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Los cultivos del Paraíso

Arándanos en la oficina

Los frutos del pequeño arbusto crecen de forma privilegiada en Asturias, desde donde ya se exportan al norte de Europa

Una fuente con arándanos. Pelayo Fernández

Sé que no van a creerme; pero no me desviaré ni un milímetro de lo sucedido.

Hay dos situaciones en las que siempre me domina el desasosiego. La primera de ellas acontece en el momento en que descubro en el arcén a la Guardia Civil de Tráfico, lo que instintivamente me fuerza a pisar el freno, independientemente de la velocidad a la que transite. No se rían, sé que a muchos de ustedes les sucede lo mismo.

La segunda situación en la que la inquietud manda sobre mi razón se me dispara cuando tengo que tratar con algún funcionario de Hacienda. Aclararé algo previamente, pues estoy seguro que este inofensivo artículo será escrutado en alguna oficina oscura del Ministerio que gobierna las cuentas públicas: procuro liquidar mis impuestos religiosamente.

Confiésenlo, también les sucede a la mayoría de ustedes. Pues bien, fechas atrás me personé en una delegación de Hacienda asturiana. Silenciaré en cual para evitar represalias. Antes de entregar la documentación necesitaba aclarar unas dudas, cosa normal en esos papeles de redacción endiablada, diseñados por personas sin conocimientos de didáctica.

Me indicaron una de las mesas. Tras ella estaba un hombre joven, roxu, de aspecto amable y sonriente que me invitó a sentarme. Era educado, a todas luces servicial, daba gloria despachar con él. Empecé a intranquilizarme más aún. "Éste es el que hace el papel de policía bueno; después llegará el matón", pensé.

Aquel hombre me atendió con toda la amabilidad e interés, no se conformó con aclararme las dudas sino que rellenó e imprimió mis documentos -labor que debía de haber realizado yo- para dejarlo todo despachado en aquella visita y evitar que tuviese que volver de nuevo.

Yo no entendía nada, no sabía qué estaba sucediendo, salvo que el mundo giraba al revés. De pronto abrió uno de los cajones de su mesa y sacó una pequeña caja llena de arándanos: "Pruebe, pruebe, están buenísimos", me dijo.

El arándano, vaccinium myrtillus, es un pequeño arbusto que se da de forma salvaje en la montaña asturiana. Madura durante el verano y fue muy utilizado para elaborar licor casero, introduciendo sus frutos pequeños y esféricos bien en anís corriente o en orujo, que se usaba y se usa tanto de medicina como de buena bebida espirituosa. Sus hojas aserradas y lampiñas son inconfundibles, así como sus frutos, semejantes en forma a las bayas de los tejos pero de color azul muy oscuro, casi negro, con un polvillo que recuerda a la ceniza. Hoy día es un exitoso cultivo del Principado, dado que nuestro clima y suelo son los ideales para su crecimiento, lo que permite una maduración temprana, factor muy positivo para su comercialización y exportación a los países de la Europa más fría, que son grandes consumidores de los pequeños frutos.

Su cultivo exige una buena preparación del terreno,. La plantación se realiza en caballones acolchados, en marco de 1,00 x 3,00. Es imprescindible un buen equipamiento de riego. Además, existen ayudas para su correcta implantación.

Aparte de su exquisito sabor posee notable riqueza en vitamina "C"; es muy beneficioso para los trastornos del aparato digestivo y recomendado para diabéticos.

Y volviendo al inicio, por supuesto sospeché de aquella invitación. Solo comería ricos los arándanos que me ofrecía amablemente el funcionario si él lo hacía primero.

Seguro que estaban envenenados, y que aquel trato excelente no era más que una tapadera. De esa forma todo casaría. Pero no. El joven y amable funcionario fue comiendo arándano a arándano mientras gratuitamente rellenaba mis impresos, preguntándome algún dato de vez en cuando. "Me encantan porque son la comida de los urogallos ", me dijo sonriente. Me quedé aún más perplejo.

Dos horas más tarde, con mis documentos perfectamente sellados bajo el brazo, llegué a casa aun bajo los efectos del magnífico trato recibido por aquel funcionario. Conté la historia mientras comíamos. "Si lo descubren sus jefes lo matarán"-sentenció mi hijo.

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