¡Cuánto me gusta conocer la trastienda! Los camerinos, la rebotica, la cara B, la elaboración del periódico, más que su lectura. El día antes del Desfile fui a ver las carrozas a trasbastidores, al "backstage" que dicen los pedantes; en lugar de verlas pasar desfilé yo ante ellas, como quien pasa revista, formadas a ambos lados en el garaje del Tartiere, y charlé con Luis Antonio Suárez.
-¿Desde cuándo eres responsable de este Desfile?
-Desde los dos últimos años de Masip.
A mi encuentro con Luis se sumaron luego Cuco Galán y, más tarde, "Rivi", el concejal, indignado por un logo que decía Camino del Norte y no Camino Primitivo.
-El milagro es que exista todavía el Día de América -me dice Luis-. Hubo un momento de flaqueza en los años 80; entonces desapareció el Día de Asturias en Gijón. Fue en ese momento de la progresía, que asociaba esto al franquismo.
-También era Franco el promotor del fútbol, pero nunca hubo tanto como ahora -digo yo-; aunque son los políticos lo que se asocian a las masas y a las misas; como dice la canción: "la casa del señor cura nunca la vi como ahora".
-El Desfile es el espectáculo de Asturias; lo siguen en la calle cerca de 175.000 personas.
-¿Y qué paso con las reinas?, ¿las descabezaron?
-Pasaron de moda; ni las chicas de hoy quieren ya ser reinas, les parece payo; en la carroza de Asturias la estrella será Rodrigo Cuevas.
-¿De liguero y madreñas?
-No es el Día del Orgullo Gay, irá de llanisco de fantasía, de opereta, como Luis Mariano en "El cantor de México".
-¿Cómo fueron los inicios del Desfile?
-Todo viene de Alfonso Iglesias. En 1940, el Ayuntamiento de Oviedo, en plena ruina, pide a Alfonso los gigantes de Pinón y Telva (aún no existía Pinín), y los fabricantes de ninots, los hermanos Sánchez (José, Rafael y Miguel), de Valencia, dijeron que teníamos la calle perfecta para un desfile: Uría.
Luis me presentó a Toni Sánchez, nieto de estos valencianos, que trabajaba en una de las carrozas, con su mujer y su hijo, licenciado en Bellas Artes.
-Alfonso Iglesias diseñaba antes las carrozas -me dijo Toni-, ahora lo hacemos nosotros bajo las instrucciones de Luis Antonio.
-Alfonso -siguió Luis- propuso hacer un desfile que representara a América y Asturias, tan relacionados por la emigración. Los indianos solían pagar y desfilaban con sus "haigas" y sus hijas, reinas y damas que ellos promocionaban. Ahora hubo un cambio radical: ya no hay indianos ni emigrantes que nos manden a sus hijas y paguen la corona. ¿Cómo mantener esto? Pues ya no hay que emigrar, América ya está aquí: los ecuatorianos, colombianos..., incluso este año hay una carroza de gitanos, de niños, de la ONG Nómadas, de Fitoria. Ahora procuramos que esta gente se organice y tenga su paso; de otra manera terminaría siendo un desfile alquilado: se contrata por teléfono, se paga y ya está; no se crea desde dentro, no es casera. Si me siento en una silla y veo la carroza mexicana, pues muy bien, pero si el mexicano reside en Oviedo y participa, también el espectador participa.
Luis me enseñó la carroza de Colombia, con Botero, que arma la comunidad de colombianos de aquí.
-Antes empezaban a fabricarse en julio (carpinteros, escultores, pintores, escayolistas...), ahora sería inviable, por el precio. ¿Ves las fachadas de Santiago de Cuba? Viene el grupo Naborí. Aquí los gallos de pelea, de México, en una carroza donde irán bailarinas veracruzanas y de Jalisco; los gallos no podemos instalarlos arriba porque no caben, hay que hacerlo en la Losa. Allí Ecuador, con figuras precolombinas tomadas del Museo del Barro, de Quito. Aquélla es una máscara de Perú; de allá viene un grupo para reproducir las fiestas de Jauja, su antigua capital. Y estos son los "huacas", botijos antropomorfos que encargaban los señores con su propio rostro...
-¿Hubo algún fracaso, algún fallo este año, que pueda contarse?
-Acaban de decirme que el grupo de Cuba no trae contrabajos ni congas, por el tamaño, y ahora mismo tengo que llamar a Arévalo... ¡Tantas cosas! Aún peor: la representante de México, Carmen, con quien hablé estos días y sentí muy nerviosa, casi ni la entendía, se quitó la vida hace unos días, en Alicante, se tiró de un puente. No quise indagar más en la trastienda; qué difícil es sacarle humor a la muerte, aunque los mexicanos lo hacen mejor que nadie. Decía Jardiel Poncela que el suicidio era como subirse en marcha a un coche fúnebre. No fui al desfile, ignoro si la carroza de México o los gallos llevaban cresta de luto.
