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La artista marcial de Oviedo sale a la luz

Majo Fano, campeona de España de taichi y wushu y medallista internacional, habla por primera vez de su carrera y de sus proyectos

A la izquierda, Majo Fano, realizando "la serpiente que repta", ayer, en Oviedo. Sobre estas líneas, con su sable, al que, a pesar de las posibles penalizaciones y de no estar federada en Asturias, siempre le pone los colores de la bandera regional. IRMA COLLÍN

"Nunca me ha dado por contar mi historia, hablar de los campeonatos o enseñar mis medallas. No sé si alguien sabe que tengo esto en casa". Éstas son las primeras palabras que pronuncia la deportista María José Fano, conocida como Majo Fano, candasina de nacimiento pero residente en Oviedo desde su infancia, al llegar al encuentro con este periódico. Aparece vestida con su impoluto traje blanco de seda, su sable y su espada enfundados, su enorme abanico rojo y sus 21 medallas, obtenidas en campeonatos nacionales e internacionales de taichi y wushu. "Tengo más en casa, pero nunca las he contado. Hago esto porque me apasiona y me hace sentir bien. Voy a los campeonatos porque es la única forma de saber que mantengo el nivel y de encontrarme con otros compañeros y maestros, no por sumar medallas".

Pero así, poco a poco y en silencio, Majo Fano tiene en su haber oros, platas y bronces en campeonatos de España y europeos desde que se inició en estas artes marciales en el año 2013. De hecho, este año se ha alzado con la plata en la modalidad de espada de taichi tradicional en el campeonato de España y acaba de volver del europeo de Rusia, en el que obtuvo un cuarto puesto. "Hace una semana recibí una llamada increíble. Me han invitado a participar en mi primer mundial, que se celebrará en China en el mes de septiembre".

Pero, en esta carrera en la que sólo parece haber luces, hay también muchas sombras. Majo Fano está en el jardín de Decero Espacio Creativo, el local multidisciplinar de Oviedo, dirigido por la artista Marta Fermín, en el que va a empezar a impartir un taller de taichi el próximo martes. "Me gano la vida dando clases de este arte marcial en Pola de Siero, además de con sesiones de medicina tradicional china, acupuntura y masajes". Ésa es su única fuente de ingresos para poder conseguir su sueño, viajar a China en septiembre. "Sería mi primer mundial y mi primer viaje al país que me ha dado tanta sabiduría y bienestar personal. Pero sé que no será fácil. Siempre me he tenido que costear todo, los viajes a los campeonatos y el material, que no es barato, y esto es un desembolso importante". Y es que Fano es una campeona internacional, pero en su día a día está sola.

"Yo pensaba que el taichi era para gente mayor. De hecho, todo empezó porque le dije a mi madre que se apuntara y le dije que la acompañaría hasta que hiciese amigas". Y así fue. Ambas empezaron con un profesor en Oviedo. "Yo había hecho taekwondo diez años en Oviedo con un maestro coreano. Pero en cuanto probé el taichi me pareció complicadísimo. No era capaz de hacer los movimientos, de manejar las figuras con esa lentitud, pero me dije a mí misma: esto no va a poder conmigo".

Al mes, su madre dejó las clases y ella se enganchó. "Estudiaba Minas (fue lo que le convalidaron al mudarse desde Burgos, ciudad en la que estudiaba Aparejadores y que decidió dejar tras morirse su novio en sus brazos por un aneurisma), pero empecé a dedicar seis y siete horas diarias al taichi. Sin darme cuenta". A los pocos meses, en marzo de 2013, viajó a Madrid a su primer campeonato de España. "Fui por ir, porque, como ahora, me parecía que no tenía nivel. Yo me aprendía las figuras y me las sabía perfectamente. Pero, en cuanto me miraba alguien, no era capaz de terminarla. En ese campeonato, por primera vez, terminé delante de alguien el 'tercer set', una de las más difíciles que existe. Y gané el oro". Ese día se dijo a sí misma: "Yo puedo". Una frase que se ha convertido en su mantra.

Afirma que el taichi le cambió el carácter y la forma de pensar. "Es algo que transmite lo que tienes dentro, lo bueno y lo malo. Todo el mundo debería hacerlo". Asegura que en este arte marcial no existe la edad, por eso ella no la dice. "Siempre tienes que ser como un niño, delicado". Algo que consigue transmitir con cada giro (los da de 360 grados), con cada movimiento y con cada palabra. Una luz que espera siga brillando muchos años más.

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