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Por los caminos de Asturias

A vueltas con los Reyes Caudillos

El cambio de los nombres de las calles como punto clave en la agenda de los nuevos "vencedores"

El jardín de los Reyes Caudillos, frente a la capilla del Rey Casto.

Se vuelven a mover los callejeros de las ciudades españolas como si se hubiera ganado una guerra. Cambiar los rótulos de las calles es privilegio del ganador, la suprema revancha: elevar al vencedor o a sus afines a la gloria y condenar a los vencidos al olvido. Ciertamente, el callejero ovetense después de la pasada guerra civil de 1936-1937 se movió poco y permanecieron los nombres de los políticos liberales del siglo XIX como Argüelles,_Mendizábal y Posada Herrera, pero en esta ocasión, en la que no hubo guerra por medio, la resolución de los vencedores se propone ser más drástica y el alcalde de la ciudad ha declarado su disposición de sacar a todos los militares de las calles: excepto a los que mantuvieron las posiciones del general Miaja o del teniente coronel Riego, pues no olvidemos que, en Asturias, abundaron los militares liberales, algunos sumamente avanzados como Evaristo San Miguel.

Asimismo, se propone eliminar los motes que adornan el escudo de la ciudad -muy noble, muy leal, heroica, invicta- como si lo progresista "fetén" fuera ser innoble, desleal y todo lo contrario de lo que alaban los elogios heráldicos. Ellos, los "vencedores" y su electorado, verán si prefieren vivir en una ciudad que renuncia a ser considerada "noble", aunque no creo que sean los rótulos de las calles los problemas que más los acucian. Como recordaba en este periódico Esteban Greciet, las alabanzas concisas que adornan los escudos son convencionales. Se toman en serio puros convencionalismos propios de otras épocas y de mentalidades grandilocuentes de manera que esa gente tan progresista y con tanta sed de futuro regresa al pasado más retórico, al tomar en serio la retórica de aquella época. ¿Que las virtudes ensalzadas son de carácter militar y moral, éstas últimas no acordes con la mentalidad de los que aspiran a abrir de par en par las puertas al futuro y comenzar un "mundo nuevo" por el excelente procedimiento de cambiar el callejero? La medida está muy bien, es muy meritoria en su intención, pero no creo que tenga utilidad revolucionaria alguna, ya que cuando se pregunta por el lugar donde se encuentra tal o cual calle no se recuerdan la ideología y hazañas del personaje que la rotula. Antes las calles eran identificadas más por un cine, una cafetería, algún incidente conocido, que por el propio rótulo. Ahora, aunque se cambien los nombres, calculo que las cosas seguirán lo mismo.

Entre los candidatos al castigo y al olvido figura el Jardín de los Reyes Caudillos, debido, tal vez, a una idea extraña y unilateral de la palabra "caudillo"._Como_Franco se autoproclamó "caudillo", todo lo que suene a "caudillo" es franquista, partiendo del principio de que todo lo que sea susceptible de contaminación franquista merece el fuego y el lodo, por no suponer que los hay en este país que están convencidos de que Franco creó la bandera española, la geografía española, las instituciones españolas y la lengua española, con propósitos poderosamente reaccionarios y represivos, contra los que se alzaron bizarramente en las lenguas de la libertad como el catalán, el vascuence, el gallego y el bable.

De este modo, unos reyes anteriores a Franco en más de mil años, son franquistas porque a alguien se le ocurrió calificarlos de "caudillos", que no ellos a sí mismos, que no se calificaron de ningún modo: les bastaba con reconstruir el antiguo reino godo del que procedían, con avanzar las fronteras de su reino más allá de las montañas y con mantenerse en una situación, sobre todo al principio, muy precario, para pensar en algo tan exótico como el "caudillismo". En consecuencia, hemos de convenir, de acuerdo con el ayuntamiento progresista de Oviedo, que Franco fue también el inventor de la institución jurídica y militar del "caudillismo". Al dedicar atención al Jardín de los Reyes Caudillos de Oviedo, cuya denominación también peligra, no pretendemos desvincular a la monarquía asturiana del franquismo, cosa, por lo demás, evidente: mil años separan a uno y a otro, por si no hubiera razones aún más obvias. Este comentario no tiene intencionalidad política, sino de lamento. Que una ciudad renuncie a ser "invicta" y "heroica" casi no tiene importancia. Son palabras, simples palabras. Pero algunas palabras son muy bellas, y que renuncie a tener en su casco un "Jardín de los Reyes Caudillos", es ridículo. ¿Por qué? ¿A quién molestaron esos señores, es que el rey Ramiro, pongo por caso, se opuso con sus huestes revestidas de hierro a los revolucionarios de 1934? Nada de eso. A Ramiro le interesaban e inquietaban los moros al otro lado de las montañas y los vikingos procedentes del brumoso mar._A estos reyes los rechazan y toman represalias contra ellos más por ser caudillos que por ser reyes, pese a la condición antimonárquica de los actuales_"vencedores", convirtiéndose el Ayuntamiento ovetense en un refutador muy esforzado de la institución del caudillismo. El caudillismo ha sido refutado y ha sido ensalzado. La manera más expeditiva de refutarlo es tachándolo de los callejeros. Si no hubo caudillismo y Franco está proscrito, ¿cómo puede haber reyes caudillos? Fuera, pues, con el caudillismo y con los caudillos.

Supongo que a algún progresista ilustrado este jardín le trae al recuerdo el título del cuento de un autor que hace años gozó de mucho prestigio entre la progresía: me refiero a "El jardín de los senderos que se bifurcan" de un autor transatlántico con ínfulas europeas, a quien se le perdonaron hasta los parabienes a la tétrica dictadura militar argentina de Videla y compañía.

Y progresistas "ilustrados" no faltan. Hace no mucho hablaba yo con uno de carnet y puesto remunerado que lamentaba que era una pena que Álvaro Cunqueiro, en lugar de desarrollarse auténticamente como escritor, tal como le correspondía y hubiera sido su deseo, hubiera tenido que escribir cuentos fantásticos sobre Merlín y_Fanto Fantini, experto en fugas, para huir de una realidad que le resultaba agobiante. Escuchándolo quedé como se dice "de piedra". Aquel entusiasta que creía en la necesidad de que todo escritor estuviera "comprometido con la causa", ignoraba que Cunqueiro era un escritor sumamente reaccionario, que se desenvolvía como pez en el agua en un mundo huidizo de fantasía e ironía. A Cunqueiro, ni como narrador ni como articulista (en realidad, buena parte de sus artículos, son cuentos fantásticos, y no se enfrentaba jamás a la realidad circundante, que le resultaba ajena, y, en consecuencia, le traía sin cuidado) lo que le interesaba era un pasado sacado de los libros novelescos, no de la Historia. Jamás se detenía a hacer Historia: ¿para qué? Lo mismo que su colega argentino, prefería mantenerse al margen de la realidad. Mas no entremos en asuntos literarios y regresemos al callejero. "El jardín de los Reyes Caudillos" es un gran rótulo para un jardín. Aunque los Reyes hayan sido "caudillos"._En realidad, buena parte de los ovetenses no saben siquiera quiénes fueron aquellos reyes ni cómo se llamaban, ni qué hicieron. ¿Pero no es preferible recordar en el callejero de la ciudad a un rey barbudo y con espada que a cualquier diputada socialista o comunista? Prescindir del Jardín de los Reyes Caudillos sería como si eliminaran del mapa a Madrigal de las Altas Torres, la villa de nombre más bello del mundo.

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