La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La gran borrachera por ocho euros

"No es difícil conseguir alcohol, sólo te piden el carné si te ven un canijo", dicen menores que beben en fin de semana cócteles de litro o chupitos del anestésico que usaba Hitler

Un grupo de jóvenes, en el fotomatón de la campaña de prevención del consumo de alcohol.

Chupitos de Jägermeister, el anestésico que utilizaba Hitler, a un euro y litros de "kalimotxo", a tres. La gran borrachera adolescente hasta rozar el coma etílico (cinco chupitos y un litro de vino con cola sería más que suficiente) es posible por ocho euros en las zonas de bares que frecuentan los menores de dieciocho años en Oviedo. "No es difícil conseguir alcohol, no te piden el carné en casi ninguna parte. Solo si te ven muy canijo, que no llegas a la barra y tienes que levantar la mano para pedir...", asegura a pie de calle Rodrigo (nombre ficticio de un ovetense de 17 años) mientras sostiene un vaso de un litro de capacidad con un cóctel a base de vodka, maracuyá y granadina que comparte con sus amigos, dos chicos y una chica, todos de 16.

Lo que relata este joven, que en determinados bares levantan la mano con la venta de alcohol a menores, lo ratifica el último estudio sobre el consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes del municipio, realizado por el Ayuntamiento en el marco del Plan municipal sobre drogas: "En cuanto a la adquisición del alcohol, todos los entrevistados (tanto de 18 años o mayores, como menores de edad) aseveran que no encuentran ningún problema para comprar o consumir, bien de forma directa o pidiendo a otras personas que les compren la bebida. Los lugares en los que adquieren bebidas son las discotecas, bares y pubs, seguidos de tiendas y supermercados". Se apoya el estudio en varios testimonios de adolescentes, como los que siguen: "Yo empecé a beber cuando tenía 14 y la verdad que en bares, como si tienes 14 años, yo creo que con tal de ganar dinero te lo dan" o "solo buscan eso, ganar dinero, y yo creo que no les importa que te emborraches o que no, pero en supermercados y así, si quieres coger alguna bebida pues no, eso sí que está restringido".

Este verano se ha puesto de moda entre los adolescentes ovetenses el "Cuarenta y Tres", un clásico entre los licores españoles, con un 31 por ciento de alcohol etílico. Aseguran que no tienen problemas para catarlo, por ejemplo, en las discotecas que ofrecen sesiones "light", para menores. "Hasta las doce te piden el carné para entrar, pero una vez dentro, cuando vas a la barra a pedir ya no. Sí, venden alcohol", asegura Sergio, que tiene 16 años.

Bandejas de cien chupitos "para compartir", el nuevo "chupito calavera", o los célebres "cachis" en versiones multicolor: rojo, azul y verde. Cuando se les pregunta a los adolescentes por el contenido de estos combinados se encogen de hombros; la mayoría ni sabe lo que bebe. "Pues el cachi rojo lleva un poco de todo", responde Sandra, de 16 años, a quienes sus colegas la presentan como "la experta en cócteles". La chica asume que sí, que entre esa mezcla de todo hay alcohol. El litro de este combinado cuesta alrededor de 5 euros, dependiendo del local.

En el estudio del Plan de drogas concluyen que los adolescentes ovetenses asocian su ocio al fin de semana y a beber. Aunque observan diferencias por edades. "Los adolescentes se van adentrando en el consumo del alcohol de forma temprana, si bien, en ese momento del ciclo vital, la asociación salir / beber todavía no está generalizada. Pero a medida que crecen, esa relación se consolida y el alcohol adquiere un lugar central en el ocio de menores y sobre todo de jóvenes de ambos sexos", apuntan los expertos. La presión del grupo favorece el proceso, porque en Oviedo, como en todas partes, no se sale ni se bebe en solitario: se aprende a beber y se bebe en grupo.

"Hoy -por ayer- es el último sábado de San Mateo, va a haber mucha gente", cuenta Ana, que tiene 15 años y debe regresar a casa a las doce "o doce y media". Durante el año se puede quedar hasta las diez, pero en fiestas levantan un poco la mano. Confiesa haber probado el alcohol pero nunca haber pillado una borrachera: "Tomo una copa o así y nunca me pasó nada. Si te vas a poner mal no tiene gracia". Dice que bebe porque es lo que hacen sus amigos y también porque "te sueltas más a hablar con la gente".

Aurora (también nombre ficticio) es la madre de un adolescente de 16 años y también hostelera en Oviedo. "Mira, yo sé que va a beber y prefiero darle yo un poco de cerveza para salir a que se emborrache por ahí, que conozco el panorama y a saber lo que le dan", explica la mujer. "Después el chaval se aprovecha y me pide la más cara", bromea la mujer. De momento el "pacto" madre e hijo está funcionando: cumple los horarios y no se pasa de la raya. Las dos tienen claro que su relación no es la más habitual.

Cuando se les pregunta por las borracheras, los adolescentes suelen hablar en tercera persona, de sus amigos. "Conozco, pero yo me controlo y nunca me quedé tirado...", o "a un amigo que no era muy cercano lo vi con un coma etílico, estaba ahí inconsciente, medio muerto" o también "tuve un amigo que hace poco se emborrachó bastante y se vomitó por ahí y a otro lo llevamos a casa y tal, le dijimos que se duchara y eso, para que le bajara el alcohol". Y todos comparten trucos como ponerse hielo en la nuca, dar un paseo para despejar o comer un bocata para que se les baje...

Javier Fernández es técnico en emergencias sanitarias y lleva una década trabajando en Oviedo, con muchas guardias nocturnas. "Es raro el fin de semana que no trasladas a un menor con una intoxicación etílica al hospital", dice. "Normalmente es un viandante el que avisa, porque los amigos se asustan y dejan al chaval tirado. Si un menor llega al hospital, aunque sea de acompañante, se avisa al tutor: lo saben y no quieren líos", sostiene. Al chico más joven que trasladó con una coma etílico tenía 13 años. "No sé si está bien decirlo, pero es la verdad: era extranjero y estaba tutelado por la administración", sostiene. "Lo más peligroso es si se duerme boca arriba y le da un vómito que le entra por los pulmones y termina en broncoaspiración", asegura el experto. Para tratarlos, líquido al cuerpo. "Lo de la B12 es un mito. Controlan que el paciente respire con normalidad y al final se trata de darle líquidos y sueros". Una de las partes más difíciles del trabajo de los sanitarios con este tipo de situaciones es la llegada de los padres al hospital. "La vergüenza que pasan los padres da pena, sus caras son un poema. Llegan desencajados preguntando qué hacer y qué va a pasar", sostiene Fernández. Y todos, sin excepción, dicen al adolescente: "no vuelves a salir de casa en la vida".

Compartir el artículo

stats