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Fernando Llenín Iglesias | Párroco de San Francisco de Asís

"Novalín me propuso en Roma entrar en la diplomacia vaticana y le dije que no"

"La parroquia necesita una renovación, ya ha cumplido una etapa; a los jóvenes les veo politizados y en esa ideologización la religión sufre"

Fernando Llenín Iglesias, en la plaza de la Gesta. Laura Caraduje

Fernando Llenín Iglesias, párroco de San Francisco de Asís, para los ovetenses la "iglesia redonda" de la Plaza de la Gesta, nació en Santander en 1955, de padre militar y de Oviedo y madre gallega de adopción, enamorada de la música, vocación que heredó a su vez de su progenitor, Juan Iglesias Bragado, el maestro Bragado, conocido compositor de Villafranca del Bierzo, que desarrolló su carrera en Galicia. Cada uno de los seis hermanos Llenín Iglesias nacieron en un lugar de España. Al sacerdote le gusta decir que pasó su infancia como el "arameo errante" del que habla la Biblia, hasta recalar en Oviedo justo para empezar el antiguo COU. Atrás quedaron entonces Santander, Santoña, Gijón y Santa Cruz de Tenerife. Eso sí, en la cabeza de aquel joven quedaron muchas experiencias.

El Alfonso II y la Universidad. "Llegué a Oviedo y me matriculé de COU en el Alfonso II. Vivíamos en la calle del Rosal, donde aún reside mi padre, y donde se han criado generaciones de la familia desde tiempos de Napoleón. Estudié piano, la afición me viene de mi madre y de mi abuelo, el maestro Bragado. Mi vocación religiosa se forjó desde la infancia, en Orense, cuando me hicieron monaguillo de Santa María la Mayor. Comenzó así, con esa devoción familiar que es tan necesaria, como recalca el Papa Francisco. Así pensé en ser sacerdote, aunque al seminario fui con el primer año de Filosofía y Letras ya hecho. Para ir a la par que un hermano con el que me llevo catorce meses siempre fui un curso adelantado. Entré en la Universidad en el curso 1972-73 con 17 años y al seminario con 18. No llegué a terminar Historia. Me ordené sacerdote en 1979, y me mandaron a Roma, donde llegué a doctorarme en Filosofía por la Universidad Gregoriana de los Jesuitas, y donde también estudié Teología. Antes de irme pasé unos meses en Sama de Langreo. Aquello fue fantástico, eran unos años de mucha efervescencia social y política".

La vocación al sacerdocio que impulsó Gustavo Bueno. "En el Alfonso II fui alumno de Pedro Caravia, que era orteguiano, y en la Universidad de Emilio Alarcos y Gustavo Bueno. En Tenerife había hecho el Bachillerato por Ciencias, pero en sexto tuve un profesor de Filosofía marxista y ateo y una profesora de biología que nos explicaba la teoría de la evolución. Leí muchas cosas, a Bertrand Russell, entre otros. Estaba en una crisis y en Oviedo escogí todas las optativas de letras. Ya en la facultad La Gramática Estructural de Alarcos fue otro descubrimiento. Gustavo Bueno me producía una especie de acción-reacción. Era muy vehemente, ateo, y tenía un seminario de alumnos. Me dio a leer Respuesta a John Lewis, de Louis Althusser. Bueno era tan provocador que me produjo la reacción contraria. Sin saberlo, me condujo al Seminario. Luego, ya en Roma hice la tesina, sobre el materialismo filosófico español contemporáneo y me entrevisté con él".

Del Seminario a las carreras de Filosofía y Teología en Roma. "Descubrir la Teología en el Seminario, también fue un poco crítico. Yo tenía una formación religiosa de piedad infantil, de rezar en casa e ir a misa. De repente me encontré con el estudio científico de la Biblia, la teología de la Liberación, la teología Protestante. Estaba en boga el diálogo marxismo-cristianismo. El primer libro de teología que leí fue "Elogio de la encina" de González de Cardedal. Entre la tesis de Filosofía en Roma, y Teología dos cursos a Bonn. Hice la tesis sobre Xavier Zubiri, que aún vivía. Le traté en Madrid. Luego fui a leer la tesis a Roma, cursé Teología y volví a Oviedo".

La respuesta que propició José Antonio González Montoto. "José Luis González Novalín, que era vicerrector de la Iglesia de Monserrat (la de los españoles, en Roma), me propuso entrar en el servicio diplomático Vaticano, algo que no estaba muy bien visto en aquel momento, junto con el Derecho Canónico. No tenían candidatos para ir a la Academia Pontificia y yo cumplía los requisitos. En Roma también estaba José Antonio González Montoto, actual párroco de Santo Tomás de Cantorbery, en Avilés. Le consulté y me dijo que de ninguna manera. Acerté. No hubiera sido buen diplomático. En 1984 regresé a Oviedo. Primero me fui de coadjutor a San Pablo de la Argañosa, dos cursos. Después a San Antonio de Padua, en La Florida, en un bajo. En 1999 llegué a San Francisco y hasta hoy".

Menos jóvenes y niños. "La parroquia necesita una renovación, ha cumplido una etapa. Cuando llegué trabajaba sobre todo con jóvenes. Ahora se nota el bajón demográfico que ha sufrido el barrio. Los hijos de los feligreses se han ido. Noto que los jóvenes actuales están muy politizados y en esa ideologización la religión sufre, parece como si fuera una contraposición, excepto en un punto, que resalta el Papa: la gran fuerza de Cáritas. Francisco me parece fantástico, sobre todo, por ese empeño en que la Iglesia sea evangélica. No es teólogo, es un pastor".

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