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RAMÓN FERNÁNDEZ | Hostelero, se jubila

"Puse terraza en el Fontán porque venía de Madrid y vi que hacía falta"

"Marché a Madrid con 16 años, vivía en una pensión, trabajaba de ocho de la mañana a doce de la noche y descansaba el domingo por la tarde; así pasé dos años"

Ramón Fernández, en una de las ventanas de su restaurante. MIKI LÓPEZ

El interior del Fontán es una gran terraza que figura en todas las guías turísticas de Oviedo. Hasta 1978 a nadie se le había ocurrido sacar mesas y sillas a la plaza. José Ramón Fernández Díaz supo verlo porque había trabajado en Madrid. Este salense de 66 años y pocas palabras emigró de chaval para ser camarero, quiso ser torero y amó los deportes de riesgo. Hace 43 años eligió entre ser camarero en aviones de Iberia o invertir sus ahorros en un bar y abrió "Casa Ramón".

-Tenía 23 años y venía de trabajar en la sala de fiestas Bocaccio de Madrid, la mejor de Europa en los años setenta.

Ramón Fernández (Cortes, Salas, 1949), hijo de campesinos -"en la casería ganábase muy poco y siempre tuve espíritu de comerciante"- estudió en las escuelas de Cermoño y de Salas hasta los 14.

-El bar me gustaba, despachaba para unos primos que llevaban barras de romería y ganaba 50 pesetas que, de aquella y pa mí... cómo Dios. Soy algo familia de los de Casa Portal de Madrid. El dueño venía por los veranos y a los 16 marché con él. Vivía en una pensión y trabajaba de ocho de la mañana a doce de la noche. Descansaba el domingo por la tarde, de cinco a diez. Así pasé dos años, aprendiendo y arrancando.

-¿Y luego?

-Fui a Casa Marciano, en Chueca, un soriano que tenía bar, cafetería, tienda de ultramarinos y el mayor almacén de licores de Madrid con el que surtía a los cuatro mil bares americanos de la ciudad, aquellas barras que tenían mozas y no se follaba pero cerca... Luego fui a los mesones, a Luis Candelas.

-Detrás de la plaza Mayor.

-Estudiantes, turismo y guitarra. Los americanos de la base de Torrejón de Ardoz gastaban, comían carne. Buscando ganar más, fui al Parque de Atracciones, en la Casa de Campo, según entras, a la izquierda, en un pinar un kiosco de cuatro por cuatro y con una terraza grande vendiendo. Allí se ganaba mucho porque trabajábamos a tanto por ciento, éramos pocos, estaba de moda y Torrebruno hacía happenings. Abrías a las diez de la mañana y a mediodía habían pasado 120.000 personas. Vendíamos cuatro mil perritos calientes y mil bocadillos diarios. Tenía más tiempo libre...

-¿Qué hacía con el dinero?

-Meterlo en el banco. No gastaba, no era vicioso. Estaba en un grupo que jugábamos al fútbol en el Palacio de los Deportes y hacía toreo de salón y alguna vaquilla en los tentaderos.

-¿Qué tal se le daba?

-Tenía mucho valor pero poco oficio. Tenía 17 años y era muy serio. Me hubiera gustado ser torero por la ilusión de ver el bicho pasando al lado de uno, bufando. Me gustan los deportes de riesgo. El comandante jefe de la base aérea de Getafe, Custodio Otero Manzano, de Quirós, iba por Casa Portal, teníamos amistad y él y unos capitanes vascos me llevaban a montar en avión.

-¿Dejó el parque de atracciones y...?

-A Bocaccio, con sueldo, porcentaje y propinas. Un ayudante de camarero, nada más entrar, ganaba 60.000 pesetas y podía comprar un Seat 850. Yo compré un Renault 8 usado.

-Era lo más elegante de Madrid.

-Sí. La secretaria del jefe era la mujer del actor José Luis López Vázquez, encantadora. Iban los ministros de Franco -recuerdo a Castañón de Mena, ministro del Ejército- y como estaba cerca el café Gijón, muchos artistas... Marisol... Tenía medio plan de meterme de auxiliar de vuelo en Iberia -se ganaba dinero y era una vida cómoda- pero mis padres estaban solos y volví a Asturias.

