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Los cultivos del Paraíso

Pequeñas rositas japonesas

Un ejemplar de una kerria.

Le costaba mucho hablar, la voz ronca delataba que desde hacia casi cincuenta años fumaba, era lo primero que hacía nada más levantarse; encendía un cigarrillo y en una vieja cafetera italiana preparaba un café para acompañar con una tostada de pan. Justo cuando terminaba de fumar, el olor a café se hacía más intenso, y el desayuno ya estaba listo. Y después del desayuno fumaba otro. Era una vieja costumbre que no conseguía quitar. En ocasiones llegaba a ahogarse un poco y apenas podía hablar, teniendo que hacer grandes esfuerzos para comunicarse. Eso no le acobardaba, y ni mucho menos se plantaba dejar de fumar tanto.

En el fondo seguía siendo aquella chica rebelde que dejó todo y se fue a recorrer el mundo con tan sólo veintipocos años; eso sí, primero terminó enfermería. Con el tiempo pasó a tener una vida bastante convencional, enfermera en el hospital. Era bastante seria, pero en el fondo había algo que la delataba: siempre que tenía ocasión llevaba alguna flor en el pelo; de aquella época no sólo se le quedó la costumbre del cigarro a primera hora de la mañana. Hace poco nos encontramos y llevaba sus flores en el pelo, eran unas pequeñas rositas amarillas.

Esta bonita flor de nombre científico "Kerria japonica" y originaria de Asia, más concretamente de China y Japón, es más conocida como flor de globo, rosa japonesa o malva de los judíos, entre otros. Es un arbusto ideal para hacer setos o macizos, para rocalla o colocada junto a un muro, es más, me atrevería a decir que en maceta se puede cultivar, y si ésta es grande, es probable que llegue a alcanzar los dos metros de alto, más o menos la altura que alcanza cuando crece en terreno. Prefiere el sol, pero lugares algo más sombríos también son del agrado de la kerria. A diferencia de otro tipo de arbustos, la rosa japonesa no es exigente en suelo, dándole igual si es ácido o alcalino; un poquito húmedos, y con buen drenaje, es suficiente.

En invierno apenas hay que estar pendiente de los riegos, pero al llegar el calor no hay que descuidarse, ya que podría ser fatal para nuestro ejemplar y habrá que intentar mantener cierto grado de humedad. Las heladas invernales no son un problema para este bello arbusto de hoja caduca, incluso con mucho, pues una vez que pasa es capaz de rebrotar y al llegar la primavera pequeños pompones amarillos llenarán de color las ramas que un tiempo atrás pasaron el invierno desnudas.

No deben faltarle nutrientes, y más en esta época; con el guano conseguiremos que la floración sea espectacular, y será más abundante si a principio del invierno hacemos una pequeña poda eliminando las ramas secas, rotas. Es más, alguna es conveniente cortarla casi por completo para renovar.

Como ven, el cultivo es muy fácil, apenas presenta complicaciones, el mayor problema que podemos encontrarnos es un ataque por ácaros, y no siempre, sólo en casos de temperatura elevada y poca humedad ambiental, pues en esas circunstancias las arañas rojas aprovechan. Un remedio casero que les aconsejo tener a mano, no sólo para este caso, sino para otros insectos, es un macerado de ajo, se pulveriza la planta y casi seguro que se elimine por completo, o con jabón potásico en caso de que el ajo no resulte como esperamos.

Si les interesa, la kerria se puede adquirir en una maceta o, si es invierno, a raíz desnuda, ya algo crecidita, y si alguien tiene una mata puede dividirla y darles una parte, aunque esto es mejor hacerlo en otoño.

Si consiguen un esqueje, mejor en verano, enraizándolo en una mezcla de arena y turba a partes iguales y manteniendo la humedad. En no mucho tiempo comenzará a sacar raíces. Otro método es por acodo, sencillísimo, ya saben: se trata de enraizar una rama tapándola con sustrato pero sin cortarla de la planta madre; ese trozo de ramita enterrado, con el tiempo enraizará, y estará lista para cortar y plantar. Sólo tiene usos ornamentales, pero en ese terreno la kerria no tiene nada que envidiar a cualquier otra flor.

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