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Al Final De La Semana

La siesta política en el Cristo

Una pequeña revuelta vecinal saca los colores a los políticos, que habían dejado de lado los terrenos del antiguo hospital

La siesta política en el Cristo

Quince ovetenses han bastado para sacar los colores a un Gobierno autonómico y a un Ayuntamiento. Un puñado de carteles pegados por el barrio, una foto en grupo a la entrada del recinto del viejo hospital y una reclamación de sentido común. Eso, tan sólo eso, ha sido suficiente para desperezar de la siesta veraniega al Ejecutivo autonómico y al Ayuntamiento ovetense. Han prometido que escucharán las ideas del pueblo a la hora de decidir qué pasará con el gran solar junto al campus universitario. Pedía esa gente, vecinos del Cristo de toda la vida, metros para esparcir; espacio para sus hijos, para sus abuelos, para ellos; unos metros para jugar, saltar a la comba, darle al balón; una esquina para plantar unas berzas o unos tomates, que si en otros barrios hay huertos para la gente ¿por qué no allí?

Piden poco y mucho a la vez. Poco, porque con un puñado de euros tendrían ese lugar para el entretenimiento, ahora cerrado por el candado de la burocracia y del olvido de los políticos. Y tanto, porque lo que reclaman es acción pensada para la gente de a pie, y a los gobiernos les cuesta demasiado ponerse a ello, aunque se autoproclamen del cambio, de la gente... Y eso.

Hace casi un año, el Alcalde, Wenceslao López, anunció que el concurso de internacional de ideas se pondría en marcha de forma inmediata. Iba a pilotarlo el Gobierno regional (aún está pendiente de arrancar, a pesar de que el primer anuncio del Principado fue de febrero de 2015) y desde allí habían informado a López. ¿Cómo iba a pensar que le estaba dando largas la gente de su partido?

Parece obvio que el departamento de Fomento ha sentido poca presión desde Oviedo para empezar con algo que llevará mucho tiempo, pero que puede tener remedios parciales beneficiosos para la comunidad. Los funcionarios más veteranos de ciertas consejerías no olvidan una escena. Un joven e impetuoso Antonio Trevín, en su etapa de alcalde de Llanes, acudía a Oviedo dos veces por semana. Bajo el brazo, los asuntos prioritarios de su pueblo. Se sentaba a la puerta del despacho en cuestión y esperaba. Amargaba la existencia a los consejeros, socialistas como él. Más o menos, la estrategia funcionaba.

Enfrascado en el día a día, en sus peleas por sobresalir, en los follones de San Mateo, en las peleas con la Iglesia... al gobierno de Oviedo se le ha olvidado presionar al Principado. Ahora habrá que esperar a la próxima primavera hasta que culmine un nuevo proceso de participación, cuando ya hubo uno tutelado por el Gobierno regional durante 2014. De allí salió elegida una idea que ponía 750 pisos, espacios libres y abiertos, alguna dependencia para la Universidad y nuevos edificios para la Policía Nacional y la Tesorería de la Seguridad Social. Esto último ya no irá al Cristo, pues el organismo se ha hecho con el edificio que hace esquina entre la plaza de la Escandalera y la calle Argüelles, para agrupar allí las oficinas de tesorería.

Pues eso, que el nadie en Fomento sintió presión. En Oviedo, al Ayuntamiento tripartito, al que presume de estar con la gente, al de la participación, al de las asambleas, se le adelantó un puñado de vecinos. Tiraron la valla para hacerse oír y encontraron, entonces sí, reacción en el Principado y también en los despachos del tripartito. Pero los que dirigen la ciudad ya habían quedado en fuera de juego. La sociedad, la gente, había ido por delante; y ellos se habían quedado atrás.

Despertaron al escuchar caer la verja, al ver los periódicos, pero no tuvieron el detalle de dedicar ni un minuto en la reunión que tenían ese mismo día, el viernes pasado. Todo resuelto a base de comunicados y declaraciones, pero sin una acción política coordinada, ni siquiera intención o planes para lanzarla.

Hay tres o cuatro asuntos clave para el futuro a medio plazo de Oviedo. Y uno de ellos se llama el Cristo, una oportunidad inigualable para lanzar a la Universidad a competir con los mejores y, con ella, a toda la ciudad. Por lo menos, la pequeña revuelta vecinal ha sacado a algunos del letargo.

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