-¿Cuánto dinero tenía para abrir un negocio?

-Setecientas mil pesetas, poco para el muelle de Gijón. En Oviedo estaban en traspaso "El grano de oro", por un millón de pesetas; la cafetería "City", llegando de la carretera de Mieres, por 1.200.000 y "La Quirosana", en Fray Ceferino, muy destartalada, por medio millón. El Fontán llevaba año y pico abierto en manos de un tal Manolo.

-¿Por qué lo escogió?

-Eran 35 metros cuadrados para todo. Pensé que era yo solo y me iba a defender con cafés y copas. Había mercado todos los días. Abría a las cinco y media porque aquí se vendía la fruta al por mayor y vendía churros, cafés, orujos, anís corriente y anís de guindas. El Fontán quedaba vacío por la tarde, pero empezaron a llegar peñas y cerraba entre las ocho y las nueve.

-¿Quién más estaba cuando llegó?

-Al lado, "Casa el Marqués, la Flor de Tiñana". Dentro de la plaza, "Casa Delmiro", frente a "Casa Amparo", que también estaba. Donde la biblioteca había otro que llevaba una señora muy guapa, muy guapa y señora. "Casa Bango" cayó cuando vine.

-El Fontán tenía aspecto ruinoso.

-Había carroña y putas, pero comercialmente era mejor que ahora. Mundo, el afilador gallego, hizo dos casas a costa de la rueda y eso que cogía un mes de vacaciones. Las que venían a vender de los pueblos compraban carne, pescado y pasteles para llevar.

-Recuerdo su pincho de chipirones.

-Siete pesetas el chipirón y tres el vino. Daba el mejor café en la zona y un caldo a cinco pesetas con una chirla o un berberecho que venían los estudiantes de Derecho a calentar la barriga y hacían cola hasta el afilador.

-¿Fue el primero que puso terraza?

-En 1977 o 1978, debajo del arco. Vi que hacía falta porque venía de Madrid.

-Y desplazó al melonero.

-No, se ponía enfrente. Había dos meloneros. Uno de La Felguera y otro jienense, Jacinto, que se hizo casa en Jaén con lo que ganó vendiendo melones aquí. Tardé diez años en levantar cabeza. Compraba las mejores andaricas, traía vino a granel de La Rioja y el jamón y los callos cogieron fama. La verdad es que suelo ser un comprador escrupuloso. Tengo mucho de mi tía Josefa, que sembraba lino en el huerto de casa y hacía una sábana, hacía muy buenos embutidos y pan de escanda, trabajaba muy bien la manteca de vaca, filaba lana...

-En 1991 le echó de la casa el Ayuntamiento por ruina inminente.

-Volví al pueblo, a las vacas, e hice la casa despacio, con la administración. Cuando abrí en 1996 metí la sidra y puse terraza delante y detrás.

-Y metió cachopo en la carta.

-Sí. El mejor cachopo de Oviedo era el del Pelayo, ya en 1965-1970, pero ¿quién comía cachopo entonces?

-Gabino de Lorenzo tiró la plaza y la volvió a levantar.

-La gente comiendo y la máquina picando. Mis clientes aguantaron polvo y trepidación. El cambio del Fontán nos quitó a los comerciantes de la zona unos tres millones de pesetas diarios al quitar la venta de fruta. Genaro, junto a la puerta del palacio, vendiendo plátanos a cinco pesetas el kilo, fartucó a todos los chavales de Ventanielles. Muchas mujeres venían a comprar bolsaos de fruta. Aquellos vendedores de la huerta de Oviedo desayunaban aquí, echaban a la máquina tragaperras... Ahora, en cuanto marche el turismo no queda nada. Los morenos de los puestos no gastan nada.

Ramón vive encima del restaurante. Se casó cuando tenía 44 años, con María Luisa González Velázquez, de Alava, Salas, y tienen una hija de 23 años

-¿Se jubila?

-Cobro media pensión y puedo tener actividad, aquí o en Salas. Alquilé el restaurante a Olegario González. Va a seguir como siempre.

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