"La magia está por todas partes; si no eres capaz de verla, quizás necesites gafas". Con esa actitud, los padres de Merceditas, una niña con problemas de desarrollo, echaron a andar la Fundación "Mia o que hago" hace un año en Córdoba para dar soporte anímico y material a las familias que afrontan un problema similar. A Asturias, esta entidad llegado de la mano de Olaya Matilla y Esther Ordóñez, y sus maridos. Casualidades y complicidades familiares condujeron a las dos amigas hasta una fundación que introdujeron en el Principado en septiembre del año pasado.

Las gafas no son una alusión inocente: resulta muy común que los niños con estas alteraciones de desarrollo necesiten gafas. Además, tienen otra lectura: "Una situación así te abre los ojos y disfrutas de la vida mucho más; un minuto o una palabra de tu hijo lo disfrutas intensamente", afirma Esther Ordóñez. Las gafas están también en las pulseras que venden con el objetivo de recaudar fondos para la fundación, con los que proporcionan ayudas a las familias que certifican "la diversidad funcional" de sus hijos, expresión con la que ahora -explica Olaya Matilla- se refieren a ellos médicos y servicios sociales.

"Estamos en tierra de nadie", afirma Olaya Matilla al hablar de la situación de las familias que, como la suya, sacan adelante a sus hijos, sabiendo que tienen una alteración genética, que delatan primero ciertos rasgos físicos, y cuya evolución física e intelectual es difícil de predecir. Olaya y Ángel son los padres de Lola, a punto de cumplir cuatro años. Esther y Rodrigo son los de David, al que fue detectado el problema cuando a los cuatro meses dejo de comer.

La Fundación "Mia o que hago" ha donado mil euros en material al centro de educación especial de Latores. A él asisten Lucía y David. Pero hay muchos otros gastos a los que hacer frente. Lucía, por ejemplo, recibe dos sesiones semanales de fisioterapia, otras dos de logopedia y dos más de terapia ocupacional, y a eso hay que sumarle tratamientos médicos y consultas que no cubre la sanidad pública. Y para David la rutina es parecida. "Todo eso supone más de seis mil euros al año", comenta Olaya Matilla.