en el juzgado para poder llevárselo a Ecuador y no le parecía correcto marcharse sin que su padre le viese. La cita se fijó en Melilla porque para el marroquí era mucho más fácil saltarse allí la sentencia que lo condena a no entrar en España hasta 2021, más sencillo que hacerlo en otro punto de la Península con controles más estrictos.

Karla llegó a Oviedo con sus padres cuando tenía 5 años. Estuvo residiendo en la capital del Principado hasta los 17, cuando sus padres la obligaron a regresar a Ecuador a pesar de que ella ya había hecho aquí su vida y no quería irse. No en vano, un año después volvió a Asturias. Luego conoció a su expareja. Él era escayolista, trabajaba bastante y al principio las cosas iban como la seda, vivían en un piso de la calle Lorenzo Abruñedo, en Ciudad Naranco. Pero sus fuertes personalidades chocaron pronto. El entorno de Karla sabía que las cosas no iban bien en la pareja antes de que la joven denunciase los malos tratos. La ayudaron a dejarlo, pero haber confiado en el que había sido su pareja le costó la vida. Ahora su familia pide "que la justicia haga su trabajo".

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