Veinticinco años después de su muerte en un accidente de tráfico, Oviedo homenajea hoy al músico Tino Casal, su próximo hijo predilecto, un artista polifacético y visionario que dio color a la España "gris y oscura" de los últimos años setenta y a la que aportó frescura para derribar "la pared de la modernidad".

Así lo han afirmado hoy el líder de Los Secretos, Álvaro Urquijo, y Loquillo durante un coloquio en el Paraninfo de la Universidad de Oviedo horas antes de compartir escenario dentro de las fiestas de San Mateo en una noche programada como homenaje al hombre del vestuario imposible y de éxitos como "Eloise" o "Embrujada".

Casal, profusamente reeditado desde su muerte en 1991, compartió "época e inquietud", según Urquijo, con grupos emergentes de los primeros ochenta como eran Los Secretos o el propio Loquillo y, desde una apuesta musical muy diferente a la de ambos, ayudó a cambiar la cultura de un país "encorsetado y un poco monaguillo".

"Fue un valiente en una España oscura, un visionario. Pionero en el uso del videoclip, en su vestuario y en su ambigüedad. Nos enseño a todos a tener un personaje", ha apuntado Loquillo, que compartió con Casal compañía discográfica, Hispavox, en el primer LP de ambos.

A su juicio, "sin tipos como Casal todo sería muy aburrido" y aún lo habría sido más en un país como la España de los primeros ochenta, "donde todo estaba por hacer", y en el que, hasta la mitad de esa década, discográficas y emisoras abrieron hueco a las nuevas bandas para cubrir "la cuota de mercado necesaria para parecer modernos".

Esa apuesta desapareció, apunta el autor de "La mataré", cuando a partir de 1985 la industria absorbió a ese movimiento, lo bautizó como 'movida' -"pese a que nadie la había llamado nunca así"- y se restringió ese ámbito de libertad para artistas "audaces" como Casal que, según Loquillo, de haber vivido se habría anticipado también al movimiento indie y habría tenido su propio sello discográfico.

Para Urquijo, una de las virtudes de Casal era que "como se decía entonces, sonaba a guiri" tras varios años de estancia en Londres en la década de los setenta en los que se empapó del glam-rock de referentes para su música como David Bowie o Brian Ferry.

A la capital británica acudió tras unos primeros años de dedicación a la música en bandas como Los Zafiros Negros o los Archiduques a la que, según Claudio Menéndez, uno de sus componentes, aportó ya su voluntad de estética rompedora y nuevos sonidos que les llevaron, en plenos años sesenta, a introducir acordes de gaita en un tema influenciado por la corriente mod.

Pintor, escultor y productor de bandas heavy como Obús -"un género despreciado por la modernidad", recuerda Loquillo- la música de Casal volverá a sonar en la plaza de la Catedral de su ciudad gracias a la versión de "Embrujada" que Los Secretos estrenarán como reconocimiento, "más guitarrera y 'asecretada'", apunta Urquijo.

Al coloquio han asistido también familiares del cantante de Tudela Veguín, el pueblo cercano a Oviedo rodeado de minas y cementeras del que salió con 17 años un joven con inquietudes musicales para integrarse en los Archiduques y situarse a la cabeza de las listas de éxitos en los primeros ochenta con una estética rompedora a la que contribuyó su entonces pareja, Pepa Ojanguren.

Unos años en los que Casal comenzó a cultivar su leyenda, la que le sitúa como financiador de "Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón", la ópera primera de un prometedor director amigo de sus entonces íntimos Fabio McNamara y las Costus, la pareja de pintores formada por Juan Carerro y Enrique Naya que lo retrató, melena roja al viento, ante el Valle de los Caídos.

Cinco discos en una década, una enfermedad que casi acaba con su vida tras una necrosis de femur que le convirtió en una de las primeras víctimas de la rumorología sobre el sida y un accidente de tráfico cuando ocupaba un asiento de copiloto en el que nunca le gustó viajar dejaron como obra póstuma su álbum "Histeria" en 1990.

"No, no fuimos héroes/ya todo estaba escrito/mutilaron nuestros sueños" cantaba versionando a The Human Legue en ese disco el vocalista que, según su eterno productor, Julián Ruiz, llegaba con su voz a las tres octavas, quizá un último homenaje a su admirado Bowie, al que, también la leyenda, sitúa entre los asistentes a su entierro en Tudela Veguín un triste y gris 24 de septiembre de 1991.