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La noche más violenta de San Mateo

"Pensaba que nos iban a matar a todos", afirma uno de los heridos en el ataque de los "Ultras Sur" al Topu Fartón 25 años después del juicio

Marino Burgos, ayer, en la plaza del Ayuntamiento, junto al chiringuito del Topu Fartón. IRMA COLLÍN

Eran las siete menos cuarto de la mañana del domingo 11 de septiembre, en plenas fiestas de San Mateo del año 1988. A Marino Burgos le había tocado ese día encargarse del cierre del chiringuito Topu Fartón y se encontraba colocando el vidrio antes de irse a la cama para descansar tras una noche entera sirviendo copas. Ya no había clientes, estaba amaneciendo y la plaza del Riego había pasado del llenazo clásico de una de las noches fuertes de los festejos a convertirse en un mero lugar de paso para la retirada. Fue entonces cuando Marino, que tenía 28 años, se quedó paralizado por el miedo.

Dos de sus amigos, que habían ido a desayunar, llegaron corriendo por la calle del Peso y gritando aterrorizados: "¡Que vienen, que vienen!". Tan sólo unos segundos después se dio cuenta de que estaba a punto de ocurrir algo muy grave. "Entre treinta y cuarenta" miembros del grupo "Ultras Sur" -los seguidores radicales del Real Madrid- aparecieron en escena con indumentaria neonazi, bates de béisbol, botellas y sed de violencia. Se desató un ataque que se saldó con dos de las víctimas apuñaladas, varios lesionados de gravedad, serios destrozos en el Topu Fartón y 24 ultras detenidos por la Policía. El pasado sábado se cumplieron 25 años del inicio del juicio contra los "Ultras Sur" por esos hechos, el primero en el que se sentaron en el banquillo de los acusados radicales que después continuarían sembrando el pánico por los estadios, entre ellos José Luis Ochaíta, "El Ocha", y Álvaro Cadenas, dos de los ultras más violentos de la historia del fútbol español.

El suceso se había gestado a primeras horas de la noche del sábado. Los "Ultras Sur" se habían desplazado a Asturias para acudir al partido que enfrentaba a su equipo contra el Sporting de Gijón. El fútbol era al día siguiente, pero al ser fiestas en Oviedo los radicales decidieron quedarse a pasar la noche por la capital del Principado. "Ya habían protagonizado varios altercados por la ciudad, por el Campo San Francisco y en la calle Cimadevilla. Aparecieron en la plaza del Riego de repente persiguiendo a unos chavales y montando jaleo y la gente al verlo les hizo frente", explica Marino Burgos. "Hubo algunos puñetazos, pero al estar la plaza llena se fueron y no pasó de ahí. Nosotros que estábamos dentro de la barra ni siquiera nos enteramos bien de lo que pasaba, no llegaron ni a pedir, ni fue un lío por cuestiones políticas como se dijo después", añade. Por aquel entonces, muchos de los camareros del chiringuito eran militantes de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y en las crónicas de la época aparecieron testigos declarando que los "Ultras Sur" llegaron al Topu Fartón cantando el "Cara al sol", exhibiendo banderas de España anticonstitucionales y al grito de "rojos de mierda, os vamos a matar". Burgos insiste en que no escuchó nada de eso, y dice que "tenían ganas de violencia sin importar la política".

Como en esos momentos era el responsable del Topu Fartón, Marino Burgos estuvo toda la noche preocupado. "Después me enteré que eran ultras del Madrid, que eran neonazis, y tenía miedo de que volviesen. Les dije a algunos amigos que se quedasen por allí por si acaso, para estar protegidos, pero a las cinco de la mañana me puse en contacto con la Policía y un mando me dijo que estuviese tranquilo, que los tenían localizados y controlados", afirma Burgos. Por eso a la hora del ataque sólo había "diez o doce personas entre hombres y mujeres" en el Topu. La primera víctima de los "Ultras Sur" fue Ander Murga Alcorta, un joven navarro, amigo de Marino Burgos, que había venido a Oviedo a pasar las fiestas. "Fue uno de los que se había ido a desayunar mientras nosotros cerrábamos. No le dio tiempo a llegar corriendo al chiringuito, le cogieron entre dos y un tercero le apuñaló en la clavícula. Tuvo mucha suerte de que no le cogiese ningún órgano vital", explica. Murga Alcorta estuvo una semana ingresado. Uno de los peores parados fue el ovetense Jesús Ángel Rodríguez, "Gus", "que estaba adormilado sobre una mesa y le apuñalaron en la espalda al pasar". Estuvo tres semanas en el hospital y "no murió por poco".

Después llegaron a las inmediaciones del chiringuito. "Parecía una película del oeste, como cuando los indios rodean una caravana. Empezaron a coger las botellas de sidra, las cajas y las mesas que estaban fuera y a lanzárnoslas a los que estábamos dentro. Hubo un momento en el que pensé que nos mataban, pensé que alguien moría", explica Burgos. A él le impactó una botella en la cabeza abriéndole una gran brecha y al caer se cortó las dos manos con los cristales que había en el suelo. "Cuando estaba tirado vinieron dos con un palo a rematarme, ahí sí que pensé que me mataban, pero tuve la suerte de que ambos resbalaron".

Entonces, "un golpe de suerte". Un coche de la Policía Nacional "apareció por la calle del teatro Filarmónica, puso las luces, encendió la sirena y todos echaron a correr". Personas que pasaban por la zona en ese momento, ajenos al Topu Fartón, también resultaron agredidas. "Me acuerdo perfectamente de la cara de Ochaíta, de su estética skin. No se me olvidará jamás", dice Burgos.

Las detenciones

Los arrestos se produjeron después. Esa noche estaba de guardia el por entonces titular del Juzgado de Instrucción número cinco de Oviedo, Agustín Azparren. "Recuerdo que muchos de los padres de los detenidos no sabían que habían venido a Oviedo ni que eran miembros de "Ultras Sur". Me llamó un padre que era militar para agradecerme que hubiese dejado a su hijo detenido durante 72 horas y remató diciéndome que cuando llegase a casa el castigo iba a ser mucho peor", explica Azparren. Durante la toma de declaraciones uno de los radicales, un menor de 16 años llamado Javier Pérez Carrasco, se confesó culpable del apuñalamiento de Ander Murga. Marino Burgos está convencido de que cargó con las culpas "porque era menor e iba a comerse menos marrón que el resto". Tres años después, cuando salió el juicio en el Juzgado de lo Penal 3 de Oviedo, a Javier Pérez le cayeron seis meses y un día de prisión, como a otros nueve de los implicados. A otros siete les condenaron a un mes y un día de arresto mayor y dos ultras resultaron absueltos. Ninguno estuvo entre rejas.

El juez Azparren, en el momento de los hechos, había tomado una decisión por entonces pionera en España: ordenar a los acusados presentarse en un juzgado de Madrid los días en los que hubiese partido de los blancos para que no viajasen ni asistiesen al Bernabeu. Aquella, fue la noche más violenta de la historia de San Mateo.

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