Recientemente un periodista me preguntaba qué era lo que se hacía en el Teléfono de la Esperanza, para poder ayudar a una persona que tuviera una crisis suicida. En primer lugar, la persona que responde al teléfono es un voluntario o voluntaria con una formación completa en atención en crisis y también en escucha.

¿Formación en escucha?? Sí, porque a escuchar también se aprende. Resulta importante saber escuchar lo que se nos quiere decir, sin interrumpir, sin juzgar y sin aconsejar.

Sin interrumpir. Se emplea el tiempo que sea necesario en atender cada llamada. En muchas ocasiones se trata de llamadas largas y no se pueden atender con prisas, forzar conclusiones ni mucho menos dejarlas a medias.

Sin juzgar. Escuchar es acoger a la persona facilitando que nos diga lo que necesita; que se sienta libre para comentar su situación sin ser juzgado, sintiéndose acompañado en su preocupación.

Sin aconsejar. La intervención telefónica se basa en el principio de relación de ayuda, en el que se escucha de forma eficaz sin recetar soluciones. Esta comunicación permite a la persona que atiende el teléfono conocer cuál es la situación, y a la persona que llama descubrir otras alternativas que le cuesta trabajo ver.

De forma anónima. En muchas ocasiones no se habla del suicidio por miedo, vergüenza o por el propio estigma que supone plantearlo. El anonimato facilita que cualquier persona a la que le preocupe este tema reciba apoyo.

Ante la ideación suicida debe valorarse el riesgo existente y acompañar en la búsqueda de alternativas. Según las características de quien llama, se le puede ayudar a identificar capacidades personales que tiene y que le ayudarán a encontrar salida a su situación.

Frases como "piensa en tu familia" pueden ser de poca ayuda frente a otras como "me dices que siempre has luchado mucho". De la segunda podemos destacar su capacidad, sus logos pasados y rescatar esa cualidad para aplicarla en el presente.

Teléfono de la Esperanza: 985225540